23/12/18

¡OTLA VEZ ALOZ!

¿Qué estrategia tiene AMLO para lidiar con la segunda potencia económica en el mundo? Del ronco pecho del nuevo canciller, Marcelo Ebrard: China es “uno de los países clave en la estrategia de diversificación económica” y AMLO buscará un “nuevo capítulo” en la relación bilateral. ¡Qué bonito es lo bonito! ¿Pero es factible un mayor acercamiento con los chinos?


Texto por: Juan Pablo Delgado Cantú


El Gran Tour de la 4T entra en su recta final. Hasta ahora hemos recorrido las praderas latinoamericanas y los tenebrosos bosques europeos para conocer el panorama internacional que enfrentará la nueva administración. ¿Cuál ha sido el veredicto? ¡Un verdadero desastre!

En ningún lugar encontramos aliados naturales de AMLO. Prácticamente toda América Latina ha dado un giro a la derecha (o implosiona bajo dictaduras tropicales trasnochadas); y en Europa el neofascismo y el populismo multifacético tienen a la Unión en estado catatónico.

Huyamos de tan horrendas visiones y visitemos mejor al imperio que podría ser protagonista en el próximo sexenio: la República Popular de China.






9/12/18

GRAN TOUR EN CLASE JUARISTA

Hoy dejamos el continente americano y volteamos hacia Occidente buscando señales de esperanza en el Viejo Continente. ¡Gran error! Porque si creían que nuestro presidente encontraría estabilidad y simpatizantes en Europa la situación allá es igualmente adversa para AMLO.


Texto por: Juan Pablo Delgado Cantú

¡El presidente ha muerto! ¡Larga vida al presidente! Por fin la Cuarta Transformación arribó con todo su esplendor y majestuosidad popular y con ella entramos a una nueva época gloriosa de la vida política de México. Ahora sí, señores… ¡a darle que es mole de olla!

Suficiente sátira. Hoy no habrá burlas así que tomemos el ejemplo de otro ilustre mexicano y “a otra cosa, mariposa”.

AQUÍ EL TEXTO COMPLETO


25/11/18

HAY QUE SABER LLEGAR

¡Ah, señores! ¡Qué hermosos los buenos viejos tiempos! Todo era solidaridad, hermandad y antiimperialismo yankee. Pero de vuelta al presente (y un infarto al corazón después) nuestro ya recorrido AMLO se levantará de su hamaca el 2 de diciembre, abrirá las ventanas de Palacio Nacional y verá un panorama totalmente distinto.


Texto por: Juan Pablo Delgado Cantú

Quién sabe por qué somos así pero como mexicanos tenemos una fama ganada a pulso de siempre llegar tarde a los eventos sociales. En este caso la fiesta a la que arribamos con una década de tardanza es a la del populismo de la izquierda latinoamericana.

Porque estemos o no a favor de la llamada Cuarta Transformación de México la realidad es que el proyecto de Andrés Manuel López Obrador se percibe anacrónico y desentonado dentro del presente escenario internacional. ¿A qué me refiero?
Hagamos un ejercicio de imaginación y retrocedamos una década en el tiempo. Es 2006 y el presidente legítimo (ahora sí) es el mismísimo AMLO. A pocos días de iniciar su mandato presidencial ¿qué se hubiera encontrado en nuestra vecindad inmediata?



Nuestro flamante presidente de 53 años se hubiera encontrado con la decadente y libertina parranda organizada por la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA) y sus compinches.

Viajando al sur se hubiera encontrado con una Venezuela gobernada por el emperador Hugo Chávez, borracho hasta las chanclas de petrodólares. Brasil no cantaba mal las rancheras con el carismático Luiz Inácio Lula da Silva en el ápice de su poder. Más al sur hubiera visto a las pampas argentinas pisoteadas por Néstor Kirchner y su tétrica esposa Cristina.

