30/11/15

STAIRWAY TO HEAVEN

Todo parece indicar que la civilización humana no va tan mal como creíamos; esto de acuerdo a los argumentos de Steven Pinker.


Texto por: Juan Pablo Delgado Cantú

¿Es usted optimista o pesimista sobre el futuro de la humanidad? Yo, debo aceptar, perdí hace tiempo la esperanza por el porvenir de nuestra especie: suelo ser optimista en lo personal, pero no por el futuro colectivo.

Esto no se gana gratis. Diariamente, los medios de comunicación ofrecen panoramas terribles donde el mundo parece carcomerse en violencia, corrupción, misoginia, superstición y barbarie. ¿Cómo carajos ser optimistas?

Por esto llamó mi atención el reciente debate organizado por Munk Debates. La controversia era muy clara: “Que se compruebe que los mejores días de la humanidad están por llegar…”A favor de la moción estaba el afamado científico Steven Pinker, quien expuso un caso sumamente sólido que merece transcribirse en parte:

• Esperanza de vida: Hace un siglo y medio, la esperanza de vida era de 30 años; hoy vivimos 70 años en promedio y la cifra sigue avanzando.

• Salud: Hemos logrado grandes avances en medicina y erradicación de epidemias. En Wikipedia, conceptos como “viruela” están escritos en pretérito: “La viruela fue una enfermedad infecciosa…”. Lo mismo pasará pronto con el polio, la malaria, la rubéola, etcétera...

• Prosperidad: Hace 200 años, el 85% de la población vivía en extrema pobreza; hoy la cifra es 10%, y la ONU dice que para el 2030 podríamos erradicarla.

• Paz: La guerra entre naciones poderosas se ha vuelto inexistente. Los países desarrollados llevan 70 años sin luchar entre ellos. Las guerras civiles existen, pero son más escazas y menos violentas. Si las cifras de muertes eran de 300 por cada 100,000 habitantes en la Segunda Guerra Mundial, hoy son de 0.2 por cada 100,000.

• Seguridad: Las estadísticas de crímenes violentos se desploman en todo el mundo; y es posible que en 30 años se reduzcan a la mitad de las cifras actuales.

• Libertad: El Índice de Democracia Global se encuentra en su nivel más alto. Actualmente, el 60% de la humanidad vive en sociedades abiertas: el mayor porcentaje en la historia.

• Conocimiento: En 1820, el 17% de la población mundial tenía educación básica; hoy la cifra asciende al 87%, y rápidamente nos acercamos a la cobertura total.

• Derechos Humanos: Gobiernos y ONG han luchado contra el trabajo infantil, el tráfico de personas, la pena de muerte, la violencia contra la mujer... Pronto, estos temas seguirán el camino de los sacrificios humanos, el canibalismo, la esclavitud… 

• Igualdad de Género: Las mujeres hoy tienen más educación, mejores ingresos, más control de su reproducción, y más acceso a puestos de poder e influencia.

• Inteligencia. En todo el mundo, cada década se registra un incremento de tres puntos en el IQ de las personas.


Pinker dice que a excepción de la guerra, ninguno de estos indicadores son proclives a estallar como burbujas caóticas: estas categorías son acumulativas y se sustentan entre ellas. Aún así, advierte que no debemos tener esperanza ciega hacia el futuro, pues aún quedan peligros por resolver. No obstante, entre mayor riqueza e igualdad haya en el mundo, más sencillo será limpiar nuestro ecosistema, evitar guerras estúpidas, y lograr educar, sanar y proteger a los ciudadanos.

Debo aceptar que no dejaré de ser un amargado en esta vida, pero reconozco que el señor Pinker tienen un excelente punto: la verdad es que no vamos tan mal como creímos.



Este artículo fue publicado originalmente en Vértigo.

26/11/15

WE ARE THE CHAMPIONS

México parece ser campeón en las peores cosas; pero lo más terrible es nuestro segundo campeonato seguido en el número de adolescentes embarazadas.


