12/11/18

STALIN UPDATE

Yuval Noah Harari argumenta que la diferencia entre democracias y dictaduras no es la pugna entre dos sistemas éticos opuestos, sino entre dos sistemas de “procesamiento de información”


Texto por: Juan Pablo Delgado Cantú

Mientras aquí en México soñamos con trenes mayas, nuevos aeropuertos y refinerías innecesarias, los gobiernos con un mínimo de previsión política y social enfocan su atención en la revolución tecnológica que sacudirá la vida de millones de ciudadanos: el imparable auge y desarrollo de la Inteligencia Artificial (IA).

En un futuro donde la IA dominará nuestras vidas se prevén dos grandes problemáticas.

La primera afectará al mundo laboral. Existen numerosas estimaciones sobre el tamaño del impacto, pero las cifras varían entre un 14% de los empleos siendo reemplazados por máquinas (OCDE, 2018), hasta un 30% de los trabajos siendo eliminados por robots inteligentes (McKinsey Global Institute, 2017).

Sin embargo, el escritor Yuval Noah Harari identifica algo aún más perverso en el auge de la IA. Para él, la misma tecnología que hará económicamente irrelevantes a masas de ciudadanos podría también eliminar sus libertades políticas y civiles, facilitando a los gobiernos el monitoreo, control y manipulación de sus gobernados.

Harari argumenta que esto ya sucede en China, con su Sistema de Crédito Social (SCS). El SCS es un algoritmo que monitorea las actividades que realizas en tu celular (las páginas que visitas, las compras que haces, la pornografía que ves, los pagos a tu tarjeta de crédito...) y otorga una calificación que indica si eres un ciudadano “confiable”. Un puntaje alto otorga privilegios, mientras que uno bajo impone castigos, incluyendo evitar la compra de pasajes de tren o avión, estudiar en escuelas privadas, trabajar en ciertas empresas, etcétera.

Ésta es la segunda problemática que traerá la irrupción de la IA: el surgimiento de un autoritarismo digital inteligente. Una “Smart Dictatorships”, si usted gusta, donde los gobiernos serán más eficientes para reprimir, controlar y castigar a sus ciudadanos cautivos. 

Harari argumenta que la diferencia entre democracias y dictaduras no es la pugna entre dos sistemas éticos opuestos, sino entre dos sistemas de “procesamiento de información”. Las democracias distribuyen la información entre numerosos agentes, mientras que los regímenes autoritarios la concentran en un círculo reducido de personas. 

Con la tecnología arcaica del siglo XX, los sistemas autoritarios inevitablemente colapsaban: al no poder procesar tanta información, la ineficiencia incrementaba, se estancaba la innovación y el crecimiento económico, y al final el sistema implosionaba.


Pero la IA soluciona todos estos problemas. Hoy es posible procesar miles de millones de datos de manera inmediata. De hecho, dice Harari, la IA “podría hacer a los sistemas centralizados aún más eficientes que los sistemas difusos”, porque una computadora trabaja mejor entre más datos concentra en un solo lugar. Así, la mayor desventaja de las dictaduras pasadas -concentrar el poder e información en un lugar- podría ser hoy su ventaja definitiva.

Por desgracia, nosotros mismos alimentamos esta pesadilla, al entregar diariamente -y sin chistar- nuestra información personal a empresas con poco interés por salvaguardar nuestra privacidad.

Harari advierte que una posible solución para detener a las dictaduras inteligentes sería crear nueva legislación que prohíba a las empresas de tecnología usar nuestra información personal a su gusto, y prohibirles entregarla a los gobiernos.

Pero… ¿Tendrán los arquitectos de la Cuarta Transformación de México la mínima idea de cómo resolver esta problemática? ¿O será el “pueblo sabio” quien nos defienda de la inteligencia artificial?

Porque si esto es así… ¡Estamos perdidos!

Publicado originalmente en Vértigo