26/10/20

SE NOS CUATRAPEÓ EL PLANETA

¡Ahora sí ya valió! Los últimos datos indican que ya nos fregamos irremediablemente al mundo; y de hoy en adelante viviremos en una nueva anormalidad climática. 


Texto por: Juan Pablo Delgado Cantú


Escribo esto mientras el huracán Delta se estrella contra las costas de Louisiana; la segunda vez que un tormentón le mete un madrazo a este estado en tan solo mes y medio.

Es casi un hecho que el 2020 será el año con el mayor número de tormentas en el Atlántico desde que hay registros; y es la segunda vez en la historia que nos acabamos el abecedario latino y tenemos que sacar la reserva de letras griegas para nombrar huracanes. La diferencia con el 2005 -el campeón hasta hoy- es que en ese año llegamos a la tormenta “Delta” a finales de noviembre y hoy a principios de octubre.

¿Qué significa esto? La respuesta es muy sencilla: ¡Ya nos fregamos al planeta! Y conste que no lo digo yo. La Oficina de la ONU para la Reducción del Riesgo de Desastres (UNDRR) recién publicó un informe donde indica que en el periodo de 2000-2019 hubo 7,348 desastres naturales, casi el doble de los registrados entre 1980-1999.

¿Quién tiene la culpa? ¡Obviamente nosotros! ¡Los méndigos homosapiens adictos a los hidrocarburos! Bueno, también tienen la culpa nuestros líderes políticos y económicos que se rehúsan a tomar acciones para remediar el problema. Algo que la ONU dice que volverá al planeta en “un infierno inhabitable para millones de personas”. ¡Kataplum!

¿No le quieren creer a la ONU? ¡Perfecto! Un reporte en The New York Times -donde entrevistan a decenas de científicos y otros expertos climáticos- concluye que tras décadas de tomar decisiones erróneas sobre el medio ambiente, el mundo ya entró en un espiral de calamidades imposible de revertir.

Traducción: Hemos pasado el punto de no retorno. Ya ni siquiera debemos preocuparnos por detener el cambio climático, sino adaptarnos a los cataclismos inevitables que se avecinan. Juan Declet-Barreto, científico de la Union of Concerned Scientist lo deja claro: “Es enserio, realmente los efectos son irreversibles”.

Esto nos coloca ante un mundo desconocido. Jonathan Overpeck, científico climático de la Universidad de Michigan, dice que incluso debemos revertir nuestra medición de los eventos climatológicos. “No pensemos que éste ha sido el mes de agosto más caluroso del último siglo”, comenta, “pensemos mejor que es el mes de agosto más templado del siguiente siglo”.


“Calma”, dirán los ingenuos, “¿Que no acabamos de tener el aire más limpio en décadas por el aislamiento? ¡Pues sí! Es real que durante los peores meses de la pandemia vimos reducciones de hasta 17% en emisiones de CO2. Pero durante el verano también detectamos la mayor concentración de carbono en la atmósfera. ¿Cómo es posible esto?

Muy sencillo. Matt McGrath escribe para la BBC: “Las emisiones nos dicen lo que está sucediendo en el suelo, pero son las concentraciones de estos gases en la atmósfera las que marcan la diferencia en las temperaturas globales. Debido a que el CO2 permanece durante siglos, sumar incluso una cantidad reducida aumenta el potencial de calentamiento por todo el gas que se ha acumulado durante décadas.” ¡Ni hablar!

¿Y entonces? ¿Hay remedio? La respuesta sencilla es “más o menos”. Obviamente debemos tomar acciones drásticas para evitar los peores efectos del cambio climático. Reducir la velocidad del calentamiento lo suficiente para mantener algún tipo de control. Porque una cosa es sobrevivir y otra es sobrevivir en el  infierno. 

Pero siendo realistas, debemos aceptar que ya nos cuatrapeamos al planeta de forma permanente, y que de hoy en adelante viviremos en una nueva anormalidad climática; en una era de cataclismos naturales.

¡Así que abróchense bien sus cinturones! Porque el futuro no viene bravo… ¡Viene bravísimo! ¡Arre pues!

11/10/20

¿Y SI EL GORDO NO SE VA?

