7/2/13

ES TARDE PARA EL HOMBRE ROMÁNTICO

Texto por Daniel Morales

"We are the Village Green Preservation Society
Preserving the old ways from being abused
Protecting the new ways for me and for you
What more can we do?"

- Raymond Douglas "Ray" Davies

La realidad contemporánea se encuentra repleta de fenómenos profundamente complejos; eventos que al desarrollarse a escalas gigantescas, son incapaces de ser asimilados por nuestras humildes mentes de primate. El comportamiento de sociedades, el auge y las caídas de los mercados financieros y las epidemias globales son buenos ejemplos de estos fenómenos. 

Paradójicamente, el problema que más nos aqueja no es el hecho de que estos procesos se rehúsen a caber en nuestros modelos mentales, sino la preocupante tendencia de ciertas personas a creer que ellos sí, y sin ayuda de evidencia, son capaces de comprenderlos e interpretarlos del todo.

Mi colega Juan Pablo Delgado ya ha discutido aquí la desatinada moda del espiritualismo "New Age" y sus nefastos adherentes. Con similar abstinencia de razonamiento crítico, un creciente grupo de personas aseveran, sin más evidencia que su propia (malograda) intuición, que el mundo actual está hundido en la más profunda podredumbre moral, donde no se puede encontrar ni una migaja de los valores que las sociedades del pasado gozaban. 

Esta romántica noción de los pueblos preindustriales generalmente viene acompañada de argumentos (sin respaldo alguno, obviamente) que denuncian la explosión de violencia en los tiempos modernos, que proponen que la calidad de vida está por los suelos, que expresan su repudio por el ser humano frío y calculador que ha sido creado por la ideología de Occidente.

No está de más recordar que esta visión pesimista de la sociedad Occidental es más popular, -muy irónicamente-, entre los individuos que componen dicha sociedad. Pareciera que está en boga creer que esta vida confortable, resultado de la explosión de la tecnología y el conocimiento en los dos últimos siglos, es moralmente vacía, precisamente debido a estos grandes avances. Los “románticos” creen que vivimos en el peor de todos los tiempos por culpa de la deshumanización causada por la Ciencia.

Nunca había visto un ejemplo más claro de esta ideología peligrosamente mal informada que el libro de ensayos ominosamente titulado “Es tarde para el hombre”, del popular escritor y poeta colombiano William Ospina. 

El principal ensayo del libro, “Los románticos y el futuro”, es una serie de condenas al mundo moderno y al positivismo. Ospina propone, por ejemplo, que "(…) el orbe que edades más sensatas vieron lleno de divinidades, organizado en mitos, perpetuado en leyendas y celebrado en cantos se ha pauperizado hasta ser sólo un laberinto sin centro, materia sin objeto y sin alma". Convenientemente, omite el detalle de que esos mismos mitos y divinidades que hoy buscamos destruir fueron la causa de incontables atrocidades, y hoy siguen causando daños indescriptibles en regiones que Ospina calificaría como “más sensatas" como en el África, donde niños albinos siguen siendo perseguidos, asesinados y pulverizados para ser utilizados en "remedios mágicos”.

Más aún, Ospina cree pertinente preguntarse "(…) cuáles son las grandes conquistas que la era del positivismo ha traído a la especie; si es verdad que en el reino racional de las mercancías somos más libres que bajo el imperio de los viejos Dioses y de sus viejos mitos, si bajo la sociedad de consumo somos más opulentos, si bajo el reinado de la tecnología somos más pacíficos, si bajo el reinado de la razón somos más razonables." 

Las preguntas capciosas de Ospina probablemente suenen para muchos como inofensivos ejercicios de pensamiento, incluso un bello llamado a debatir la ideología Occidental. Sin embargo, quedará claro que exponen una profunda insuficiencia cognitiva, pues se limitan a cuestionar los logros de la iluminación y el progreso del conocimiento, sin molestarse por hacer un mínimo esfuerzo investigativo. Afortunadamente, la humanidad cuenta con intelectuales menos desvergonzados y con más interés por la verdad, cuyos años de trabajo académico pueden darnos valiosas respuestas a las preguntas que plantea el Romántico. 

¿Seremos verdaderamente más libres? Respuesta: sí. Existen varios índices de libertad que lo demuestran sin dejar un lugar para dudas: el mundo Occidental es el más libre en prácticamente todos los aspectos. La estupidez de Ospina es la de no comprender que su crítica a la sociedad no sería tolerada (¡mucho menos publicada y celebrada!) en su idealizado mundo de mitos y divinidades. Simplemente basta imaginar su crítica, pero dirigida hacia el mundo islámico actual. No encontrarás la libertad de publicar abiertamente tus ideas ahí, ¿o sí, señor Ospina?