Texto por: Juan Pablo Delgado Cantú

No existe duda que uno de los mayores triunfos del movimiento feminista en particular -y del progreso humano en general- haya sido el invento de la píldora anticonceptiva. 

Con su entrada al mercado hace 55 años, la píldora prometía una nueva era para las mujeres, en donde podrían ser libres de ejercer su sexualidad responsablemente; de forjar su propio futuro sin temor a embarazarse; y en donde un proyecto de familia pudiera aplazarse de manera controlada y sin caer en los infiernos de tener a un chamaco cuando no se planea. Para México, más honroso todavía resultaba que un compatriota nuestro, el químico Luis Ernesto Miramontes, haya sido la mente maestra detrás de este descubrimiento médico.  

¡Ah, si tan sólo la realidad no fuera tan necia, y permitiera ser reales a nuestros paraísos imaginados! Porque medio siglo después de la llegada de la píldora, nuestro país se encuentra aún muy alejado de esa utopía humanista. 

¿Por qué tanto pesimismo? Pues basta con ver la realidad reflejada en el último informe de la OCDE titulado “¿Cómo va la vida?” (La respuesta a esa pregunta para México sería: va muy mal) 

Porque más allá de que seamos el primer lugar en obesidad, el primer lugar en agresión y robos, o tengamos los peores salarios de la OCDE; ostentamos también otro deshonroso primer puesto que es indudablemente uno de los más graves: la mayor tasa de embarazos entre adolescentes.

Lo interesante es que la mayoría de nuestros rivales de la OCDE ni siquiera se acercan a nuestras cifras (excepto Chile). Esto nos ha permitido mantenernos como campeones indiscutibles de embarazos adolescentes por dos años consecutivos. Y si consideramos las cifras del 2014, este primer lugar se traduce a medio millón de embarazos adolescentes al año; mil 252 partos por día; o un embarazo no deseado cada minuto. ¡Viva México campeón!


A diferencia de los otros terribles indicadores de la OCDE, los embarazos adolescentes son probablemente los más trágicos para una sociedad. Porque el daño colateral se desborda a múltiples esferas: desde un incremento en las tensiones familiares, hasta la falta de educación y oportunidades para el muchacho que nacerá en nueve meses.

¿Y qué diablos está sucediendo en México? Pues es indudable que los embarazos adolescentes son consecuencia de múltiples variables: desde la marginación, desinformación, pobreza, machismo y otros tantos etcéteras. No es casualidad que los estados con mayores cifras en este rubro sean Chiapas, Oaxaca y Guerrero. Pero un segundo grupo de estados con alta incidencia de embarazos no deseados (Guanajuato, Puebla y Aguascalientes) apuntan a quien yo considero otro sospechoso común: la arraigada religiosidad en nuestra sociedad.

Hace apenas unos días, el Sínodo de Obispos reunidos en el Vaticano se rehusó a realizar cambios a su postura sobre el uso de anticonceptivos: toda relación sexual deberá estar abierta a la vida. ¿Pues así cómo, señores?

Es irrefutable que en cualquier sociedad del mundo, una mujer sólo podrá empoderarse si cuenta con seguridad económica y el control absoluto de su sexualidad y reproducción. Pero en el caso de México, parece que seguimos todavía tan cerca de Dios y tan lejos de Luis Miramontes. Sigamos así, y ya tendremos en el 2016 nuestro tercer campeonato en la OCDE.

¡Ánimo, señores!

Este artículo fue publicado originalmente en Vértigo.

¿Vive la France? Por qué los ataques en París no deben sorprender a nadie

A nadie debería sorprender lo que pasó en la Ciudad de la Luz el viernes 13 de noviembre: desde hace tiempo, Francia venía buscando pleito con el Estado Islámico.


Texto por: Juan Pablo Delgado Cantú

Es indudable que los ataques terroristas en París no sólo fueron un acto de inmensa cobardía sino también algo realmente barbárico. Mas no debería sorprender lo que pasó en la Ciudad de la Luz: desde hace tiempo, Francia venía buscando pleito con el Estado Islámico.

