8/4/17

EL CHISME DE LA DÉCADA

La vida puede ser amable por momentos y de vez en cuando la diosa Fortuna nos sonríe. Porque en las últimas semanas, hemos sido testigos de lo que podría ser el chisme de la década.


Texto por: Juan Pablo Delgado Cantú


Para todos los que somos nerds de la política internacional, ciertos placeres superfluos y mundanos han sido eternamente negados. En particular las diversiones frívolas que cautivan a millones de personas, producto de los chismes que hierven en el mundo de la farándula y el espectáculo.

Pregúntenme de la última controversia de las Kardashian y no sabría ni decirles cuántas Kardashians existen, ni a qué fregados se dedican. Saquen a tema a la güerita esa de Taylor Swift y mi mente se convierte en ruido blanco. Incluso gente como Beyoncé me es ajena; no tengo ni las más remota idea de su vida, sus amores o sus broncas.

Pero la vida puede ser amable por momentos y de vez en cuando la diosa Fortuna nos sonríe. Porque en las últimas semanas, hemos sido testigos de lo que podría ser el chisme de la década:

¡Donald Trump y Stephen Bannon se van a divorciar!

La noticia cayó como bomba en todos los periódicos: Bannon fue corrido a patadas del Consejo de Seguridad Nacional y parece que su influencia con el presidente cada día se ve más mermada. El pobre Steve ha sido ninguneado, vejado y avergonzado.

“¿Quién pudo causar esto?”, se preguntarán. Pues como en toda historia de farándula, aquí también hay un triángulo de amor; un tercero en discordia. En este caso se trata de un muchachito de 36 años que vino a robarse los amores y las miradas a Mr. Trump. Me refiero al galán Jared Kushner, socialité neoyorquino, liberal en sus políticas y esposo de la guapa Ivanka Trump.



El desplazamiento en la cama presidencial y el enorme poder que acumula Jared es evidente. Donald lo ha puesto al frente de la diplomacia con China; la relación bilateral con México; lograr la paz entre Israel y Palestina; revisar la estrategia contra ISIS; reformar el sistema de justicia penal; y liderar la oficina de Innovación Americana, que se encarga de reformar el sistema de cuidado a los veteranos de guerra, enfrentar la epidemia de opiáceos, y reformar la totalidad del gobierno federal.

Un par de encarguitos nomás, como pueden ver.

Lo mejor para nosotros será que podremos ver en tiempo real el horrible desenlace de este divorcio, porque nadie espera que Bannon se vaya por las buenas y sin hacer un relajo.

Porque finalmente Steve creyó ser el incondicional de Trump, su único amor que haría de su retorcido nacionalismo-racial la ley en toda América. Kushner, en cambio, es un millonario que en su momento apoyó al partido Demócrata. Y mientras el primero habla de una apocalíptica guerra entre el Islam y el Cristianismo, el segundo prefiere viajar en jet privado a Aspen para esquiar.

De salir victorioso Kushner –y todo indica que así será- el mundo se estaría librando de la amenaza tóxica que representaba Bannon, tanto para el gobierno Imperial, la estabilidad económica global, y la permanencia de la civilización Occidental.

Pero este final dejaría un sentimiento anticlimático. Porque la nueva presidencia eliminaría aquellas amenazas xenófobas, racistas y ultra-nacionalistas que hacían de Trump ese espectáculo tan adictivo.
Así, finalmente será evidente el fiasco que representó Donald. Un simple show de burlesque de bajo presupuesto, adornado con su megalomanía narcisista, quizás algo sociópata, pero más bien enfocado a mostrarnos todos los orgullos de su nepotismo.

Y yo, señores, no compré ningún boleto para esa película.

2/4/17

¡COMPÁRTEME ÉSTA!

De manera más extraña, nos hemos adaptado también al surgimiento de una nueva “economía compartida” ("sharing economy" la llaman los gringos); un modelo novedoso de supervivencia que se sustenta con un sinfín de aplicaciones digitales, la mayoría enfocadas a poner en renta nuestro tiempo o propiedad para ganar unos pesos.


Texto por: Juan Pablo Delgado Cantú

El periodista Martin Wolf recientemente escribió que si queremos mantener la legitimidad de los sistemas democráticos en el mundo, la política económica debe entonces orientarse a promover los intereses de las mayorías y no de unos pocos. De fracasar en este propósito, la base de nuestro orden político colapsará.

Pero... ¿qué no es esto lo que vivimos actualmente? ¿No estamos ya frente al fracaso neoliberal y vemos -de hecho- sus consecuencias en la forma de un espectro populista que recorre Occidente?

Sería imposible defender la racionalidad del modelo neoliberal en el siglo XXI, porque en realidad habitamos ya en un mundo post-neoliberal; o mejor dicho, en un mundo post-avaricia.

Una estrafalaria y decadente desigualdad barniza la estructura de este modelo económico a nivel global; una desigualdad que es aceptada por muchos, incluso por aquellos que están siendo arruinados por el propio sistema.



Es un hecho conocido que dentro de la OCDE, los mexicanos son quienes más horas trabajan a la semana, aunque ganan los salarios más bajos. Pero en vez de indignarnos por esta farsa, algo extraño sucede. Hemos decidido adaptarnos. ¿Adaptarnos a qué? Pues a la nueva realidad que incluye puestos laborales con títulos como "pasante" y "practicante", los cuales condenan a trabajadores adultos a remar en las galeras del mundo corporativo sin recibir siquiera un salario. 

De manera más extraña, nos hemos adaptado también al surgimiento de una nueva “economía compartida” ("sharing economy" la llaman los gringos); un modelo novedoso de supervivencia que se sustenta con un sinfín de aplicaciones digitales, la mayoría enfocadas a poner en renta nuestro tiempo o propiedad para ganar unos pesos.

El problema de fondo es que prácticamente ninguno de estos “empleos del futuro” permiten una vida digna. ¿Prestaciones de ley? ¡Hasta creen! ¿Seguro médico? ¡Lo que nos faltaba!

Este modelo se nos vende como el nuevo gran paradigma económico, aunque la realidad parece ser sólo las migajas del antiguo sistema. Nos dicen que podemos ser “emprendedores flexibles”, o que podemos “tener control de nuestro tiempo”. Pero detrás de la propaganda de “conéctate, diviértete y logra tus sueños” se esconde una realidad ineludible: el nuevo héroe post-neoliberal debe glorificar su propia explotación, trabajando más tiempo para ganar menos dinero que antes.

Volviendo a la hipótesis de Martin Wolf, podemos ver que históricamente un incremento compartido en salarios reales jugó un papel fundamental en la legitimación del capitalismo y logró la estabilidad democrática. Hoy, sin embargo, el modelo capitalista enfrenta numerosos retos para generar mejorías en la prosperidad. 

Dice el analista político (y comediante) Bill Maher que el daño en realidad nos lo hicimos nosotros mismos. Compramos la idea de que la avaricia era buena e incluso necesaria para ganar en este juego: reemplazamos a trabajadores con robots, explotamos a los “pasantes” en las empresas y decidimos depender del trabajo de esclavitud para hacer nuestros productos.  

De esta manera, un día nos despertamos y ya teníamos frente a nosotros una economía compartida “donde lo único que no se comparte son las ganancias”. Muy curioso, dice Maher, que por alguna razón todos se olvidaron de crear una aplicación para eso.

Bastante conveniente, ¿no creen?