Cuando lean esto, estaremos a menos de 25 días de la elección. Y para como van las cosas, todo indica que será un absoluto desastre. Porque más allá del circo, los insultos, los gritos, y un debate calamitoso, la realidad es que sólo existe una cuestión fundamental: ¿Qué ocurrirá si Donald Trump pierde y se niega a conceder?


Texto por: Juan Pablo Delgado Cantú


No hay duda que el karma es una perra y en este 2020 parece que la perra tiene rabia. Porque estaba yo muy tranquilo escribiendo esta columna sobre las elecciones gringas, cuando de pronto… ¡ZAZ! ¡Que resulta que el panzón psicópata de la Casa Blanca tiene covid-19! En serio… ¡Pinche año de Leona Vicario!

Al momento de escribir esto Donald Trump aún no se ha petateado (hazme la buena, San Juditas). Así que vamos a suponer que el señor se recupera y que sí habrá elecciones. Bajo ese supuesto, avancemos con la columna. 

Cuando lean esto, estaremos a menos de 25 días de la elección. Y para como van las cosas, todo indica que será un absoluto desastre. Porque más allá del circo, los insultos, los gritos, y un debate calamitoso, la realidad es que sólo existe una cuestión fundamental: ¿Qué ocurrirá si Donald Trump pierde y se niega a conceder?

La pregunta no es ociosa. Numerosos analistas ven esto no como posibilidad, sino como un hecho esperando a consumarse. Durante meses, Trump ha promovido diversas teorías de conspiración sobre un inexistente fraude masivo en la votación, particularmente en los votos que serán emitidos por correo. A finales de septiembre, simplemente se negó a comprometerse a una transferencia pacífica del poder si pierde. Durante el primer debate presidencial lo vimos repitiendo su retorcida hipótesis de cómo la elección será un fraude y que no podrá aceptar una derrota.

Barton Gellman en The Atlantic lo deja clarísimo: “No nos confundamos. Trump puede ganar o perder, pero nunca concederá. Bajo ninguna circunstancia”. ¡Así las cosas!


Entonces hagamos otra pregunta clave: ¿Podría Trump negarse a abandonar la Casa Blanca? La respuesta es algo compleja, pero ahí les van algunos hechos:

1. Es casi seguro que el conteo de los votos será un proceso caótico. Esto porque muchos Demócratas votarán por correo, y estas boletas tomarán más tiempo en ser contados. Así que el 03 de noviembre, es probable que Trump parezca que va ganando, solo para que días después llegue una “oleada azul” en favor de Joe Biden y los resultados cambien. Ante esto, Trump se pondrá histérico y dirá que estos votos son fraudulentos. Con este primer berrinche, entraremos de lleno a un oscuro e incierto “interregno”.

2. Gellman predice que en este interregno de 79 días, (entre el 03 de noviembre y el 20 de enero) veremos toda clase de protestas armadas y violencia en las calles. En este caos, Trump podría ordenar a la Guardia Nacional a detener el conteo de votos en estados clave, aumentando la incertidumbre.

3. Otra posibilidad terrorífica es que Trump presione a gobernadores Republicanos con mayoría en sus congresos locales a que detengan el conteo y simplemente elijan a los representantes que irán al Colegio Electoral (donde se define al ganador), logrando efectivamente robarse la elección. 

4. ¿Y el Congreso? Es verdad que el Congreso tiene la última palabra para certificar una elección. Pero si los Demócratas no recuperan el Senado entonces será imposible que tengamos una resolución por esta vía. Ambas Cámaras deben certificar al ganador y los Republicanos jamás traicionarán a Trump. 

5. Suponiendo entonces que llegamos al 20 de enero y que aún no exista ninguna resolución… ¿Qué pasa entonces? Por desgracia, la Constitución gringa no da instrucciones sobre qué hacer en una crisis electoral. Bien indica Gellman, “en este punto, ya no es una cuestión legal; es una cuestión de poder. Y Trump tiene posesión de la Casa Blanca”. ¿Quién podría obligarlo a abandonarla? 

Pero igual y siempre sí se muere el gordo, y entonces nada de esto importa.

¡Todos a rezar!