27/10/19

EL REGRESO DEL CHINO, CHINO, JAPONÉS

Cerraba mi columna anterior acongojado de que no había más que resignarnos y comenzar a recitar el libro rojo de Mao y esperar clemencia de los chinos, los nuevos amos y señores del mundo. Pero quizás exageré un poco, ¡porque aún existe esperanza! Y el Nuevo Imperio Chino podría derrumbarse incluso antes de alcanzar su infancia tardía.


Texto por: Juan Pablo Delgado Cantú

Lo confienzo: algunas veces puedo ser hiperbólico en mis comentarios. ¿Por qué digo esto? Porque en mi columna anterior prácticamente concluí que todos deberíamos correr a aprender mandarín porque los chinos estaban a punto de conquistar el mundo y convertirse en nuestros jefes supremos. ¡Ni más ni menos!

No me faltaban argumentos: en los últimos 20 años, la economía de la República Popular de China (RPC) se multiplicó por casi 12 veces, pasando de tener un PIB de 1.09 billones en 1999 a 12.24 billones en 2017 (Banco Mundial). El presupuesto que dedica a sus fuerzas armadas también se quintuplicó entre el 2000 y el 2018, de 41 mil millones de dólares anuales (6to lugar mundial) a 239.2 mil millones de dólares (2do lugar).

A todo esto hay que agregarle el éxito abrumador que tuvieron para sacar a cientos de millones de personas de la pobreza; su capacidad para convertirse en la fábrica global de todos productos que consumimos; su dominio en tecnologías de la información, inteligencia artificial y aeronáutica espacial; y su proyecto global conocido como el Nuevo Camino de la Seda, que conectará a Europa con Asia a través de una red de carreteras, puertos, aeropuertos y otros mega-proyectos de infraestructura. Como les digo… andan bravos esos chinos. 

En esa nota cerraba mi columna anterior, acongojado de que no había más que resignarnos y comenzar a recitar el libro rojo de Mao y esperar clemencia de los nuevos amos y señores del mundo.

Pero quizás exageré un poco, ¡porque aún existe esperanza! Y el Nuevo Imperio Chino podría derrumbarse incluso antes de alcanzar su infancia tardía. 



La primera señal aparece en Hong Kong. Para cuando lean esto, las protestas masivas contra Beijing que iniciaron en repudio a una ley de extradición habrán superado los 210 días. Nadie sabe cómo terminará este congal, pero una reacción violenta de la RPC (ver: Plaza Tianamen) sería un devastador golpe para el “ascenso pacífico” que China quiere proyectar en el escenario mundial.

En economía, la realidad tampoco es color de rosa. El 18 de octubre se publicaron últimos datos y sorprendieron por su mediocridad: un crecimiento de 6% en el tercer trimestre, la peor cifra en los últimos 27 años. Numerosos analistas consideran que esto se pondrá peor, ya que la guerra comercial con Estados Unidos -causa principal del desaceleramiento- no parece tener un final.

Pero como indica el periodista Tom Mitchell en The Financial Times, quizá el mayor peligro para el ascenso de China venga de su mismo sistema autoritario que -irónicamente- dio origen a su éxito. 

Para Mitchell, todas las broncas de China tienen algo en común: “surgieron porque el sistema autoritario puede ser excelente para construir infraestructura, reprimir a la disidencia y censurar el Internet, pero a menudo es inútil cuando se trata de pasar malas noticias por la cadena de mando”.

Esto genera una situación perversa, donde los altos cuadros del gobierno buscan proteger al presidente Xi Jinping , pero terminan traficando con mentiras, datos falsos y cifras maquilladas: una terrible manera de gobernar cualquier país, mucho más a la segunda potencia del mundo. 

Pero haiga sido como haiga sido, lo indudable es que los problemas que afligen a la RPC -particularmente la falta de crecimiento económico- tendrán repercusiones similares en otras las latitudes del planeta. Pero mientras los chinos navegan sus galeones impulsados por un 6% de crecimiento, aquí sorteamos la tormenta en una panga que presume un 0.2% de expansión económica.