En los últimos días, todo el mundo se ha volcado a las redes sociales para rendir tributo a las víctimas inocentes que murieron en los ataques del viernes por la noche. Dichos actos fueron calificados por el presidente Francois Hollande como “actos de guerra”. Pero que a nadie engañe esto: la realidad es que la guerra ya había comenzado desde hace varias semanas, y esto es solamente la última reacción en una larga cadena de eventos.

¿Por qué atacar a Francia, se preguntarán ustedes? La respuesta más sencilla es que el Estado Islámico está atacando a todos aquellos que se interpongan en su objetivo de conquistar el Medio Oriente, en concreto la región de Siria e Irak.

Hace unas semanas, el Estado Islámico realizó ataques similares a los de París en la ciudad de Beirut, en la República Libanesa. ¿La razón de esto? Pues que el grupo militar Hezbollah, una fuerza preponderante en Líbano, ha estado atacando al Estado Islámico junto con Irán.

Después, una bomba derrumbó a un avión comercial de Rusia mientras sobrevolaba la región del Sinaí, en Egipto. ¿Y esto por qué pasó? Pues fue la respuesta del Estado Islámico a los bombardeos que Vladimir Putin inició hace unas semanas para apoyar a Bashar Al-Assad, el presidente de Siria.
Y ahora le tocó el turno a Francia, quien lleva bombardeando los campos de entrenamiento del Estado Islámico desde hace tiempo: a los ojos del Estado Islámico, Francia es solamente otro de los enemigos a derrotar.


Claramente lo que ocurrió en París es algo desgarrador, pero hay que entender que hay razones claras que los hacían inminentes: estos ataques no surgieron de la nada. El Estado Islámico ha demostrado que son una banda de salvajes que quemaron hace tiempo el manual de Derechos Humanos. Basta recordar que hoy en día están vendiendo esclavas sexuales en los mercados, torturando a la comunidad homosexual, y asesinando a todos los apóstatas que no comulgan con su oscura versión del Islam. Les aseguro que poco le importan los estatutos de la Convención de Ginebra o la Carta de las Naciones Unidas. Ellos van a responder de la única manera que conocen y saben que es efectiva: el terrorismo.

El presidente francés debió saber que estos ataques eran prácticamente inminentes. Porque de hecho, Francia ha sido uno de los países que más activamente ha participado en la llamada “guerra global contra el terrorismo”. Desde que tomó el poder en 2012, Hollande ha intervenido o mantenido la presencia militar de Francia en Libia, Siria, la República Centroafricana, Afganistán, Malí y Siria: todos centros terroristas en el Medio Oriente o África. Naturalmente, ha hecho muchos enemigos en el camino.


Que algo quede muy claro: nada de esto justifica los actos que quitaron la vida a más de 120 personas en París; y personalmente aplaudo a todos los países que buscan eliminar a esa secta barbárica que es el Estado Islámico. Pero como bien dice el refrán: el que se pone a bailar entre nopales, termina espinado.



Este artículo fue publicado originalmente en Púrpura

19/11/15

EL DICTADOR SÍ TIENE QUIEN LE ESCRIBA

El tirano del siglo XXI no requiere de monumentales campañas de propaganda para crear realidades alternativas. Basta con crear un estado de desinformación masiva para paralizar a la sociedad. ¿Para qué luchar contra la era de la información si puedes usarla a tu favor?



Texto por: Juan Pablo Delgado Cantú

Al hablar de los dictadores del pasado, es fácil dejarnos llevar por las grandes monstruosidades del siglo XX: Stalin mandó al Gulag a millones de sus compatriotas; Hitler se regodeaba pensando en la Solución Final; Mao envío al camposanto a enormes secciones de su población; mientras que Pol Pot enterró al 25 por ciento de su gente buscando la utopía socialista. ¡Faltaba más!