En Bolivia el pintoresco Evo Morales gozaba de altísimos índices de popularidad. Chile tenía a una mujer de izquierda moderada en la figura de Michelle Bachelet. Ecuador se uniría a esta orgía de izquierdas con Rafael Correa a partir de 2007; Paraguay con Fernando Lugo en 2008, y Uruguay con José Mujica a partir de 2010.

Más cercano a casa AMLO hubiera compartido frontera marítima con el mismísimo comandante Fidel Castro, todavía líder supremo de su isla. En el patio trasero Daniel Ortega gobernaba con puño de hierro a Nicaragua.

¡Ah, señores! ¡Qué hermosos los buenos viejos tiempos! Todo era solidaridad, hermandad y antiimperialismo yankee.

Pero de vuelta al presente (y un infarto al corazón después) nuestro ya recorrido AMLO se levantará de su hamaca el 2 de diciembre, abrirá las ventanas de Palacio Nacional y verá un panorama totalmente distinto.

Próximamente Brasil será gobernado por un sicópata ultraderechista con tendencias homicidas. Venezuela es solo una sombra de lo que fue bajo el chavismo e implosiona en medio de una crisis económica y humanitaria sin precedente. Tanto Argentina como Chile giraron a la derecha tras gobiernos mediocres (Chile) y desastrosos (Argentina).

En Cuba Fidel Castro ya se nospetateó y Raúl, su hermano, está en retiro permanente; por si fuera poco, los cubanos buscarán con su nuevo presidente abrir espacios al libre mercado.

Evo Morales está a punto de causar una crisis constitucional al buscar reelegirse por cuarta ocasión. Nicaragua se hunde en el fango por la represión masiva de Ortega. Ecuador sigue en la izquierda pero en abierto conflicto con su antiguo patrón por la crisis humanitaria venezolana —incluso retirándose del ALBA por la negativa de Venezuela a tomarse con seriedad su desastre nacional y regional.

Es indiscutible: la bacanal de las izquierdas y del nuevo socialismo del siglo XXI terminó hace tiempo. Pero como buen mexicano AMLO llega tarde cantando a ronco pecho los cánticos revolucionarios del pueblo sabio.

Aunque ahora que lo pienso bien quizás AMLO solo esté rindiendo honor a José Alfredo con eso que decía de “no hay que llegar primero, sino hay que saber llegar”.

12/11/18

STALIN UPDATE

Yuval Noah Harari argumenta que la diferencia entre democracias y dictaduras no es la pugna entre dos sistemas éticos opuestos, sino entre dos sistemas de “procesamiento de información”


Texto por: Juan Pablo Delgado Cantú

Mientras aquí en México soñamos con trenes mayas, nuevos aeropuertos y refinerías innecesarias, los gobiernos con un mínimo de previsión política y social enfocan su atención en la revolución tecnológica que sacudirá la vida de millones de ciudadanos: el imparable auge y desarrollo de la Inteligencia Artificial (IA).

En un futuro donde la IA dominará nuestras vidas se prevén dos grandes problemáticas.

La primera afectará al mundo laboral. Existen numerosas estimaciones sobre el tamaño del impacto, pero las cifras varían entre un 14% de los empleos siendo reemplazados por máquinas (OCDE, 2018), hasta un 30% de los trabajos siendo eliminados por robots inteligentes (McKinsey Global Institute, 2017).

Sin embargo, el escritor Yuval Noah Harari identifica algo aún más perverso en el auge de la IA. Para él, la misma tecnología que hará económicamente irrelevantes a masas de ciudadanos podría también eliminar sus libertades políticas y civiles, facilitando a los gobiernos el monitoreo, control y manipulación de sus gobernados.

Harari argumenta que esto ya sucede en China, con su Sistema de Crédito Social (SCS). El SCS es un algoritmo que monitorea las actividades que realizas en tu celular (las páginas que visitas, las compras que haces, la pornografía que ves, los pagos a tu tarjeta de crédito...) y otorga una calificación que indica si eres un ciudadano “confiable”. Un puntaje alto otorga privilegios, mientras que uno bajo impone castigos, incluyendo evitar la compra de pasajes de tren o avión, estudiar en escuelas privadas, trabajar en ciertas empresas, etcétera.

