21/6/21

¡YO QUIERO CREER!

Vayamos con la pregunta del millón: ¿Aceptará el gobierno la existencia de alienígenas? ¿Aceptará que siempre tuvieron marcianos escondidos en el Área 51? 


Texto por: Juan Pablo Delgado Cantú

¡De rodillas, paganos! El 2021 está resultando ser un año cósmico y el tema del momento tiene aires conspiracionista. Eso sí, les juro que es tan serio como cualquier asunto geopolítico. ¿A qué me refiero? Pues a los mismísimos OVNIs.

Antes de que cuestionen cómo una publicación con el prestigio de Vértigo permitiría que se publicara una opinión posiblemente reservado para el mamarracho de “Alienígenas Ancestrales”; quisiera adelantar que no pretendo hablar de marcianos ni seres de otros planetas.

Ahora bien… ¿Por qué tanto alboroto? Porque por primera vez en la historia el gobierno estadounidense se prepara para emitir un reporte donde acepta que realmente existen objetos extraños en el cielo que simplemente no tienen una explicación. Estos “fenómenos aéreos no identificados”, como se les conocen ahora en la jerga gubernamental, son reales y su entendimiento desafía a la ortodoxia científica y aeronáutica.

El origen de esta controversia comienza hace un par de años, cuando The New York Times publicó un par de videos grabados por cámaras de aviones militares donde se mostraban objetos extraños en el aire y el audio de pilotos sorprendidos por lo que observaban. Tiempo después el Pentágono confirmaría su autenticidad. 

Esto rompe con décadas de secretismo por parte del gobierno. Como explica Gideon Lewis-Kraus en su excelente artículo en The New Yorker (How the Pentagon Started Taking U.F.O.s Seriously), el comienzo de la Guerra Fría a mediados del siglo pasado marcó un cambio en la mentalidad del gobierno estadounidense hacia los reportes de fenómenos voladores no identificados.

Si previamente el Ejército se interesaba por los reportes de sus pilotos sobre objetos inexplicables en el cielo; con la amenaza nuclear de la Unión Soviética, las ramas militares de EE.UU. no podían continuar aceptando en público que objetos extraños estuvieran entrando en su espacio aéreo y que su Fuerza Aérea fuera incapaz de reaccionar con efectividad. La lógica es que esto demostraría debilidad e incompetencia frente a los rusos, algo imperdonable en un momento de alto riesgo geopolítico.

La segunda razón para ignorar estos avistamientos era que llegaban tantos los reportes que el Pentágono temía que entre todo este “ruido” se perdiera alguna señal de peligros reales (digamos, un avión ruso o un misil). Por lo tanto, desde la década de 1960, el gobierno de Estados Unidos decidió ridiculizar cualquier reporte de OVNIs, y desprestigiar a quienes afirmaban haber visto algo.

Pero ya no estamos en la Guerra Fría, y ahora altos mandos del gobierno civil y militar de EE.UU. consideran a estos fenómenos como un peligro directo para su seguridad nacional. Es por esto que a finales del 2020, dentro del paquete de créditos valuado en 2.3 billones impulsado por Donald Trump, ciertos congresistas incluyeron una cláusula donde pedían al Secretario de Defensa y al Director de Inteligencia Nacional la presentación de un informe (desclasificado) sobre todo lo que el gobierno sabe de los OVNIs. ¿La fecha de publicación de dicho reporte? ¡El 25 de junio! ¡Esta misma semana! 

Vayamos con la pregunta del millón: ¿Aceptará el gobierno la existencia de alienígenas? ¿Aceptará que siempre tuvieron marcianos escondidos en el Área 51? Por desgracia, no.

The New York Times ya recibió información exclusiva de los involucrados en la redacción del reporte, quienes indican que el gobierno sí aceptará que existen objetos voladores sin explicación, pero que no puede confirmar ni negar que sean seres fuera de este planeta.

Esto es un paso importantísimo para alumbrar un tema que ha causado fascinación por más de 80 años. Así que por lo pronto…¡Sigan mirando al cielo! 