No somos nada… o quizás sí: un sueño extraviado.


Publicado originalmente en Vértigo

13/10/19

CHINO, CHINO, JAPONÉS

Mientras aquí continuamos batallando con la CNTE, con escasez de medicinas, y con resolver Ayotzinapa; los chinos ya se comieron el mandado del mundo.


Texto por: Juan Pablo Delgado Cantú

Desde que tengo memoria, el imaginario colectivo en torno a los chinos ha sido uno demasiado cruel y despectivo. 

Aquí en México creemos que si un producto es “chino” significa que es de bajísima calidad. Por igual, cualquier reparación que se realice de manera improvisada es considerada un arreglo “chinote”. Y cómo olvidar el adoctrinamiento que recibimos como buenos niños (los de mi generación, por lo menos) que nos daba igual diferenciar a los chinos de otras culturas asiáticas, factor ridiculizado en la cancioncilla: “chino, chino, japonés, come caca y no me des”. 

¡Oh sí! ¡Los viejos tiempos de la insensibilidad cultural! Pero ahorita que terminen de carcajearse harían bien en recordar el clásico que dice: “Quién ríe al último, ríe mejor”.

Porque igual y les pasó de noche, pero el 01 de octubre la República Popular de China (RPC) celebró 70 años de existencia; superando así oficialmente a la Unión Soviética que implosionó con más pena que gloria allá en 1991, a sus 69 años.

La celebración fue una bacanal, y el presidente Xi Jinping -con justa razón- decidió tirar la casa por la ventana: hizo un enorme desfile militar, presumió sus misiles y armamentos ultramodernos, nos habló de la solidez política de su régimen comunista y de cómo son bien fregones en términos económicos. Pa’ pronto, fue una saturnalia desenfrenada de patriotismo y nacionalismo desbocado. 

¿Y por qué no? Si basta con echar un vistazo a los chinos para ver que tienen todo para salir a presumir. Porque mientras era fácil burlarse de ellos hace 50 años; hoy la RPC puede mirar al horizonte con arrogancia, soberbia y condescendencia, incluso a países como México, que a inicios de 1990 teníamos un PIB similar al de China. 

Hoy las cosas son muy distintas...


Pasando de largo la época de Mao (1949-1976) donde millones de personas murieron de hambre con su genialidad llamada “Gran Salto Adelante”, el progreso de China a partir de la década de 1980 ha sido simplemente extraordinario.

En 1978, al 90% de la población de China vivía en pobreza extrema. En las siguientes tres décadas, lograron sacar a más de 700 millones de personas de esta situación, y se espera que para el 2020 puedan haber eliminado la pobreza extrema al 100%. ¡Ni hablar! A 108 años de nuestra Revolución, aquí en México ya vamos en la 4T y seguimos con la misma bronca.

En cuestiones de producción mejor ni entrar, ya que las cifras son realmente exorbitantes. Basta decirles que en 2018, China produjo el 90% de los teléfonos celulares en el mundo, el 90% de las computadoras y el 70% de las televisores en color. También son líderes en la producción de barcos, aires acondicionados, zapatos y paneles solares. 

En cuanto al consumo de materias primas, ahí les va un datito: tan sólo entre 2011 y 2013, China consumió 6.6 gigatoneladas de concreto... ¡Más de lo que Estados Unidos consumió en todo el siglo XX! En 2015 consumieron el 54% del aluminio global, el 48% del cobre, el 45% de acero, y así una lista enorme.

Hoy los chinos pueden presumir que son la segunda potencia económica a nivel mundial; la fábrica del mundo y la segunda potencia militar.

¿Y entonces? Pues eso. Que mientras aquí continuamos batallando con la CNTE, con escasez de medicinas, y con resolver Ayotzinapa; los chinos ya se comieron el mandado del mundo.

Así que en vez de nos preocupamos por el demente de Trump, deberíamos ocuparnos por hablar bien mandarín y aprendernos una canción que ahora es muy famosa en China: “Mexa, mexa, surinamés, come frijoles y no me des”.

¡Qué pesados!

Publicado originalmente en Vértigo