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13/4/20

MAMÁ… EL COVID-19 INFECTÓ A MI DEMOCRACIA

Numerosos analistas han apuntado que la historia está llena de momentos oscuros donde la población aterrada corre a buscar el manto protector del Estado. Para los gobernantes, estas crisis llegan “como anillo al dedo” y utilizan la oportunidad  para aumentar su poder y eliminar las libertades políticas de una ciudadanía temerosa.


Texto por: Juan Pablo Delgado Cantú

Ahora que están encerrados en cuarentena, les voy a pedir que sumen a su lista de preocupaciones un artículo más: ¿Se acuerdan que el COVID-19 ya destruyó a la economía global? Bueno… pues agréguenle a eso la destrucción del orden democrático en el mundo.

Numerosos analistas han apuntado que la historia está llena de momentos oscuros donde la población aterrada corre a buscar el manto protector del Estado. Para los gobernantes, estas crisis llegan “como anillo al dedo” y utilizan la oportunidad  para aumentar su poder y eliminar las libertades políticas de una ciudadanía temerosa.

Pues la crisis actual no es excepción a la regla. Alrededor del mundo, numerosos gobiernos han utilizado al virus como catalizador para centralizar el poder, reprimir derechos humanos y avanzar en el camino del autoritarismo.


Poco menos podríamos esperar de gobiernos que ya mostraban inclinaciones para el autoritarismo. Sea Hong Kong, India, Rusia, Turquía, Tailandia o diversas monarquías árabes, los gobiernos de estos lugares han tomado a la epidemia como excusa perfecta para arrestar disidentes, reprimir a periodistas, prohibir grandes reuniones públicas, o decretar nuevas leyes para reprimir cualquier intento de protesta social.

Pero esto también se manifiesta en regímenes considerados democráticos. En Bolivia, el gobierno interino de Jeanine Áñez ha decidido posponer las elecciones presidenciales programadas para mayo. Áñez llegó al poder tras el fraude electoral y exilio de Evo Morales, y ahora todo indica que su intención real es permanecer en el poder y usar al coronavirus como pretexto para torcer las reglas democráticas y perseguir a la oposición.

Otro caso delicado es Israel. Por décadas una democracia vibrante, en los últimos años ha caído en las garras chauvinistas del primer ministro Benjamin “Bibi” Netanyahu. Bibi ahora está acusado de corrupción, pero aprovechó la pandemia para aplazar su juicio penal y retrasar la formación de un gobierno funcional, impidiendo así que el parlamento recién electo pueda aprobar una ley que evitaría -qué casualidad- que un político acusado de corrupción -como Netanyahu- pueda ser primer ministro.

Nadie ha mostrado mayor cinismo por las reglas democráticas como Hungría. Ahí, el tiranillo Viktor Orbán utilizó la turbulencia del COVID-19 para pasar una serie de reformas constitucionales que le otorgan poderes dictatoriales y la capacidad para gobernar por decreto. Con las nuevas reglas, Orbán puede ignorar las leyes a voluntad y ha penalizado con cinco años de cárcel la difusión de información falsa (dejando a discreción personal qué es verdad y qué es fake news). Lo peor es que su extensión de poderes no tiene fecha de caducidad. Sin temor a equivocarme, puedo decir que estamos presenciando el nacimiento de una verdadera dictadura en el corazón de la Unión Europea. 

En México apenas iniciamos con las medidas de emergencia, las cuales nos han dicho se tomarán con respeto a los derechos humanos. Lo que sigue es asegurarnos que esto suceda al pie de la letra. No podemos permitir que el pánico destruya nuestra frágil democracia. Toda acción gubernamental debe tener límites claros y temporalidades fijas.

No es que debamos desconfiar del gobierno, sino que debemos desconfiar todavía más de una ciudadanía temerosa, dispuesta a intercambiar libertades por seguridad. Lo importante es que al final de esta crisis nuestra democracia siga en pie, ya que muchos países no tendrán la misma suerte. 

