20/7/20

LA FURIA DEL DRAGÓN

No conformes con haber sido el origen del SARS-CoV-2, hoy China regresa para machacarnos dos problemas enormes: uno muy malo y otro mucho peor. 



Texto por: Juan Pablo Delgado Cantú

Bien dice una máxima de los filósofos clásicos: “¡Si no es una pinche cosa, es la otra!”

Y es que en medio de todo el alboroto mundial, resulta que si descuidamos por un segundito a China nos vuelve a armar un despapaye.

No conformes con haber sido el origen del SARS-CoV-2, hoy los chinos regresan para machacarnos dos problemas enormes: uno muy malo y otro mucho peor. Pero vámonos despacio, porque vamos lejos.


Primero lo muy malo: La última vez que les platiqué de China fue para contarles de una nueva ley de seguridad que el gobierno central en Beijing quería imponer a la provincia de Hong Kong. La lógica del presidente Xi Jinping era sencilla: los hongkoneses disfrutan de una serie de libertades que no existen en el resto del país (prensa, justicia, educación) y esto ya no será tolerado. Así que Xi preparó una ley en lo oscurito, se aprobó en el Parlamento a puerta cerrada y el 1 de julio Hong Kong amaneció con un nuevo régimen legal. El resultado: cualquier protesta contra el gobierno será criminalizada. Incluso si ocurre en Internet. ¡Incluso si ocurre fuera de China! Por lo que este artículo sedicioso me convierte en potencial delincuente frente a los comunistas. ¡Qué bueno!

De acuerdo con The Economist, esto representa “uno de los mayores asaltos a una sociedad liberal desde la Segunda Guerra Mundial”. También podemos dar por muerta la noción de “un país, dos sistemas” que subsistió desde 1997, y el estatus de Hong Kong como centro financiero de Asia. ¡Todo un desastre!

Pero aquí no termina la perversidad de Xi. Veamos una situación más trágica que la anterior.

De acuerdo con una investigación de la Associated Press (AP), el gobierno de China ha iniciado una campaña despiadada y sistemática para reducir el número de nacimientos de los uigures y otras minorías en la provincia de Xinjiang, al oeste del país; buscando eliminar por completo su identidad y estilo de vida que no coincide con los lineamientos del régimen central.

¿A qué me refiero exactamente? A la realización de abortos, esterilizaciones y aplicación forazada de anticonceptivos a millones de mujeres; al cobro de altísimas multas por tener más de dos hijos; al encarcelamiento masivo de millones de ciudadanos por violar las reglas impuestas por el gobierno. No estoy siendo hiperbólico. Expertos consultados por AP consideran a estas medidas un “genocidio demográfico”.

La lógica detrás de esta campaña parece ser la destrucción de la cultura uigur en Xinjiang, ya sea reduciendo el número de nacimientos o encarcelando en masa a la ciudadanía para “reeducarlos” a través de trabajos forzados y/o tortura en cientos de campos de concentración.

De acuerdo con cifras de AP, la tasa de natalidad en dos regiones donde predominantemente habitan uigures se colapsaron en más de un 60% entre 2015 y 2018. En toda la provincia de Xinjiang, el descenso ha sido de 24% tan sólo en el 2019, comparado con 4.2% a nivel nacional. El académico Adrian Zenz indica que “esta caída no tiene precedentes… hay un elemento de crueldad en todo esto”.

Joanne Smith Finley, de la Newcastle University del Reino Unido va un paso más lejos: “Es genocidio, punto final. No es un genocidio inmediato, impactante, de asesinatos masivos, pero sí es un genocidio lento, doloroso y progresivo".

Así las cosas: el régimen de Xi Jinping ha resultado ser no sólo autoritario y represivo, sino el responsable del primer gran genocidio del siglo XXI.

Dato curioso: Xinjiang significa “Nueva Frontera” en mandarín. Resulta perversamente irónico que aquí haya decidido Xi trazar su nueva frontera de terror.

