Año tras año nos inflamos de falso patriotismo para conmemorar una fecha que nos recuerda una insignificante victoria contra los franceses. Vale preguntarse: ¿A quién fregados le interesa una batalla de hace 160 años?
Texto por: Juan Pablo Delgado
Ahora sí, raza. ¡Es oficial! Después de tres años y pico de disrupciones, incertidumbre, terror y muerte por fin terminó la emergencia sanitaria del covid-19 en México y el mundo. ¡Aplausos a todos!
Habiendo superado este primer instinto celebratorio, caemos rápido en la cruda realidad: aquí en México hay poco que festejar. Entre los restos del naufragio sobresale que nuestro país fue unos de los peores calificados en cuanto a prevención y acción durante la crisis sanitaria. Atrás quedan más de 300,000 muertes causadas directamente por el virus, miles de negocios cerrados, una generación de niños mensos y cerca de 700 mil muertes excedentes. Como remedio queda esperar que un día se haga justicia contra el Ángel Exterminador de apellido López-Gatell.
Todo esto es relevante porque pone de relieve la compleja cuestión de la memoria social colectiva. Me refiero a que como humanidad -y como país- parecemos haber dado vuelta de página a todo este tema de la pandemia: ¿Por qué en ningún lugar del mundo se ha propuesto alguna fecha para conmemorar la traumática expereicnia que sufrimos como especie humana? ¿Por qué tenemos días conmemorativos para absolutamente todo -día del taco, día del pene, día del perro- pero nadie ha propuesto un “día de la victoria contra la pandemia”?.
Queda claro que tenemos nuestras prioridades tergiversadas. Conmemoramos cosas estúpidas y superfluas y decidimos ignorar las mayores victorias colectivas.
Si tomamos el caso particular de México, esto se vuelve evidente al instante: arrancamos el año con la celebración de la Constitución. ¿Cómo para qué? De ahí nos seguimos con el nacimiento de Benito Juárez. ¿Y esto a quién le importa? Peor todavía: ¡Celebrar a la bandera de México! ¿En qué cabeza cabe? ¿Y la Revolución mexicana? ¿Seguimos con esto un siglo después?
Quizá la peor fecha sea el 5 de mayo. Año tras año nos inflamos de falso patriotismo para conmemorar una fecha que nos recuerda una insignificante victoria contra los franceses. Vale preguntarse: ¿A quién fregados le interesa una batalla de hace 160 años? ¿Qué necesidad tenemos de seguir conmemorando una fecha histórica que no suma, no propone, y no inspira nada a la sociedad mexicana?
Ante este desastre, vengo a presentarles un par de propuestas para modernizar nuestros días festivos de mayo. Ahí les va:
1. Eliminar el 05 de mayo: A partir del 2024, la Batalla de Puebla queda fuera del calendario oficial de días patrios. ¿Qué podemos festejar este día? Pues podríamos armar una gran parranda donde recordemos que el 5 de mayo fue la fecha cuando la OMS declaró el fin de la emergencia a nivel mundial. ¡Saquen las cheves!
2. Conmemorar el 09 de mayo: También el 9 de mayo debe incluirse en el calendario oficial por ser el día en que oficialmente terminó la emergencia sanitaria en México. Pero éste no será un día de fiesta. Tomando en cuenta la calamidad que sufrimos, el 9 de mayo se convierte en día de descanso, enfocado en la introspección reflexiva y en mentarle la madre a López-Gatell.
3. Agregar el 08 de mayo: Con estas dos fechas palomeadas, podemos agregar un día más a esta macrosemana de fiesta y reflexión: el 8 de mayo. ¿Y esto por qué? Porque esta fecha conmemora el Día de la Erradicación de la Viruela, una de las enfermedades que más muertes ha causado en la historia de la humanidad (entre 300 millones y 500 millones tan sólo en el siglo XX). Su erradicación ha sido uno de los mayores hitos en la historia humana y claramente merece una parranda anual.
Con estas nuevas fechas conmemorativas no sólo estaremos haciendo un servicio a la posteridad, otorgándoles tres días para sentirse orgullosos, reír, celebrar, llorar y recordar. También estaríamos creando un mega-puente vacacional que culmina con la celebración de las madres el 10 de mayo.
Y por si fuera poco, estoy seguro que todos los años nuestros políticos se tomarán vacaciones durante todos estos días, dejando menos tiempo para que propongan y hagan estupideces. ¡De nada, raza! ¡Estoy para servirles!