Una cosa es despertar y saber que el dinosaurio sigue ahí… otra muy distinta es encontrarnos a un gigantesco Leviatán.

¡Aguas!

Publicado originalmente en Vértigo

30/3/20

EL DECAMERÓN REGIÓN 4

Es vital y fundamental no caer en pánico con el COVID-19 y confiar en nuestro sistema inmunológico para sortear esta crisis. Recuerda: ¡Sólo tú puedes evitar el apocalipsis!


Texto por: Juan Pablo Delgado Cantú
@DelgadoCantu


¡Llegó el imperio del COVID-19! Pero ya que estamos en cuarentena, emulemos mejor a Giovanni Boccaccio y contemos historias de amor, fortuna y epidemias. Yo empiezo.

Hace dos meses me enfermé de una fiebre que me zarandeó durante una semana (no era coronavirus, que conste). Quizá fue mi edad o quizás los excesos y vicios, pero pocas veces había pasado más de cinco días en calidad de pantufla vieja. Si de algo puedo jactarme, es de tener un sistema inmunológico entrenado por la Mossad: entra un bicho a mi cuerpo y mis células blancas lo hacen pedazos.

El gran drama vino después: Mi novia se enteró de mi padecimiento y entró en cólera, acusándome de “inconsiderado”, “necio” y “patán” por rehusarme a visitar a un médico. Como hombre sensato, hice una retirada táctica y decidí acudir con un doctor al día siguiente. Su veredicto: “Tienes fiebre y la garganta inflamada, toma estos antibióticos y antigripales”.

Sin decirle a mi mujer, decidí ignorar la parte de los antibióticos. Dormí 12 horas dopado con paracetamol y amanecí como nuevo al día siguiente. Mi novia se enteró de todo y aún me recrimina por los antibióticos.

¿Cuál es la moraleja? Hay dos: No discutan con su mujer por tonterías; y nunca jamás tomen antibióticos si no tienen un diagnóstico grave.

Ahora que vivimos bajo la sombra de una epidemia global, este tema vuelve a ser apremiante. ¡La gente se está medicando en exceso! Esto no sólo debilita nuestros sistemas inmunológicos, sino que permite el surgimiento de superbacterias que resisten a los fármacos y amenazan con destruir a la civilización.


Ahí les van un par de cifras, cortesía de la CDC y la OMS:
1. Cada 15 minutos, una persona en EE.UU muere por una infección que no pudo ser tratada con antibióticos. Esto suma 35,000 muertes al año.

2. Más de 700,000 personas mueren al año en todo el mundo por enfermedades que resistieron a los medicamentos.

3. Si no hacemos cambios radicales, podríamos sumar 10 millones de muertes a causa de resistencia antibiótica en el 2050.

La periodista Sigal Samuel explica en VOX: “La resistencia a los medicamentos sucede cuando usamos antibióticos en exceso en humanos, animales y cultivos. Un nuevo antibiótico puede tener excelentes resultados, pero las bacterias se adaptan. Poco a poco el antibiótico se vuelve menos efectivo y nos queda una enfermedad que no sabemos cómo tratar”. Un culpable son doctores que recetan antibióticos para casos que no los requieren y ni se benefician de ellos, como resfriados y gripes.

Hoy nuestro enemigo número 1 es el COVID-19 (un virus). Pero si algo sabemos de este bicho es que tiene una tasa de letalidad baja, donde incluso el 95% de los infectados son asintomáticos (80%) o tienen reacciones moderadas (15%). Esto quiere decir que no existe ninguna razón para caer en delirios fatalistas.

¿Qué les intento decir? Que es vital y fundamental no caer en pánico con el mentado virus y confiar en nuestro sistema inmunológico para sortear esta crisis. Imaginen que es cualquier gripe que hayan sufrido en el pasado: si te sientes poco enfermo, no te auto-mediques, quédate en casa, toma electrolitos y duerme 12 horas. Ojo: si tus síntomas son graves, por bondad, vista al médico.