Texto publicado originalmente en Vértigo

6/7/20

EL INVIERNO DEL PATRIARCA

Vladimir Putin es un rockstar de la geopolítica mundial. ¿Pero qué ha logrado en sus 20 años al frente de Rusia? Y peor aún... ¿Qué podemos esperar ahora que puede reelegirse hasta el 2036? 


Texto por: Juan Pablo Delgado Cantú

Vladimir Putin es el villano del momento. Lo hemos visto montando a caballo con el pecho desnudo; salir de las profundidades del océano con reliquias de barcos hundidos; someter a sus adversarios con llaves de judo; posar con leopardos y con tiernos cachorros; boicotear elecciones presidenciales e iniciar invasiones sin remordimiento. Donald Trump, líder del país más poderosa, lo venera e idolatra. 

El 07 de mayo, la figura de Putin alcanzó nuevas alturas: ¡20 años en el poder! Poco después los rusos lo coronaron con laureles al aceptar una reforma que permite su reelección hasta el 2036.

Pero si vemos más allá del sex appeal y su fachada de genio estratega, la Rusia de Putin no es más que una colección de contradicciones, claroscuros y problemas.

¿Cuál es el legado tras de 20 años en el poder? Les presento diversas voces tomadas de Foreign Policy para desenmarañar este misterio:



Susan Glasser (periodista): Comparado con el borracho de Yeltsin (su predecesor), Putin sí buscó la modernidad de Rusia. Pero dos décadas después, su país es un petro-Estado en crisis, con un líder anciano que mantiene la tradición autoritaria que siempre obstaculizó el desarrollo. Hoy su economía se define por corrupción, parálisis y dependencia total en hidrocarburos. 

Olga Oliker (International Crisis Group): El verdadero cambio que Putin logró fue crear un sistema político que depende extraordinariamente de su persona. Y este sistema, por definición, sólo existe mientras Putin permanezca en el poder.

Michael McFaul (exembajador de EUA en Rusia): Putin reemplazó una frágil democracia con una sólida autocracia. Rechazó el liberalismo y el multilateralismo; promoviendo ideas conservadoras y nacionalistas. Lo que vemos ahora es un choque entre el putinismo y el liberalismo, dentro y fuera de las fronteras rusas.

Irina Borogan (periodista): El cambio más significativo del putinismo es que los jóvenes que crecieron bajo su régimen no saben qué es la libre expresión o qué significa la democracia.

Yevgenia Albats (periodista): Putin prometió "Hacer a Rusia grande otra vez". Pero anexar territorios e iniciar guerras no genera grandeza o respeto; sólo inspira miedo en sus vecinos y desconfianza en el resto del mundo. Si no fuera por el vasto arsenal de armas nucleares, todos olvidarían la existencia de Rusia.

Vladimir Milov (político): Putin evitó reformas urgentes para crear una economía fuerte. Hoy está en un callejón sin salida: desde 2008 el PIB no crece. No tenemos nada positivo que ofrecer al mundo, excepto amenazas, desinformación y disrupción. Esa es la cara del putinismo.

Catherine Belton (periodista): Rusia exacerbó las debilidades y divisiones de Occidente y mantiene bajo asedio a la democracia liberal. Pero Putin es una reliquia deformada de una época pasada. No entiende que sin una economía competitiva sus “juegos de poder” colapsarán a su país.

Angela Stent (académica): Putin es un jugador global que busca un orden mundial post-Occidental. Pero el colapso de los precios del petróleo y la fuerte disminución del crecimiento económico limitan su proyección de poder y evitará que sean una gran potencia.

Andrea Kendall-Taylor (Center for a New American Security): Durante los últimos 20 años, lo único que ha impulsado a Putin es su deseo de mantenerse el poder. 

Pues ahí lo tienen…

Más que un gigante, Vladimir Putin es más bien reflejo de un país en ruinas. Para la desgracia de millones, este viejo patriarca ahora tiene el poder para definir su futuro por 16 años más. El invierno ha llegado a Rusia… un invierno largo, oscuro y frío.

Publicado originalmente en Vértigo