Ésta es la segunda problemática que traerá la irrupción de la IA: el surgimiento de un autoritarismo digital inteligente. Una “Smart Dictatorships”, si usted gusta, donde los gobiernos serán más eficientes para reprimir, controlar y castigar a sus ciudadanos cautivos. 

Harari argumenta que la diferencia entre democracias y dictaduras no es la pugna entre dos sistemas éticos opuestos, sino entre dos sistemas de “procesamiento de información”. Las democracias distribuyen la información entre numerosos agentes, mientras que los regímenes autoritarios la concentran en un círculo reducido de personas. 

Con la tecnología arcaica del siglo XX, los sistemas autoritarios inevitablemente colapsaban: al no poder procesar tanta información, la ineficiencia incrementaba, se estancaba la innovación y el crecimiento económico, y al final el sistema implosionaba.


Pero la IA soluciona todos estos problemas. Hoy es posible procesar miles de millones de datos de manera inmediata. De hecho, dice Harari, la IA “podría hacer a los sistemas centralizados aún más eficientes que los sistemas difusos”, porque una computadora trabaja mejor entre más datos concentra en un solo lugar. Así, la mayor desventaja de las dictaduras pasadas -concentrar el poder e información en un lugar- podría ser hoy su ventaja definitiva.

Por desgracia, nosotros mismos alimentamos esta pesadilla, al entregar diariamente -y sin chistar- nuestra información personal a empresas con poco interés por salvaguardar nuestra privacidad.

Harari advierte que una posible solución para detener a las dictaduras inteligentes sería crear nueva legislación que prohíba a las empresas de tecnología usar nuestra información personal a su gusto, y prohibirles entregarla a los gobiernos.

Pero… ¿Tendrán los arquitectos de la Cuarta Transformación de México la mínima idea de cómo resolver esta problemática? ¿O será el “pueblo sabio” quien nos defienda de la inteligencia artificial?

Porque si esto es así… ¡Estamos perdidos!

Publicado originalmente en Vértigo

15/10/18

LOS HOMBRES QUE INCENDIARON AL MUNDO

Por un lado tenemos a un orate esquizofrénico liderando una superpotencia que no cree en el cambio climático. En el otro, un orate Stalinista que busca destruir el mayor bosque del planeta.


Texto por: Juan Pablo Delgado Cantú


Tras una temporada de ausencia, El Árbol de Moras regresa a las páginas de Vértigo. 

Y aunque esta noticia debería obligar la celebración de unas bacanales, mi éxtasis se diluyó súbitamente por la aparición de otro evento que descarriló todo sentimiento de algarabía y felicidad: estimados lectores, con toda la pena les comunico que nuestro planeta está en ruta al cataclismo absoluto.

“¿Por qué el catastrofismo?”, preguntará algún despistado. 

La respuesta sencilla es: el cambio climático. Y la respuesta más elaborada es el recién publicado informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC).

Que no quede ninguna duda. Las conclusiones del IPCC son verdaderamente ominosas: de no cambiar el rumbo actual, la humanidad habrá incrementado para el 2030 la temperatura del planeta 1.5 grados Celsius sobre los niveles preindustriales, desatando una verdadera catástrofe ecológica y humanitaria en los años subsiguientes.

Hoy nos encontramos a dos tercios del camino, (+1 grado Celsius) y las consecuencias ya son evidentes: huracanes de mayor fuerza, descongelamiento inaudito de las capas polares, insólitas oleadas de calor, y así una larga lista de amenidades. De acuerdo con el IPCC, para salir de esta carrera hacia el fondo, las emisiones globales de dióxido de carbono deberán reducirse en los próximos 12 años a un 45% de los niveles del 2010 y llegar a un equilibrio de cero emisiones para el 2050.