Pero crear pánico, cerrar la economía y dañar al 95% que no está en riesgo es absurdo. La racionalidad es lo único que nos va a salvar de esta crisis. Y al final esto aplica igual con los antibióticos: sólo siendo inteligentes y evitando el pánico evitará que nos mediquemos como idiotas, previniendo en el proceso la aparición de las superbacterias que acabarán (quizás) con el mundo.

Recuerda: ¡Sólo tú puedes evitar el apocalipsis!


Publicado originalmente en Vértigo

2/3/20

EL DICTADOR NO TIENE QUIEN LO CURE

Mientras una dictadura facilita la acumulación de información, también es característica distintiva de los sistemas autoritarios la dificultad de admitir errores y autocorregirse.


Texto por: Juan Pablo Delgado Cantú

Terminamos la columna anterior con ánimos elevados: ¡El coronavirus es un aliado para frenar las ambiciones globales de China!

¿Por qué es importante esto? Porque el ascenso del Imperio Chino representa la mayor amenaza a la democracia liberal en el mundo; y lo que ocurra en esta primera mitad del siglo XXI determinará si Beijing dominará la geopolítica global en el mediano plazo. Que nadie los engañe: estamos en una nueva Guerra Fría y la libertad de todos está en juego.

Hace un par de días acudí a una charla organizada por Kybernus en el COLMEX sobre “Libertad y Liderazgo: Desafíos en el Siglo XXI”. Ahí, el exEmbajador de México ante la ONU, Enrique Berruga, resumió de manera impecable el embrollo: “La libertad cada día se ve más coartada, y el mundo tendrá que elegir entre el modelo centralizado de China o el modelo caótico de las democracias”.

¿Y quién va ganando? Hasta hace poco, el viento de la historia parecía soplar a favor de Beijing, en parte porque los defensores del liberalismo brillan por su ausencia: Europa sigue en espirales tras el Brexit y EUA sufre de delirio esquizofrénico.

Aprovechando la turbulencia, los chinos van a la ofensiva: avanzan de manera vertiginosa en la implementación del Sistema de Crédito Social (espionaje masivo a través de apps); en el uso de tecnología de reconocimiento facial y mantienen un archipiélago de gulags en la provincia de Xinjiang para encarcelar a millones de disidentes. A esto sumemos su inquebrantable crecimiento económico y su red global de aliados con la Nueva Ruta de la Seda.

Lo anterior son seductores cantos de sirena para los indecisos. ¿Qué tan malo puede ser un sistema autoritario si a los chinos les va de maravilla?

Incluso autores como Yuval Noah Harari advertían que las dictaduras están mejor equipadas para navegar en el mundo moderno, ya que con la Inteligencia Artificial pueden crear un autoritarismo digital inteligente, donde los gobiernos son cada día más eficientes para reprimir, controlar y castigar a sus ciudadanos.

¿Y entonces? ¿Se perdió la guerra?



¡Pues no! Entra de nuevo en escena el mentado coronavirus para sacudir su poca fe en el liberalismo y disipar los espejismos de las dictaduras “¿Cómo el coronavirus?”, preguntarán sorprendidos. Pues sí… el coronavirus es hoy el detonante de la mayor crisis que afecta a la maquinaria totalitaria de Xi Jinping.

Richard Hass (presidente del Council on Foreign Relations) nos ilumina diciendo que la legitimidad política en China se basa en gran medida en su desempeño económico; y los ciudadanos han aceptado restricciones a sus libertades a cambio de un mejor nivel de vida. En este tema, el coronavirus ya causa estragos, “lo que significa que una situación menos que ideal está empeorando rápidamente”, dice Hass.

Sumado a esto, su sistema centralizado evitó que las autoridades pudieran detener al virus cuando primero se detectó a finales de 2019. Esto debido a la parálisis gubernamental que ha surgido como consecuencia de la consolidación masiva de poder en torno a Xi, lo que deja a los funcionarios provinciales incapaces -o temerosos- de actuar sin la bendición del jefe central.