Una característica que definía a estos regímenes era su fascinación por imponer grandes narrativas ideológicas a sus ciudadanos. Todos los sociópatas mencionados -y otros tantos que siguieron su ejemplo- buscaban un mundo nuevo basado en la estrafalaria ideología que trajeran en boga en ese momento. Eso sí, para crear esa realidad ilusoria, se requería de una enorme maquinaria de propaganda y censura, así como un aparato de persecución para aplacar a disidentes que quisieran pasarse de listos. Nada bueno resultó jamás de esto…

Hoy el mundo es distinto al de aquellos tiempos, y ahora encontramos a una nueva camada de tiranillos que poco tienen que ver con sus antecesores. Todavía sobreviven algunos ejemplos del dictador-genocida (te estamos viendo Corea del Norte y Siria) pero la realidad es que nuestros tiranos contemporáneos son mucho menos sanguinarios, aunque sí más astutos para controlar a sus pueblos.

A diferencia de los antiguos dictadores, los tiranos de hoy han tomado el arma más poderosa de las democracias liberales –la masificación de la información- y la han usado a su favor. Con la libre circulación de opiniones en Internet y el poder de las redes sociales, el tirano del siglo XXI no requiere de monumentales campañas de propaganda para crear realidades alternativas. Basta con desplegar una simple estrategia para lograr esto: crear un estado de desinformación masiva que confunda y paralice a la sociedad.


Tomemos el caso de Rusia, gobernada por el régimen neozarista de Vladimir Putin. Aquí, los medios han creado un mundo distópico donde Europa y Estados Unidos conspiran activamente para desestabilizar a su inocente país; y en donde la invasión de Crimea fue un triunfo anti-imperialista y no un atropello a la diplomacia internacional. El periodista Peter Pomerantsev menciona que para los ciudadanos rusos, la exposición simultánea a medios europeos y a los mensajes del Kremlin los han llevado al borde de la esquizofrenia. ¿El resultado? Una incomprensión absoluta de la realidad que los rodea.

Cosa similar sucede en China o Venezuela, donde el gobierno permite la disidencia en redes sociales, sólo para detectar a posibles líderes “revoltosos” y después arrestarlos. ¿Para qué luchar contra la era de la información si puedes usarla a tu favor?

Esto apunta a un escenario terrible, resumido por el analista Vassily Gatov: si la batalla más grande del siglo XX fue contra la censura y en pro de la libertad de información, la batalla del presente será contra el uso de información como arma de los regímenes autoritarios.

La solución a todo este embrollo es muy complicada. Pero un inicio sería comenzar por analizar nuestro propio comportamiento en Internet. Porque muchas veces, no necesitamos a un tirano que nos engañe y nos confunda: solemos hacer esto nosotros mismos, al inundar cada día a nuestras mentes con información ridícula, tonta o llanamente inútil.

¿A poco no?


Este artículo se publicó originalmente en Vértigo

18/11/15

¡EL ATAQUE DE LOS PERRHIJOS!

Seguro que a muchos animal-lovers no les gustará que critiquen a sus perros mimados, pero creo que debemos aceptar que algunos sectores de la sociedad han transformado a sus mascotas en fetiches y objetos de culto.


Texto por: Juan Pablo Delgado Cantú

Un fantasma recorre La Condesa: ¡el fantasma de la mataperros! Seguro que todos ustedes han seguido aunque sea en parte este thriller policiaco que se desarrolla en las proximidades del Parque México. Para algunos, éste se ha convertido en el crimen del siglo, y la presunta “mataperros” –esa misteriosa anciana que ponía fin a la vida de los canes con raticida– es ahora considerada “enemigo público número uno” por muchos capitalinos.

Más allá de que la mataperros nos ofrezca un delicioso platillo de morbo y surrealismo mexicano, esta historia periodística sirve como puente para adentrarnos en una característica que ha surgido en los últimos años en la sociedad mexicana.