La buena noticia es que esta tarea hercúlea es técnicamente posible. Como civilización sí podemos lograr estos cambios, aunque requieran de enorme voluntad política y de cambios radicales en áreas tan divergentes como energía, industria, construcción, transporte y agricultura.

Hasta aquí las buenas noticias.


Porque si somos realistas, nos daremos cuenta que existen dos personajes en el escenario internacional que muy seguramente descarrilarán cualquier progreso. El primero (no sorprende) es Donald Trump, quien no sólo ha expresado su total escepticismo hacia la existencia misma del calentamiento global, sino que ha realizado toda clase de acciones para empeorar aún más el problema.

Porque aún cuando Estados Unidos es el segundo emisor de gases de efecto invernadero, en su corta presidencia Trump abandonó el Acuerdo Climático de París; canceló el Clean Power Plan (reduciría el CO2 en las plantas de energía); pretende revivir la industria del carbón; canceló los nuevos estándares de eficiencia en los autos; y eliminó  regulaciones que podrían causar fugas de metano (un gas 30 veces peor que el CO2). En otras palabras: No hay remedio...

El otro personaje es Jair Bolsonaro. Un flamante neo-fascista desconocido hasta hace poco, pero que obtuvo el 46.5% de la votación en la elección presidencial de Brasil.

Pero más allá de sus famosos comentarios misóginos y homofóbicos; o de sus tendencias autoritarias y asesinas, Bolsonaro pretende también eliminar candados para destruir aún más el Amazonas con fines ganaderos y agrícolas. 

Hoy el Amazonas es la zona más deforestada en el mundo; y estimaciones de la WWF indican que para el 2030 (nuestro año negro) cerca del 30% del Amazonas estará sin árboles, y eso con las tendencias actuales de destrucción. De llevar a cabo el plan ecocida de Bolsonaro, las pérdidas serán aún mayores. Lo único que nos faltaba...

Así que por un lado tenemos a un orate esquizofrénico liderando una superpotencia que no cree en el cambio climático. En el otro, un orate Stalinista que busca destruir el mayor bosque del planeta.

Quiero ser optimista… ¡Pero así yo no juego!

Publicado originalmente en Vértigo

1/8/18

EL SUICIDIO DE LAS NACIONES

Así como ciertos individuos exitosos optan por terminar con su vida, quizá sea posible establecer un paralelismos (en sentido figurado) con las naciones más desarrolladas, las cuales toman decisiones político-electorales tan desafortunadas que inevitablemente llevarán al debilitamiento y decadencia de sus sociedades.


Texto por: Juan Pablo Delgado Cantú


“No hay más que un problema filosófico verdaderamente serio: el suicidio”.
- Albert Camus

Los suicidios entre personas consumadas y exitosas resulta paralizante. Para el resto de los mortales, nos pone en claro que una vida de éxitos, fama y dinero no es lo que todos idealizamos; y que obtener más premios o reconocimiento no necesariamente lleva a la felicidad. 

Con lo anterior parafraseo las palabras de Andrew Solomon en The New Yorker, escritas tras la muerte del legendario Anthony Bourdain. En su texto, Solomon busca una respuesta al enigma del suicidio entre las personas más destacadas en sus particulares esferas. Naturalmente, no extrañará saber que sobresalen los contextos de vida complicados o padecer de algún problema neurológico grave.

La exposición de Solomon me lleva a cuestionar si este fatídico acto individual no podría tener una proyección más amplia, afectando a una sociedad entera o incluso llegar a los escenarios de la geopolítica.

¿A qué me refiero con esto? De entrada, clarificar que no estoy hablando de suicidios en masa o algo similar. Me refiero que así como ciertos individuos exitosos optan por terminar con su vida, quizá sea posible establecer un paralelismos (en sentido figurado) con las naciones más desarrolladas, las cuales toman decisiones político-electorales tan desafortunadas, desesperadas o nefastas, incluso cuando resulta obvio prever que dichas acciones inevitablemente llevarán al debilitamiento y decadencia de sus sociedades.