Así que mientras una dictadura facilita la acumulación de información, también “es característica distintiva de los sistemas autoritarios la dificultad de admitir errores y autocorregirse”, indica Hass. 

Todavía falta mucho para saber quién ganará la Guerra Fría del siglo XXI. Pero algo ha quedado claro: un sistema centralizado parecerá bueno para muchas cosas, pero hoy demuestra que no puede ni detener un simple catarro.

¡Salud!

Publicado originalmente en Vértigo

17/2/20

UN VIRUS CONTRA LA DICTADURA

Frente a este panorama, se vuelve urgente analizar las consecuencias que la crisis del COVID-19 tendrá en la imagen, la estabilidad política y el crecimiento de China.


Texto por: Juan Pablo Delgado Cantú


¡Ahora sí se armó la gorda! Para todos los Panglossianos que decían que todo saldría bien, la realidad se les desbordó y ahora nos amenaza con visiones dantescas. Es un hecho: ¡Tenemos una emergencia de salud pública global! 

A final de cuentas, el mentado coronavirus salió más cabrón que bonito y la OMS tuvo que salir a decirnos que las cosas van muy mal. ¿Qué tan mal? Pues esta emergencia de salud es 1 de las 6 que la OMS ha emitido en su historia. ¡Un despapaye!

Al momento de escribir esto, las cifras oficiales son: 40,536 casos confirmados en China con 910 muertes; más de 25,000 sospechas de infecciones; y más de 25 países que han confirmado la presencia de la enfermedad. ¿Lo peor? Seguimos sin ningún medicamento efectivo.

Frente a este panorama, se vuelve urgente analizar las consecuencias más allá de la salud pública. Principalmente, ver cómo la crisis afectará la imagen, la estabilidad política y el crecimiento de China. Pero vámonos lento porque vamos lejos.



Reputación: Primero hablemos del impacto reputacional que está recibiendo China por su cochinero. No sólo hemos visto brotes de xenofobia alrededor del mundo, donde los chinos son vistos como focos de infección; también el Departamento de Estado de EUA emitió una alerta de viaje, pidiendo que nadie visite al país asiático; a esto se suman varias aerolíneas que han decidido dejar de volar hacia China. Por si fuera poco, el gobierno de Xi Jinping prohibió a 50 millones de ciudadanos salir de la provincia de Hubei, el epicentro de la enfermedad. Y si la epidemia llegara a afectar a las Olimpiadas en Tokio, todo el mundo culpará a China. ¡Terrible óptica y publicidad para una potencia emergente!

Economía: Una mala imagen suele traducirse en mala economía, y el crecimiento de 6% que China había previsto en su PIB para el 2020 tendrá que recortarse. Si a esto sumamos las caídas en la Bolsa de Valores, las pérdidas en comercios e industria, y la disrupción en las cadenas de producción, tenemos un problemón gordo. Nada tonto, el secretario de Comercio de EUA, Wilbur Ross, salió en Fox News a decir que esta situación “ayudará a acelerar el regreso de trabajos a América del Norte”. ¡Muy abusado el viejito!

Legitimidad: Otro reto mayúsculo para el Partido Comunista Chino (PCC) es mantener su legitimidad frente a esta crisis. Taisu Zhang, profesor en la Yale Law School indica que a diferencia de otros problemas políticos cuestionables (reforma del 2018 que permite la reelección indefinida, la crisis de Hong Kong, etcétera), “la situación actual constituye un problema mucho más severo para la legitimidad política” del PCC. Mientras los problemas anteriores eran censurados por la policía cibernética, el coronavirus afecta de manera directa a la ciudadanía, lo que se traduce en muestras de odio y frustración rara vez vistas en un país caracterizado por su opresiva censura. Es un hecho que la población está sumamente molesta por la ineptitud del gobierno central, lo que obligó a Xi Jinping a relajar su postura dictatorial, permitiendo por momentos críticas en Internet, la prensa escrita e incluso en los medios oficiales del partido.