Estoy de acuerdo en que es terrible la muerte de unos pobres perros que ni la debían ni la temían, pero la extensa cobertura que se le ha dado al tema, aunada a la reacción pública ante este crimen, nos permite analizar esa terrible obsesión –por no decir fanatismo– que las personas han desarrollado hacia los animales y en especial hacia sus mascotas.

Antes de seguir, debe quedar claro que jamás seré partidario del maltrato animal ni aplaudo ningún acto de violencia contra los animales (excepto algunos insectos: ¡les hablo a ustedes, pinches cucarachas y zancudos!). Pero es necesario reconocer que la fijación que existe hacia las mascotas hoy en día se ha salido completamente de control. Ha llegado a un punto que sobrepasa lo excesivo para llegar a lo ridículo.

Consideremos algunos datos: En Estados Unidos, los gringos gastarán en este 2015 un total de 60 mil millones de dólares en productos y servicios para sus mascotas. No sólo eso, la National Retail Federation calculó que los yankees desembolsan cada año más de 350 millones de dólares para –fíjese nada más– ¡comprar disfraces de Halloween para sus mascotas!

En México no nos quedamos muy atrás. Los últimos datos indican que el dueño de una mascota invierte en promedio más de 1,400 pesos al mes en sus animales. Mucho de este dinero va a comprar comida y en servicios veterinarios, algo que me parece bastante bien. Pero al igual que los disfraces que compran los norteamericanos, aquí en México también somos proclives a cometer toda clase de excesos con nuestras mascotas.


Yo tuve muchos perros durante mi infancia, y quizá el mayor lujo que tuvo ese animal (más allá del amor y el cariño) fue un suéter para no pasar frío en los crudos inviernos regiomontanos. ¿Pero manicure? ¿Fiesta de cumpleaños? ¿Menú especial con postre? ¿Masajes en un spa? ¡Hágame usted el rechingado favor!

Seguro que a muchos animal-lovers no les gustará que critiquen a sus perros mimados, pero creo que es necesario aceptar que algunos sectores de la sociedad han transformado a las mascotas en objetos de culto. ¿Dónde quedaron aquellos tiempos donde los perros eran sólo perros y los gatos eran simples gatos?

Para muchos, las mascotas se han convertido en su nueva religión: animales que requieren de adoración e idolatría como si se tratara de semidioses o criaturas sagradas. Hay incluso zapatos que puedes comprarle a tu perro, para que tu Schnauzer dandy o el príncipe Pomerano no tenga que pisar el sucio asfalto de la Roma Norte. ¡Lo que nos faltaba!

Estas actitudes responden a un incremento de la clase media y media alta en México con aspiraciones distintas a las de generaciones anteriores. Ahora, los jóvenes adultos prefieren aplazar el momento de tener hijos por diversas razones, sean económicas, personales o profesionales. Y en lugar de hijos, estos yuppies han optado por su equivalente animal: los perrhijos.

Claro… todos quieren tratar bien a sus mascotas y buscan su “felicidad”. Pero como diría Cantinflas: “ahí está el detalle”. Porque no importa cuánto queramos a nuestras mascotas, los perros o los gatos jamás responderán a los conceptos de felicidad que tenemos como Homo sapiens. Te puedo asegurar que tu bellísimo Poodle será igual de feliz con un filete de salmón noruego que con unos pellejos de pollo; y que a tu fascinante Yorkshire Terrier le da lo mismo dormir con sábanas de seda que con una simple jerga: ¡son sólo perros, por bondad!

Cabe aclarar que no pretendo decirles en qué deban gastar su dinero, ni tampoco vengo a sermonear sobre cómo la miseria humana merece más de nuestra atención que unos perros envenenados: cada quien gastará su dinero como mejor le venga en gana, y cada quien se preocupará por la causa que prefiera.

Pero algo sí quiero dejar en claro, y es que debemos poner límites a la obsesión que tenemos por nuestras mascotas. Porque una cosa es que ahora los padres sean esclavos de sus hijos mimados, ¿pero ser esclavo de tu propio perro?