¿Qué ocurre entonces? ¿Por qué países como el Reino Unido, Estados Unidos, Israel, Italia, Alemania, Austria, Dinamarca, Holanda, Francia o España abrazan cada día más los ideales radicales o fatalistas de ciertos políticos que ponen en riesgo directo al mismo sistema que los llevó a tener todas las garantías que disfrutan?

De acuerdo con el académico alemán Yascha Mounk, existe entre la juventud europea y norteamericana una evidente pérdida de fe en la democracia. Como indicó en entrevista con The Atlantic: “las personas en Europa y también en Estados Unidos son mucho más propensas que hace 20 años a decir que apoyan ‘a un líder fuerte que no tenga que molestarse con los políticos o las elecciones’”.

Pero esto no es exclusivo de los jóvenes, explica Mounk. En todos los países mencionados, la sociedad no solo está descontenta con sus gobiernos, sino que cada vez está más “encabronada” (pissed off, diría él) con el sistema político en general. Esto vuelve a los ciudadanos más propensos a elegir gobiernos populistas o aceptar políticas públicas radicales que erosionan el funcionamiento de sus democracias, poniendo en peligro su prosperidad económica, y debilitando el Estado de Derecho que les garantiza libertades civiles, políticas y los derechos humanos.

Volvamos a la pregunta central de esta temática: ¿Qué es lo que ocurre entonces?


El primer error sería enfocarnos en la economía. Numerosos estudios han demostrado que el populismo no surgió tras la crisis del 2008, y tampoco que hayan sido los más desafortunados quienes votaron por Donald Trump, optaron por el Brexit o dan cada vez más votos al extremismo de izquierda o derecha en Europa.

Una hipótesis atractiva parece ser la del académico Macario Schettino. Él indica que la respuesta se encuentra en los modelos de comunicación que imperan y definen a la sociedad contemporánea.

¿A que se refiere Schettino? Simplemente que los modelos de comunicación son los que moldean la forma en la que se transmiten la mayoría de las ideas entre un público masivo, haciendo que algunas de estas ideas crezcan y se expandan, mientras otras se marchitan o simplemente se olvidan.

Schettino habla de la muerte de la llamada edad de la razón, sepultada hace mucho tiempo por los medios masivos de comunicación que colocaron las emociones y sensaciones al centro de nuestra comunicación.  Pero incluso ahora es este modelo el que se derrumba, siendo sustituido por la transmisión y recepción de ‘información bruta’. “No es que ya no estemos pensando racionalmente, sino que ni siquiera lo hacemos sentimentalmente”, apunta Schettino. 

Hoy, la manera en la que recibimos información en el presente nos divide como sociedad. Nos volvemos partes de tribus que aceptan o rechazan visceralmente la información que nos llega “en bruto” a través de redes sociales u otras TIC. “Hemos hecho equiparables todos los sentimientos, de forma que ahora lo único que importa es lo que nos interesa, que es lo que nos hace pertenecer a un grupo, virtual, que junto con centenares de otros impulsa esos intereses en una agenda pública absolutamente inmanejable”, indica el académico.

Andrew Solomon también hace eco de esta idea, al decir que existe un factor subestimado que podría acentuar la decisión por el suicidio: que el discurso público se encuentra hoy dominado por el rencor, el prejuicio, la intolerancia y la agresividad; plasmados diariamente en cientos de titulares de noticias y en miles de comentarios en las redes sociales.

Para un individuo, esto causa una mayor sensación de alienación, depresión, ansiedad, miedo e incertidumbre que lo coloca al límite del abismo. Para una sociedad entera, este tipo de comunicación se convierte en un arma terrible que desgarra el tejido social y corroe al espíritu democrático. 

Considerando la extrema polarización que vivimos en nuestras elecciones presidenciales, no estaría de más preguntarnos: ¿Si esto está ocurriendo en los países más desarrollados… qué podríamos esperar en el futuro para nuestro pobre México? 