Eso sí... en estos tiempos inciertos no podemos olvidar el costo humano que conlleva una crisis epidemiológica. Pero para aquellos que ven con recelo el auge de una China totalitaria como potencia mundial, la aparición del coronavirus resulta benéfica en términos geopolíticos, pues erosiona (por lo menos un poco) el poder de Xi y sus secuaces.

En esta batalla contra las fuerzas totalitarias, todos los aliados cuentan, incluso los microscópicos.

Texto publicado originalmente en Vértigo

3/2/20

EL ATAQUE DEL CORONAVIRUS ATÓMICO

La fantasía de una Guerra Mundial es horrible, pero nos remite a un tiempo cuando había más simplicidad, o al menos una sensación de mayor simplicidad, y existía una percepción clara entre el bien y el mal.


Texto por: Juan Pablo Delgado Cantú

¿Alguien me puede explicar qué fregados sucede? Porque quizás ni se enteraron, pero desde que inició el 2020 hemos tenidos dos acercamientos con el fin del mundo. Lo peor es que en vez de reaccionar con prudencia y seriedad ante el posible Armagedón, la raza prefiere volcarse a las redes sociales para señalar que la potencial hecatombe les importa tres kilos de chorizo toluqueño.

El primer jinete del Apocalipsis se asomó tras el asesinato del general iraní Qasem Soleimani, el cual fue tomado por muchos como el inicio de un conflicto bélico entre Irán y EE.UU., que podría desbordarse para incluir a Rusia y de ahí -¿por qué no?- acabar en guerra termonuclear.

Ahora el segundo caballero negro llega como un extraño virus de China que ha infectado a numerosos países (¡incluyendo a México!). ¿Pero alguien se preocupa? ¡Faltaba más! La gente manda memes y espera una pandemia global. En serio… parecen niños salvajes de la obra de Golding: “¡Córtale el cuello, mata al cerdo, derrama su sangre!”

Mi enorme consternación frente todo esto hace que mi memoria regrese a una antiquísima columna que publiqué en estas páginas. ¡La segunda para ser exactos! (Vértigo #753, “Apocalipsis Ahora”) 

En ese momento yo juzgaba a las religiones organizadas como las principales culpables de nuestra fijación con el Día del Juicio Final. Pelen los ojos y lean mi aguerrida retórica: “desde el Zoroastrismo en Persia hasta las corrientes judeo-cristianas ahora globalizadas, la mayoría de las religiones han tenido una fascinación por el fin de los tiempos; por llegar a esa culminación cósmica donde la luz destruye a la oscuridad; donde la cizaña es lanzada al fuego; donde los elegidos son salvados por un Mesías que regresa a impartir justicia divina”. ¡Papaya de Celaya! ¿Cómo ven mi flamante pluma de joven escritor jacobino?

Pero no estaba tan perdido en aquellos años. Basta revisar una encuesta del Pew Research Center (2019) para saber que el 20% de los cristianos gringos, cree que la Segunda Venida de Jesucristo (no empiecen) ocurrirá durante su vida. Por si no están actualizados con su Catecismo, el regreso de Yisus es señal inequívoca del Apocalipsis y, por ende, del fin de los tiempos.


Pero no me dejaré cegar por mi ateísmo otra vez. Así que busquemos una nueva explicación para entender lo que ocurre.

Hasta ahora, la única respuesta coherente que encontré es la de Ian Bogost, profesor del Georgia Tech y escritor en The Atlantic. ¿Qué propone él? Pues que al menos en el caso de Irán, la reacción en redes sociales no son necesariamente una señal de ignorancia, sino una búsqueda de confort frente a la incertidumbre en el caótico mundo contemporáneo.

Explica Bogost: “La fantasía de una Guerra Mundial es horrible, pero nos remite a un tiempo cuando había más simplicidad, o al menos una sensación de mayor simplicidad, y existía una percepción clara entre el bien y el mal”.