7/6/21

DICTADORES À LA MODE

Aquí se encuentra el mayor peligro de las nuevas dictaduras: ¡Se han vuelto más aburridas!


Texto por: Juan Pablo Delgado Cantú


Hace tiempo escribí en estas páginas (“La Secta Democrática”; Vértigo 1041) sobre la decadencia de la democracia liberal a nivel global. Recapitulo rápidamente: The Economist Intelligence Unit, que revisa y califica el estado de la democracia en 167 países, reveló que durante el 2020 sólo el 8.4% de la población mundial vivía en una “democracia plena”. Por su parte, Freedom House concluyó que tres cuartas partes de la humanidad vive en un país donde la libertad está en declive, agregando que en los últimos cuatro años, más de 100 países se han vuelto “menos democráticos” incluyendo a Canadá, Estados Unidos y la mayoría de Europa Occidental. ¡Pácatelas! ¡Ni hablar!

No quisiera aparentar cinismo, pero nada de esto es sorpresa. A donde sea que miremos, observamos cómo gobiernos erosionan diariamente los andamiajes democráticos, práctica que se amplió y profundizó con la pandemia de la covid-19 y las medidas draconianas implementadas en numerosas latitudes.

Lo interesante aquí es analizar cómo en una era de apertura económica, integración comercial, y libre circulación de información, tantos países se estén volviendo más nacionalistas, iliberales y dominados por hombres fuertes. En plena globalización, los gobiernos autoritarios están teniendo un día de campo. ¿Cuál es el secreto de su éxito? 

De acuerdo con un análisis de Max Fisher y Amanda Taub en The New York Times, la razón es que los gobiernos autoritarios están evolucionando para adaptarse a la nueva realidad social y política. Atrás quedaron los líderes revolucionarios mesiánicos, las dictaduras totalitarias genocidas o las juntas militares (claro, todavía hay algunas por ahí, pero muy pocas). Ahora, los hombres fuertes se presentan como civiles, realizan elecciones con fachada democrática, y se han vuelto más astutos para contrarrestar cualquier protesta en su contra. Si antes un dictador asesinaba a quienes se rebelaban, ahora “no imponen su voluntad por la fuerza o aterrorizan a sus ciudadanos para someterlos; más bien buscan superarlos con astucia”, apuntan los autores.

Tomemos en concreto el caso de la represión violenta. Fisher y Taub indican que al analizar el golpe de estado en Myanmar en febrero del 2021 (el cual ha dejado más de 800 muertos) supusieron que este tipo de actos represivos serían comunes en el mundo. ¡Pues no! 

Tomando la información de Uppsala Conflict Data Program, una base de datos que muestra todos los actos de violencia en el mundo, descubrieron que en la década de 1990, hubo 23 casos donde un gobierno asesinó a 500 o más de sus propios ciudadanos; en la década de los 2000, hubo siete casos; y en la década de 2010, sólo seis.

“Bueno”, dirán algunos, “seguro los gobiernos matan a menos personas pero en más ocasiones”. ¡Tampoco! Al revisar los eventos de violencia gubernamental que causaron 100 muertes, se encontraron 80 casos en la década de 1990, 46 en la de 2000 y 31 en la de década  2010. Episodios con más de 1,000 muertos: 14 en la década de 1990, cinco en la de 2000 y cuatro en la de 2010.

Estos números demuestran que la represión violenta en contra de ciudadanos va a la baja, aún cuando el número de gobiernos autoritarios va a la alza. Y aquí se encuentra el mayor peligro de las nuevas dictaduras: ¡Se han vuelto más aburridas! Si antes un gobierno autoritario podía generar indignación internacional después de una masacre (pensemos en Tiananmen) ahora los dictadores son menos dramáticos y escandalosos, pero no necesariamente menos peligrosos. 

Pero no nos engañemos. Todos los días miles de millones de personas viven en países que reprimen sus derechos y libertades: lo malo es que esa realidad no es ni escandalosa ni dramática. ¿Y quién quisiera ver un programa así de aburrido en la televisión?