Publicado originalmente en Revista Líder México

1/6/18

LA DEMOCRACIA CONTRA LAS CUERDAS

"Uno de los mayores problemas de la democracia, de cualquier democracia, es la facilidad con la que puede ser subvertida y saboteada desde adentro”.


Texto por: Juan Pablo Delgado Cantú

El pasado mes de marzo inició un periodo sin precedentes en la historia de la humanidad. Un periodo en el cual el mayor número de personas estarán llamadas a las urnas para ejercer su voto; comenzando con la elección presidencial de Rusia y concluyendo casi un año después con las elecciones generales de la India en abril del 2019.

Si nos acotamos tan sólo al 2018, basta decir que cinco de los 10 países más poblados del mundo celebrarán elecciones presidenciales: Brasil, Pakistán, Bangladesh, Rusia y México, quienes juntos tienen una población de 800 millones de personas. Si sumamos a la India, hablamos ya de casi 1,800 millones de votantes en total.

Pero lo que a todas luces debería ser motivo para una celebración en pro de la democracia, rápidamente se ha transformado en un amargo drama político de escala planetaria.

La elección de Rusia (18 de marzo) fue poco más que una simple formalidad, un evento semi-democrático donde el presidente Vladimir Putin fue prácticamente el único candidato real en la boleta. 

La elección de Egipto (26 de marzo) fue todavía peor: el general Abdel Fattah el-Sissi arrasó en la elección que contaba con sólo un candidato opositor, el cual en realidad era aliado cercano del gobierno. Claro… todo esto tras haber encarcelado o amedrentado previamente al resto de los competidores. 

La elección de Hungría (08 de abril) ensombreció todavía más el panorama, pues en el corazón de la Unión Europea fue reelegido el primer ministro Viktor Orban con el 49% de los votos, dando legitimidad y continuidad a su régimen autocrático, racista, ultra-nacionalista y anti-migratorio.

Que nadie se equivoque: estamos frente a una panorama oscuro. Las democracias liberales pasan por un terrible momento en todo el mundo; y no sólo están recibiendo una paliza, sino que se encuentran prácticamente contra las cuerdas en una batalla a puño limpio contra el incipiente autoritarismo.

Por si fuera poco, nuestro futuro tampoco luce prometedor...


El pasado 07 de abril, el expresidente Luis Inácio “Lula” da Silva era encarcelado en Brasil -la mayor democracia en América Latina- diluyendo (por no decir eliminando) su muy probable victoria en las elecciones presidenciales de octubre. Esta acción abre el camino al populismo de derecha en el gigante latinoamericano, manifestada en la figura de Jair Bolsonaro, personaje que suele defender a la dictadura militar de su país de los años 60, entre otras monerías cuasi-autoritarias.

Ya ni hablar del resto de las elecciones planeadas para este año, pues tanto en Venezuela, como en Irak, en Afganistán o Pakistán, los procesos que se promueven como libres y transparentes seguramente dejarán mucho que desear en el ideario democrático.

Por si fuera poco, en el centro de este espiral tormentoso se encuentra México y nuestra elección del 01 de julio. 

La cuestión que surge inevitable en la mente de periodistas y electores es muy simple: ¿Seremos capaces de sortear la amenaza del populismo que recorre al mundo o seremos una víctima más de la epidemia autoritaria?

Si tomamos como guía las palabras de Christopher Domínguez Michael (El Universal), veremos que “nada de lo que nos ocurre [en México] es indistinto al curso actual del mundo, donde los estudiosos anuncian el fin de la era democrático–liberal y su mutación en una época de turbulencia populista”.

¿No están convencidos? Vayamos entonces a los datos duros, los cuales apuntan también hacia el peor de los escenarios. 

De acuerdo con la última encuesta de Latinobarómetro (2017), el 82% de los mexicanos indica estar poco o nada satisfecho con la democracia; sólo el 56% considera que la democracia es el mejor sistema de gobierno; y el 43% responde que le da lo mismo tener un gobierno democrático o uno autoritario.