¿Más opulentos? Respuesta: sí. El autor Matt Ridley, en su libro “The Rational Optimist”, ha formulado un caso bellísimo (y exhaustivamente investigado) a favor de la emergente prosperidad causada por el consumo y los mercados. Ridley argumenta que, hasta la creación de la propiedad y los mercados, el ser humano jamás había tenido la oportunidad de decidir qué hacer con su tiempo. La división del trabajo, en combinación con el estallido de tecnología, ha permitido que la persona promedio hoy tenga a más personas trabajando para ella que el monarca más poderoso del planeta hace escasos siglos. Como uno de sus ejemplos favoritos, Ridley explica cómo en 1800 una persona tenía que trabajar seis horas para obtener una vela que le diera una hora de luz, mientras que hoy en día, para obtener una hora de luz, la persona promedio debe trabajar por medio segundo. Si eso no es opulencia, entonces no sé qué es.

¿Más pacíficos, más razonables? Otra vez, un contundente sí. El científico cognitivo Steven Pinker ha creado una obra magnífica llamada The Better Angels of Our Nature (altamente recomendada, y sin duda mucho más que la bazofia de Ospina), en la que reúne varios cientos de trabajos de investigación en los campos de antropología, sociología, economía y política para argumentar que el mundo moderno (y en particular el Occidental) vive en los tiempos más pacíficos de la historia de la humanidad. Difícil de creer, pero cierto. Basta mirar las cifras duras de mortandad o, para los más osados, recordar los inhumanos castigos medievales como la pera de la angustia (también conocida como pera vaginal), para entender el nivel de psicopatía que era rampante en las épocas de los cantos y las leyendas; sin olvidar el pasatiempo medieval favorito de quemar gatos vivos.

Pero para Ospina la realidad no es importante. Para él es suficiente invocar su ignorante imaginario, el cual le indica que "había más inocencia y más dignidad en los avances de las hordas de Atila (…) que en los campos de esqueletos vivientes del Tercer Reich y en sus cámaras de cianuro." ¿Inocencia? ¿Dignidad? Es realmente preocupante la miopía de Ospina, que no le permite ver la vulgaridad de sus palabras.

Pero la total ausencia de datos duros en el ensayo de Ospina no debe sorprendernos. Aunque suene irónico, el autor, en su alarmantemente mal informado ensayo, felizmente critica la mera idea de buscar información confiable. "Hoy es forzoso creer sólo en la evidencia, pero esa evidencia no es más que una ilusión. Nuestro problema es que somos demasiado sensatos, demasiado cuerdos, demasiado precisos." 

¡Que inmensurable estupidez! Difícil creer que una opinión tan retorcidamente oscurantista pueda existir, ¡mucho menos ser publicada y distribuída en una sociedad supuestamente educada! ¿Cómo reaccionaría Ospina, me pregunto yo, si le dijeran que en su próxima visita al dentista se utilizará solamente conocimiento y tecnología del siglo XVII? ¿Condenará entonces la precisión y la sensatez? ¿Se atreverá a calificar como ilusoria la evidencia de que ciertas moléculas pueden ser usadas para evitar el dolor, sin presentar algún peligro? ¿Que otras moléculas son capaces de matar las infecciones de sus muelas, evitando tener que extirparlas? 

Pero es en la conclusión de su ensayo donde Ospina confiesa lo que para él es la peor parte de la modernidad. "Algo nos ha sido quitado y ese algo es el asombro ante lo inexplicable de la realidad (…) no nos asombra ver flotar al planeta (…) no parece inquietarnos que el universo se prolongue hasta el fin. Nos parece que una cosa deja de ser misteriosa por el hecho de que se la enmascare en fórmulas matemáticas."

No es la primera vez que me encuentro argumentos como este. Parece ser que muchas personas comparten la visión rancia y retrógrada de Ospina, y temen que la vida pierde la “magia” cuando la ciencia explica algún fenómeno. ¿Qué responder? Me parece que hay que ser burdos: si no te asombra la realidad, muy tu problema.

Aquellos que en verdad son incapaces de asombrarse, aquellos que no obtienen, por ejemplo, un sentimiento inigualable de catarsis al recordar que la razón por la que existen es porque todos los seres vivos en la Tierra, desde la bacteria en el océano hasta el gigantesco sequoia en California, son literalmente su familia, no tienen remedio. Aquellos que no sienten un suspiro de humildad combinado con una explosión de incrédula fascinación al evocar que las estrellas en el cielo no son agujeros que dan a reinos celestiales sino que son gigantescos bultos de flamante materia en constante reacción, no tienen interés alguno por la belleza y la magia de la realidad.

Y quizá leer a Ospina haga a estas personas sentir que los responsables de sus deficiencias intelectuales no son ellos mismos, sino nuestra vacía sociedad Occidental.

Finalmente, lo más bello y “romántico" de todo este asunto es que, aun con la presencia de muchos Ospina o sin la existencia de ellos, nuestro avance como humanidad no se va a detener y ese asombroso deleite que ofrece la realidad persistirá para aquellos dispuestos a admirarla sin el oscuro velo del misticismo.