26/4/21

CRÓNICA DE UNA MUERTE ANUNCIADA

El problema del neoliberalismo es global. A donde sea que volteemos, el viejo paradigma se percibe malherido y desahuciado, dando tumbos y retrocediendo. Cuatro largas décadas de teoría y acción económica se desmoronan frente a nuestros ojos. ¡De rodillas, paganos!


Texto: Juan Pablo Delgado Cantú

No me importa sonar hiperbólico: estamos viviendo los tiempos finales del neoliberalismo. 

El responsable de esto no es  -naturalmente- el presidente de México. Porque aunque todas las mañanas arroje burlas, escarnios e insultos contra el espectro neoliberal, al final esto es -si acaso- un espectáculo parroquial que no genera eco más allá de nuestras fronteras.

El problema del neoliberalismo es global. A donde sea que volteemos, el viejo paradigma se percibe malherido y desahuciado, dando tumbos y retrocediendo. Cuatro largas décadas de teoría y acción económica se desmoronan frente a nuestros ojos. ¡De rodillas, paganos!

Quizá esto era inevitable. Desde hace años existe una gran inconformidad ante un sistema que muchos perciben como cruel, poco regulado, e incapaz de contrarrestar las grandes desigualdades que se han generado en las sociedades. 

Si la crisis del 2008 abrió las primeras grietas, el golpe mortal vino con la pandemia del Sars-CoV-2, donde el doble shock (de oferta y de demanda) causado por los cierres económicos dejó expuesta la absoluta incapacidad de este modelo para contener los peores efectos del desempleo, la quiebra de negocios y el aumento de la pobreza. 

Ahora bien, si el neoliberalismo muere, ¿qué es lo sigue? De acuerdo con numerosos analistas, estamos frente a una nueva época donde el Estado tendrá un papel más preponderante en la conducción de la economía. 

Desde mediados del 2020 ya doblaban las campanas por la muerte del neoliberalismo. En abril, el consejo editorial del diario británico The Financial Times -nunca conocido como amigo del estatismo- escribió que debido a la pandemia serían necesarias “reformas radicales” que revirtieran “la dirección política predominante de las últimas cuatro décadas”, las cuales deberán de promover “un papel más activo en la economía” por parte de los gobiernos para invertir en servicios públicos y proteger el mercado laboral.

También el Fondo Monetario Internacional (FMI) -paladín excepcional del neoliberalismo- dejó atrás su ortodoxia y desde el año pasado recomendó a los países incrementar su gasto público e incluso endeudarse (con “responsabilidad”) para aminorar los efectos de la crisis.

A comienzos de abril del 2021, el reporte “Fiscal Monitor” del FMI reconoció que la pandemia había exacerbado las desigualdades en educación, salud y otras esferas, lo que podría causar que las brechas de ingresos persistan por varias generaciones en el futuro. Ante esto, recomendó a las economías avanzadas impuestos más progresivos sobre la renta, las herencias, la propiedad; e incluso a incrementar impuestos sobre las ganancias corporativas "excedentes" para ayudar a reducir estas desigualdades. ¡Válgame dios!

Por su parte, el gobierno de Joe Biden, sin haber cumplido siquiera 100 días en el poder, ha trastocado la ortodoxia económica que definió a Estados Unidos por 40 años. Su administración ya gastó 1.9 billones de dólares en cheques para millones de ciudadanos (algo que inició Trump); y ahora, Biden busca incrementar los impuestos corporativos (del 21% al 28%) para recaudar $2.5 billones en los próximos 15 años y gastarlos en infraestructura. 

Por si fuera poco, su secretaria del Tesoro, Janet Yellen, propuso un impuesto mínimo global para las corporaciones, para detener la "carrera hacia el fondo", donde los países bajan sus tarifas para competir por empresas, permitiendo a las multinacionales trasladar ganancias y evitar pagar impuestos en su país de origen. Por lo pronto, Francia, Alemania y Jeff Bezos (Amazon) ya anunciaron su apoyo a Yellen.

¿Debemos lamentar la muerte del neoliberalismo? Yo creo que no merece ni una sola lágrima. El detalle ahora es construir un nuevo paradigma que realmente sea más justo, incluyente y responsable.