Por su parte el informe AmericasBarometer 2017 (realizado por la Universidad de Vanderbilt) muestra que cerca el 47.5% de los mexicanos apoyaría un golpe de estado militar si éste garantiza un descenso en las tasas de criminalidad; mientras que un 49.9% apoyaría un golpe para reducir los niveles de corrupción. 

Esto no debe tomarse a la ligera: ¡Hablamos de la mitad de la población de México que ha perdido toda esperanza en la soluciones democráticas para el país!

Y aquí encontramos el núcleo del problema. Pues resulta evidente que en países como China, Cuba, Egipto o Rusia, los electores tienen escasas o nulas posibilidades de lograr un cambio positivo a través de las elecciones, las cuales permanecen estrictamente controladas por el Estado.

El problema de fondo es con los países democráticos que eligen voluntariamente retroceder hacia diversos abismos anti-liberales. Países como Estados Unidos, Polonia, Hungría, Italia, Turquía y -cada vez más- el propio México. Electorados que conscientemente abrazan y aceptan a estos movimientos reaccionarios, ciudadanos que voluntariamente optan por colocarse cadenas y grilletes, quizá por creer en una difusa promesa de seguridad, estabilidad y orden.

El escritor Jorge Volpi lo dice de manera contundente: “uno de los mayores problemas de la democracia, de cualquier democracia, es la facilidad con la que puede ser subvertida y saboteada desde adentro”.

Porque no hay existe ninguna duda: en todo el mundo la democracia cruje y se despostilla. Pero quizá los monstruos a los que tanto tememos no sean los líderes autoritarios que corroen nuestras libertades. Quizá los monstruos seamos nosotros mismos, que invocamos a esos dictadores y mesías, dándoles vida, autoridad y poder.

Publicado originalmente en Revista Líder México

15/3/18

XI JINPING ES MI GRAN HERMANO

Pero uno tendría que ser muy ingenuo para creer que lo que pasa en China se queda en China. Es por esto que aquí en México no podemos bajar la guardia. Un día podríamos despertar con nuestro propio Sistema de Crédito Social Mexicano. Y lo que es peor todavía … ¡controlado por nuestra Secretaría de Gobernación! 


Texto por: Juan Pablo Delgado Cantú
@DelgadoCantu
Para los ciudadanos de México, la libertad es un concepto abstracto que suele encapsularse en la máxima de Don Benito: “el respeto al derecho ajeno es la paz”. Esto significa que podemos hacer prácticamente lo que nos plazca siempre y cuando no afectemos a terceros.

Desgraciadamente, esta certeza sobre la privacidad ha comenzado a erosionarse y fracturarse en el mundo. Oscuras fuerzas emanadas de las tecnologías digitales amenazan el frágil balance entre libertad individual y la intervención del Estado: balance sagrado en toda democracia liberal. 

Al frente de este ataque se encuentra la República Popular de China, donde el gobierno experimenta a nivel nacional con un proyecto a todas luces Orwelliano: el Sistema de Crédito Social (SCS). 


En esencia, el SCS es una operación de espionaje masivo contra cientos de millones de ciudadanos. Por medio del monitoreo de todas sus actividades económicas y sociales, el individuo recibe una calificación generada por un algoritmo; calificación que determina su estatus en la sociedad y le otorgará toda clase de beneficios o castigos.

Debido a las dificultades para establecer un sistema de semejante magnitud en un país de 1,200 millones de personas, el gobierno subcontrató a empresas privadas para idear programas pilotos que servirán como esquema del SCS óptimo. 

Uno de los principales arquitectos de este siniestro prototipo es Alipay, aplicación digital de Ant Financial que a su vez es apéndice del gigante comercial Alibaba Group. Contexto: en 2016 Alibaba se convirtió en la tienda minorista más valiosa del mundo operando en más de 200 países; también es una de las empresas más grandes y redituables en Internet. 