Esto significa que para tener sanidad mental necesitamos siempre de un enemigo claro, que imponga un orden psicológico al separar al mundo entre “buenos” y “malos”. De ahí también nuestra atracción a las películas apocalípticas (aliens, asteroides, epidemias zombies), donde toda la humanidad debe unirse y combatir a un invasor o enemigo común.

¿Mi respuesta? ¡Ya ni la amuelan! Y que con su pan se coman su incertidumbre. Porque si para calmar su ansiedad están queriendo la destrucción de la Tierra, nomás no cuenten conmigo.

Así que más vale que el Congreso pronto establezca el Instituto Mexicano del Cannabis, porque como dice aquella canción: “Johnny, la gente está muy loca”.

Publicado originalmente en Vértigo

20/1/20

AHORA SÍ NOS CAYÓ EL VEINTE

Siguiendo el ejemplo de Walter Mercado, les daré claridad sobre el porvenir. Aquí les digo lo que sucederá en el año 2020. ¡Avancemos sin miedo!

Texto por: Juan Pablo Delgado Cantú


"Las predicciones", dice un viejo proverbio danés, "son peligrosas, especialmente cuando se tratan sobre el futuro”. 

Pero sería un columnista mediano y cobarde si no me pusiera mi gorro de nigromante y les dijera que conozco perfectamente lo que acontecerá en el futuro. 

Así que hoy dejarán de ser huérfanos, pues siguiendo el ejemplo de Walter Mercado, les daré claridad sobre el porvenir. Aquí les digo lo que sucederá en el año 2020. ¡Avancemos sin miedo!

1. Aguas con las elecciones gringas: ¡Oh sí! Todo el año seremos testigos del mayor espectáculo del mundo. Frente a las elecciones gringas, esos pelados del Cirque du Soleil o Hamilton son unos taqueros. El 03 de noviembre será el gran final: la elección que definirá el futuro de EUA y del mundo. ¿Quién será el campeón Demócrata? ¿Qué pasará si vuelve a ganar Trump? ¿O si pierde? ¿Se irá sin chistar de la Casa Blanca? ¿Habrá otra guerra civil? ¡Tantas preguntas exquisitas! ¡Agárrense!

2. El mentado Brexit: Si están ávidos de polémica y no quieren esperar a noviembre, basta con decirles que a finales de este mes veremos la calamitosa salida del Reino Unido del club europeo. La fecha fatídica es el 31 de enero. ¿Y luego qué pasa? Pues como bien dijo Cantinflas: “Ahí está el detalle, chatos”

3. Más mota legal: El año comenzó de maravilla para los amantes de la libertad y enemigos de la intervención gubernamental en la vida privada. El 01 de enero, se volvió legal comprar y fumar marihuana en el estado de Illinois (donde está Chicago). Esto eleva a 11 el número de estados donde la marihuana recreativa es permitida. Por si fuera poco, el gober de Nueva York anunció que durante el 2020 harán lo mismo en su estado. ¿Y aquí en México? Pues el Congreso tiene poco tiempo para regularizar la mota, aunque seguimos sin saber si será sólo para uso medicinal o si también tendremos uso lúdico. ¿Me canso ganso?

4. El Medio Oriente seguirá siendo un congal: Apenas habíamos salido de la cruda de Año Nuevo cuando nos enteramos que EUA asesinó a Qasem Soleimani, líder de las fuerzas Quds en Irán. Irán respondió lanzando misiles y hasta destruyó de manera accidental un avión comercial. Ahorita los ánimos están medio tranquilos, pero las oscuras nubes en el horizonte no presagian nada bueno. ¿Habrá una nueva guerra en el Medio Oriente? La realidad es que la guerra nunca terminó... ¡Misericordia, Allah!