¡Gracias, pero no gracias!


Este artículo se publicó originalmente en Púrpura

13/11/15

La Diplomática - 26 años desde la caída del Muro de Berlín

CONMEMORACIÓN DE LOS 26 AÑOS DE LA CAÍDA DEL MURO DE BERLÍN

Fecha de transmisión original: 13/11/2015

La Diplomática - Sección del noticiero "Primera Línea" con Vaitiare Mateos. (11:00 Hrs a 13:00 Hrs por AzNoticias; TV Azteca)


ESTA SEMANA CELEBRAMOS 26 AÑOS DE LA CAÍDA DEL MURO DE BERLÍN ¿QUE LECCIONES DEJA LA CAÍDA DEL MURO EN LA HISTORIA? 
Es necesario recordar al Muro de Berlín porque fue un símbolo vivo de cómo un régimen podía controlar de manera total la vida de una población entera. 

El muro fue construido en 1961 por el gobierno comunista de Alemania del Este. Recordaremos que tras la derrota de los Nazis en la SGM, tanto Alemania como Berlín se dividen entre las cuatro potencias vencedoras. A los pocos años se conformaron dos países: Alemania Occidental y Alemania Oriental, sin embargo, la capital había quedado como un enclave completamente rodeado por el nuevo país comunista de Alemania Oriental.

Al principio había poco control en cuanto al movimiento de personas y mercancías, pero el gobierno comunista de Alemania del Este  se dio cuenta que miles de alemanes estaban buscando asilo en el lado Occidental de Berlín, y decide poner un alto a esto.

Así que en una sola noche en agosto de 1961, el gobierno de Alemania Oriental construye un muro para evitar que más alemanes orientales entraran a Berlín. Esto separó de un día para otro a miles de familias, porque hay que recordar que el muro no sólo cruzaba por el centro de la ciudad. ¡La encerraba por completo!

Originalmente fue llamada la “Pared Protectora Anti-Fascista”, haciendo referencia a que los gobiernos de Europa Occidental eran en realidad anti-democráticos y buscaban terminar con el régimen de libertad soviética. ¡Pura propaganda!

Obviamente nadie de Berlín Occidental buscaba cruzar hacia el régimen comunista. Era todo lo contrario. De hecho, más de 3.5 millones de berlineses cruzaron hacia el lado Occidental, pero una vez construido el muro, miles de familias quedaron separadas y sin posibilidad de comunicarse. Tuvimos que esperar hasta el 10 de noviembre de 1989 para que los primeros pedazos del muro comenzaran a caer.

El Muro de Berlín finalmente nos recuerda cómo la falta de tolerancia hacia ideas políticas distintas a las nuestras puede llevarnos a levantar muros entre países. Porque hay que recordar que estamos hablando de una misma ciudad divida en dos.  

5/11/15

Infidelidad y celos: ¡son los genes, estúpido!

La evolución masculina hace a los hombres más proclives a sentir mucho más celos si una mujer nos ha "traicionado" sexualmente, y tendemos a sentir menos daño si se trata de una infidelidad emocional.


Texto por: Juan Pablo Delgado Cantú

Hace un par de días platicaba con mi novia acerca de la infidelidad y los celos. No porque nos encontráramos en alguno de los círculos de ese infierno, sino porque analizábamos cómo ambos géneros perciben de manera distinta estos temas.

Citando la respuesta de un amigo, ella me comentaba que no entendía cómo un hombre puede considerar poco grave que una mujer se metiera en la cama con otra chica. ¿Qué al final no es un acto explícito de infidelidad sexual? La pregunta es relevante porque presenta un panorama interesante sobre las relaciones interpersonales, y en concreto, sobre los actos que pueden desatar celos o ser vistos como una incuestionable puesta de cuernos.

Yo he sido siempre un jacobino cuando se trata de defender la fidelidad. Quizá la infidelidad sea el único tema que he prohibido de manera puntual en una relación, y también una de las cosas que ameritan el rompimiento de cualquier noviazgo.

