Texto por Albano Flores
"L'amour pour principe et l'ordre pour base; le progrès pour but"
-Auguste Comte
Aseguro sin reserva que la pequeñez demostrada por los tiranos contemporáneos, como lo narra mi colega Juan Pablo Delgado en su texto “La balada del cobarde Joe y el extravagante Kim”, atestiguan la letalidad de las nuevas armas de democratización masiva. Argumento que es precisamente con estas novedosas armas con las cuales será posible terminar, de una vez por todas, la interminable guerra entre los pueblos y sus tiranos.
A un paso feroz, levantando revueltas en Egipto y bajando sotanas en el Vaticano, considero que ha dejado de ser ingenuo pensar que en nuestras vidas se podrán extinguir por completo las últimas tiranías y que por fin superaremos esta etapa primitiva y vergonzosa de la historia. La continua reprobación internacional, aunada al movimiento interno en países autoritarios, da espacio a la ofensiva democrática menos violenta, pero más eficaz en la historia; y considero un privilegio vivir en estos tiempos, donde se observa el surgimiento de sociedades intercomunicadas que despiertan como potente marea con el poder de retirar el velo a los últimos secretos humillantes y oscuros de los gobiernos totalitarios y autocráticos del planeta.
Sin tratar en ningún momento de negar o mermar las atrocidades cometidas por los tiranos contemporáneos, -y expresando claramente que cualquier barbaridad es mucha barbaridad-, se debe dejar claro que son incomparables y desmedidas las diferencias entre las revoluciones del siglo pasado y las que hoy ocurren.
Actualmente, miles de millones de individuos mantienen el poder sobre las redes sociales, las más modernas armas de destrucción y democratización masiva. Tanto Facebook como Twitter pueden funcionar ahora como auténticas Tommy Guns; armas de fuego que surgieron desapercibidas, disfrazadas de juguete, e incluso envueltas en letras juveniles, pero que resultaron ser sumamente hostiles y corrosivas para toda persona en busca de poder económico y político. Las redes sociales funcionan como altavoces de cada error y secreto de los personajes públicos; un megáfono de cada "filia" en el Vaticano y cada asesinato en Sudamérica.
YouTube ¡la AK-47 de nuestros tiempos! ¡Destructora de reputaciones familiares y políticas! Como la ametralladora rusa, YouTube es fácil de usar y está al alcance de todos. Y como no, en este grupo también podemos incluir al franco-tirador más letal de nuestros tiempo, Wikileaks, que develó documentos clasificados como “ultra secretos” en todo el mundo, y nos permitió conocer acerca de la tortura americana denominada "waterboarding", nexos entre gobiernos y el crimen organizado y hasta las más tenebrosas fantasías sexuales del clero en la santísima Iglesia Católica.
Como las pequeñas y exóticas ranas del Amazonas, de un momento a otro, estas coloridas modas del Internet, que fueron diseñadas para satisfacer el morbo juvenil, se tornaron mortíferas. De manera casi súbita, nuestros vecinos se volvieron globales, toda persona con acceso a Internet un activista en potencia, y el Internet el ágora global para la libre expresión.
Estas nuevas armas, más allá de decapitar tiranías, protegen también a las naciones democráticas y capitalistas de sus propios defectos, particularmente de uno de sus más oscuros engendros: “el magnate”. Esta deformación animal, poderoso económicamente, audaz por evolución y corrupto por costumbre es también una presa de la Red virtual donde el poder que ostentaron Papas, reyes, zares, sultanes y dictadores es amenazado. El Internet lo exhibe y desenmascara al magnate, robándole a este monstruo moderno parte de su fuerza.
Por lo tanto, podría asegurarse que vivimos una actualización de la democracia, una mucho más fuerte y contagiosa. Sin duda debemos parte del avance a la prensa escrita, a la televisión y a la radio, que lograron debilitar a numerosos regímenes autoritarios en el mundo; sin embargo, este movimiento resultó inútil para erradicar por completo un problema al que nos estábamos empezando a acostumbrar, (y en muchas ocasiones llegamos a aceptar): esa idea estúpida que diferentes culturas necesitan diferentes gobiernos, incluso si estos son opresivos.
Las nuevas armas de democratización masiva despiertan la razón de los individuos que ahora se encuentran interconectados y les permiten entender al autoritarismo no como una forma de gobierno, sino como una forma de abuso de gobierno; y a la democracia como el ejercicio de ella y no como una declaración que esconde una dictadura. Y sobre todo, la democracia permite entender al gobierno como un mal necesario donde ante la equivalencia de orden y bienestar de dos naciones, será más perfecta la menos política.
¡EL HOMBRE PROGRESA! Es su vocación como ser humano, es lo que ha demostrado toda su historia y lo que se demuestra hoy. No se puede declarar que el bienestar es una constante elíptica y que en el curso de la historia se debe rodar siempre entre periodos de guerra y periodos de paz, sólo para volver a periodos de guerra otra vez. Si los datos de longevidad y bienestar son variables en la historia ¡no se tiene por qué asumir que los índices de violencia, sufrimiento y hostilidad sean constantes, ni que lo vayan a ser!
La mejor noticia para nosotros, sin embargo, es que con el uso correcto de las nuevas armas de democratización masiva podremos ver a la humanidad desenvolverse, -quizá todavía sin el amor como principio-, pero sí con el orden como base y el progreso como objetivo.