5. Siguen las protestas globales: Si algo marcó al 2019 fueron las protestas masivas en todo el mundo, lideradas por ciudadanos encabritados por la corrupción, el nepotismo y las políticas económicas de austeridad. ¿Sucederá lo mismo en el 2020? Hasta ahora no hay señales de que sucederá algo radicalmente distinto en materia económica a nivel global. Sumado a esto, habrá que estar alertas por la elección general en Bolivia (mayo); Puerto Rico (noviembre); y elecciones parlamentarias en Venezuela (diciembre). ¡Puro despapaye!

Pero ahora reflexionemos: ¿Comenzamos mejor, igual o peor el 2020? Aquí cedo la palabra al genial Steven Pinker. Dice nuestro estimado intelectual: “El progreso es un hecho histórico. Los números muestran que en las últimas siete décadas los humanos han logrado (en promedio) una vida más larga, más saludable, más segura, más rica, más libre, más justa, más feliz e inteligente. Aún así,  el progreso no es una fuerza natural y las leyes del universo son indiferentes a nuestro bienestar, considerando que muchas más cosas pueden salir mal que bien”. 

¿Qué significa esto? Pues que si queremos mejorar solo hay un camino: ¡Hay que chingarle!

¡Ánimo!

Publicado originalmente en Vértigo

6/1/20

EN BUSCA DE LA DÉCADA PERDIDA

¿Cómo llegamos a la presente polarización y desesperanza? ¿Cómo arribamos a esta misantropía en un mundo desgarrado por turbulencia? Para descubrir esto y más, debemos hacer un viaje al pasado y revisitar los eventos más relevantes de la historia reciente. ¡Avancemos!


Texto por: Juan Pablo Delgado Cantú


¿Ya se dieron cuenta? ¡Estamos en la tercera década de siglo XXI! Momento perfecto para reflexionar sobre el tiempo pasado y perdido, porque... ¡qué congal armamos en los últimos 10 años!

¿Se acuerdan del inicio de la década anterior? Éramos solo unos niños saliendo de una burbuja rosa de ilusión y esperanza. Barack Obama se estrenaba como presidente y creímos que habría armonía racial en EUA (sí, como no); Xi Jinping era otro chino anónimo entre los 1,200 millones de aquel país; la raza presumía su Iphone 3 y Steve Jobs seguía vivo; y en México sufrimos los estragos de la misteriosa AH1N1 (AHLNL, para la maestra Gordillo). ¡Días de inocencia ahora perdida!

¿Qué pasó entonces? ¿Cómo llegamos a la presente polarización y desesperanza? ¿Cómo arribamos a esta misantropía en un mundo desgarrado por turbulencia?

Para descubrir esto y más, debemos hacer un viaje al pasado y revisitar los eventos más relevantes de la historia reciente. ¡Avancemos!



1. ¡Es la economía, estúpido! Imposible separar a la última década de los efectos globales que causó la crisis económica del 2008. Los Millennials fueron los más afectados, y probablemente se revierta la promesa del siglo XX, donde cada generación vivía mejor que la anterior. Hoy, la economía de mercado tiene una crisis de identidad y de marca, y con esto se erosionan también las bases de la democracia liberal. ¡Aguas!

2. ¡Y también el cambio climático! Junto con la crisis del capitalismo se exacerbó la del medio ambiente. Ya sabíamos que las cosas iban mal con el calentamiento global, pero nos hicimos güeyes y no actuamos. En los últimos años, el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) y otros organismos de prestigio global dejaron claro que si no reaccionamos ahora -o más bien, ayer- veremos serios problemas para el 2030. ¡El tiempo está corriendo!

3. ¡Ave Imperator! También tuvimos una clara señal de un cambio de guardia en la geopolítica global. El momento fue en marzo del 2018, cuando el Partido Popular de China decidió permitir la reelección infinita del presidente Xi Jinping. Como emperador vitalicio de la segunda potencia económica, podemos esperar mayor confrontación entre China y el orden liberal de Occidente.