Sin embargo –y para responder la pregunta planteada, aquella de la “infidelidad lésbica”, por llamarla de alguna forma– debo reconocer que me encuentro en el mismo bando que ese anónimo amigo de mi novia: si me entero de que mi mujer se ha ido con alguna amiga a tener una aventura sexual, estoy seguro de que mi mente no desataría alarmas o comenzaría una guerra fría contra ella.

La diferencia entre la percepción de mi pareja y la mía no es nada extraño; y así como otras tantas cosas que nos perturban y nos causan delirios diariamente, debemos buscar el origen de este embrollo en nuestro pasado genético, o más puntual, en el proceso evolutivo que desemboca en nuestro presente.

Comencemos por los hombres. Durante milenios, los hombres hemos vivido con una terrible paranoia: no saber si nuestros hijos comparten los genes propios. Tanto nos ha perturbado esta cuestión que hemos desarrollado complejos sistemas de opresión para mantener a las mujeres encerradas en casa o censuradas con ridículos hiyabs o nicabs, para evitar así provocar la tentación sexual en otros hombres. Este temor por la incertidumbre genética de nuestros hijos nos genera una paranoia incontrolable: una realidad donde todos los hombre son vistos como rivales en potencia que podrían truncar la transmisión de nuestros genes. De ahí que un acto de infidelidad sexual de la mujer pueda terminar contigo manteniendo (o peor aún… heredando tu fortuna) a un hijo bastardo que no comparte tu código genético.

A grandes rasgos, esta realidad histórica demuestra porque los hombres hemos evolucionado para sentir muchos más celos si una mujer nos ha “traicionado” sexualmente, y tendemos a sentir menos daños si trata de una infidelidad emocional (esto no significa que seamos inmunes al dolor, así que no se intenten pasar de listas).


Ahora las mujeres… En su caso, la evolución ha tomado un camino distinto al de los hombres. Las mujeres siempre han podido asegurar que el hijo que nacerá les pertenece (las razones son obvias), y por lo tanto, la evolución genética se ha enfocado en asegurar la manutención y la seguridad de ellas y de sus hijos.

En este contexto, una infidelidad emocional puede ser mucho más severa, pues las consecuencias de dejar que otra perra maldita seduzca a tu hombre podrían significar el final de esa seguridad física o material brindada por él.

Ahora bien, ¡tranquilos todos! Estoy seguro de que muchos de ustedes levantarán la voz en protesta, indicando que los hombres ahora cuentan con pruebas de paternidad que resuelven el problema genético; y que las mujeres son independientes y no dependen de un hombre para salir adelante o cuidar de sus hijos. No me queda duda de que ambas cosas sean verdad.

Pero aquí no estoy hablando de racionalizar los celos con nuestra mentalidad del siglo XXI. Porque aunque los roles sociales hayan cambiado, y aún cuando la tecnología nos permita revisar los genes para asegurar la paternidad, nuestro cuerpo (y principalmente nuestro cerebro) siguen cargando con los mismos traumas que la evolución instaló hace millones de años. Un par de décadas no significan nada para el inmenso proceso evolutivo, eso se los aseguro.

Por lo tanto, si buscamos la respuesta al dilema de la “infidelidad lésbica”, podemos ver que para la mente primitiva de un hombre, resulta obvio que al tratarse de una relación sexual con otra mujer, ésta no simboliza ningún peligro para la transmisión de los genes, y por lo tanto, un macho puede lidiar de manera sencilla con la situación.

Así que la próxima vez que sientan celos, no se vayan a traumar. Recuerden que están luchando contra una programación que lleva millones de años desarrollándose. Aunque si de plano su pareja es tan patán que decide ligarse a alguien más, pues entonces basta con mandarlos a la chingada, o como bien diría la encantadora Raffaella Carrà: “Búscate otro más bueno, vuélvete a enamorar”.

¡Faltaba más!


Este texto se publicó originalmente en Púrpura.