12/4/21

LA CUMBRE DE LOS AGRAVIOS

La “Cumbre en Anchorage” nos coloca frente a un futuro incierto y repleto de despeñaderos. China ha abandonado completamente la máxima de Deng Xiaoping -"Esconde tus fuerzas y espera tu momento”- mostrando en cambio asertividad, agresividad y soberbia. 


Texto por: Juan Pablo Delgado Cantú


Para todos los amantes del orden internacional, los hechos ocurridos a mediados de marzo debieron ser vistos como el primer capítulo de una historia de terror.

El día 18, el equipo diplomático de élite del presidente Joe Biden se reunió con sus contrapartes chinas en Anchorage, Alaska. Según la postura oficial del gobierno americano, era una oportunidad para detallar “nuestros intereses, intenciones y prioridades, y adquirir algo de conocimiento sobre la posición de los chinos”. O como dice el periodista Alex Ward de VOX, la reunión podría considerarse la primera cita entre dos exnovios tras una fuerte ruptura. 

Con este preámbulo, los aficionados de la geopolítica esperaban que la reunión significara el relanzamiento cordial y armónico de la relación más importante del planeta. Todos esperaban tensión -sin duda-, pero pocos previeron la discusión explosiva que terminó aconteciendo.

El Secretario de Estado, Antony Blinken, abrió la cancha con una letanía de quejas y agravios: el genocidio de Xinjiang; la represión en Hong Kong; las amenazas hacia Taiwán; los ciberataques contra Occidente, la coerción económica contra países aliados; y el desprecio por las normativas globales. 

Si cada interlocutor tenía dos minutos para exponer comentarios iniciales; Yang Jiechi, principal diplomático chino, se agandalló sus buenos 18 minutos para enumerar todo aquello que China desaprueba del Imperio Yanqui: la desconfianza que los propios gringos tienen hacia la democracia; que EE.UU es el “campeón” en ciberataques; los abusos de derechos humanos y los asesinatos de afroamericanos; las guerras que han iniciado en el mundo y la inequidad económica rampante. ¡Crista Jesusa! Eso no salió como esperábamos.

Lo peor de todo, es que a diferencias de otras reuniones bilaterales, aquí ambos países decidieron convertir su intercambio en un reality show, sacando los trapos sucios frente a las cámaras de televisión, las cuales transmitieron en vivo al mundo entero este afable y ameno soirée.

La situación siguió empeorando. Pocos días después, EE.UU, la Gran Bretaña y Canadá se unieron a la Unión Europea para imponer sanciones contra cuatro altos funcionarios chinos acusados de violaciones de derechos humanos contra los uigures en Xinjiang (ver “Un Genocidio Sin Importancia” en Vértigo #1045); quizás las sanciones más severas impuestas contra China desde la masacre de Tiananmen. Y si pusieron atención, notarán que los países involucrados son los mismos que integran a la OTAN -antiguamente el equipo anti-soviético- que ahora buscan poner en jaque a los chinos.

Obviamente, Beijing no tardó en responder con sus propias sanciones contra personas e instituciones de la UE, aprovechando para decir que Europa “debe dejar de sermonear a otros sobre derechos humanos, y de interferir en sus asuntos internos”. ¡Qué bonita relación!

Esto no es un asunto menor. Joe Biden lleva poco más de 2 meses en la presidencia y este primer (des)encuentro con China nos revela turbulenta ruta que nos depara por lo menos durante los siguientes cuatro años. ¡Y ojo! Hablamos de las dos economías más importantes del planeta, las cuales ni siquiera pueden ponerse de acuerdo en cómo debería de funcionar el mundo. 

La “Cumbre en Anchorage” nos coloca frente a un futuro incierto y repleto de despeñaderos. China ha abandonado completamente la máxima de Deng Xiaoping -"Esconde tus fuerzas y espera tu momento”- mostrando en cambio asertividad, agresividad y soberbia. Estados Unidos no dejará su posición como principal potencia global sin una batalla. En palabras de Alex Ward, “estamos ante el precipicio de una nueva relación entre China y Estados Unidos”. 

Eso sí… esperemos que no nos arrastren a ese precipicio junto con ellos.