A través de su Sesame Credit, Alipay analiza el comportamiento de sus usuarios y les otorga una calificación de 350 a 950 puntos. Con esa puntuación, determina si un individuo es confiable para recibir un crédito financiero; un problema particularmente agudo en China, donde incluso siendo la segunda potencia económica, su sistema de crédito ha permanecido subdesarrollado. 

La manera en la que se desarrolla esta calificación es una obra de alquimia digital. Según explica la escritora Mara Hvistendahl, Sesame Credit es sólo una de las múltiples aplicaciones dentro del ecosistema de Ali Pay; apps que son utilizadas para realizar toda clase de actividades en Internet y en el mundo real, incluyendo el pago de servicios y productos en supermercados, centros comerciales y tiendas online. 

De esta manera, el algoritmo no sólo toma en cuenta si pagas tus deudas bancarias o tu cuenta de luz a tiempo; también sabe qué tipo de productos consumes, las páginas web que visitas (incluyendo pornografía y tu actividad en redes sociales), el tipo de amigos que tienes y las conversaciones que mantienes con ellos. “Es como si Amazon se hubiera tragado a eBay, Apple News, Groupon, American Express, Citibank, y Youtube, y pudiera absorber tu información personal de todos ellos”, indica Hvistendahl. 

Debido a que utilizar Alipay no es obligatorio (todavía), resulta extraño que alguien quiera formar parte de este perverso experimento social. Sin embargo, los beneficios para los usuarios con buena puntuación suelen ser atractivos. Una calificación alta te permite rentar bicicletas, paraguas, automóviles o cuartos de hoteles sin tener que dejar un depósito, por ejemplo.

De igual manera, tener una calificación baja no sólo elimina esos privilegios, sino que evita que puedas comprar boletos de tren o de avión, enviar a tus hijos a escuelas privadas e incluso podría afectar tus prospectos de trabajo y matrimonio. En pocas palabras, mantener una calificación alta te abre muchas puertas, mientras que una puntuación baja te convierte en la escoria digital de China.

El gobierno alega que su objetivo es crear un ambiente de honestidad generalizado, proporcionando beneficios a los ciudadanos ejemplares y disciplinando a los detractores. Sin embargo, Hvistendahl explica que para el Partido Comunista Chino (PCC) el SCS es realmente “un intento de establecer un autoritarismo más suave y menos visible”, garantizando la obediencia total hacia el Estado.

Como ejemplo de esto, el periodista Yoichi Funabashi explica que aquellos que busquen información crítica del gobierno en Internet o información sobre incidente de 1989 en la plaza Tiananmen sufrirán una reducción de 200 puntos al instante.

La cuestión ya no es si el SCS existirá, sino la ferocidad que tendrá una vez que esté activo. Todo indica que sean en el año 2020 cuando el sistema esté en completa operación. 

A muchos no sorprenderá que el PCC sea el pionero en esta perversa estrategia. Desde que subió al poder en 2012, Xi Jinping ha usado el poder duro y la coerción para controlar a sus ciudadanos. Bajo su mandato, la liberalización política se ha esfumado y el espacio de la sociedad civil se redujo exponencialmente. Ahora busca crear el sistema de seguridad más sofisticado en la historia de la humanidad.

Lo peor de esto es que son los ciudadanos los que ayudan a establecer esta nueva servitud Orwelliana. Al otorgar su información privada de manera voluntaria a grandes corporaciones transnacionales, colocan la piedra angular de su futura prisión digital.

Pero uno tendría que ser muy ingenuo para creer que lo que pasa en China se queda en China. Es por esto que aquí en México no podemos bajar la guardia. Un día podríamos despertar con nuestro propio Sistema de Crédito Social Mexicano. Y lo que es peor todavía … ¡controlado por nuestra Secretaría de Gobernación! 

¡Dios nos libre!

Publicado originalmente en Revista Líder México