4. ¡Power to the women! Quién sabe en qué oleada andemos del feminismo, pero en los últimos 10 años vimos un tsunami de indignación, rabia y furia de las mujeres a nivel global. Sin importar el motivo de su ira, tienen toda la razón para estar encabritadas. ¡Fuerza, damas!

5. El fin de la privacidad. En una palabra: Facebook. Porque igual y no recuerdan, pero en 2009 Facebook era todavía una empresa algo desconocida, con poco más de 300 millones de usuarios. Hoy controla Whatsapp, Instagram y un montón de aplicaciones de uso diario. Pero la bronca de la privacidad sobrepasa a Facebook. La evolución tecnológica nos superó en los últimos 10 años, y nos deja huérfanos para entender las ramificaciones de estar conectados 24 horas al día al Internet. ¡Y viene peor!

Todo lo anterior explica parte del desastre en el que estamos metidos. Pero yo quiero proponer una hipótesis más simple: la estupidez. Porque desde que Troya dejó entrar al sospechoso caballo a su ciudad, la humanidad ha tomado terribles decisiones que acaban en catástrofe. Ayer fueron caballos de madera y hoy son la destrucción del medio ambiente y la elección de Trump y Boris. 

Frente a esto, vale mantener cerca la frase atribuida a Einstein en esta nueva década: “Sólo dos cosas son infinitas: el universo y la estupidez humana. Y no estoy tan seguro de la primera”.

¡Feliz 2020!

Publicado originalmente en Vértigo

10/11/19

VOLVER AL FUTURO

Las protestas globales eran más que predecibles. Porque el mundo ha pasado la última década esperando a Godot. Se nos dijo que tras la debacle financiera del 2008, sólo era cuestión de tiempo para que todo volviera a la normalidad, para que el progreso regresara, los salarios crecieran y el futuro volviera a ser brillante. ¡Puro rollo! 



Texto por: Juan Pablo Delgado Cantú

¡No hay remedio! Salimos de un problema para entrar a otro. Y más en América Latina, donde parece que tienen doctorado para el autosabotaje.

Pero vámonos lento porque vamos lejos. Mi preocupación surge de lo que quizá sea el evento geopolítico más importante del momento: las protestas masivas que han sacudido al mundo en los últimos meses.

Desde China hasta el Medio Oriente, pasando por Europa y llegando a Latinoamérica, numerosos gobiernos se han visto sorprendidos por una explosión de rabia y frustración que demanda cambios urgentes al statu quo. Los focos rojos: Ecuador, Líbano, Chile, Argentina, Haití, España, Uruguay, Irak, Bolivia, Hong Kong, Francia.

Las demandas en cada país difieren, pero numerosos analistas han detectado elementos comunes: frustración y descontento acumulado tras largos periodos de austeridad y recorte a servicios públicos; el incremento de la desigualdad; falta de movilidad social (excepto para abajo); falta de crecimiento económico y de oportunidades laborales; corrupción política e insatisfacción con la democracia. Casi nada...

La ONU ya le entró al quite y atribuyó la ola de protestas a la desigualdad social, al descontento y desgaste de los ciudadanos con la clase política. Por su parte, el analista Fareed Zakaria apunta: "Las protestas son causadas por expectativas frustradas, desigualdad creciente, corrupción persistente y una profunda sensación de frustración".

¿Así o más claro, señores? Lo peor es que esta situación era más que predecible. Porque el mundo ha pasado la última década esperando a Godot. Se nos dijo que tras la debacle financiera del 2008, sólo era cuestión de tiempo para que todo volviera a la normalidad, para que el progreso regresara, los salarios crecieran y el futuro volviera a ser brillante. ¡Puro rollo!


A 10 años de la gran recesión, el FMI nos sale con la noticia de que el crecimiento económico a nivel mundial será del 3% para el 2019 (0.2% para América Latina y 0.4% para México): el peor desempeño desde la crisis económica del 2008. Esto sumado a los nubarrones que vaticinan el inicio de otra recesión global: la guerra comercial entre chinos y gringos, el Brexit y otras monerías.

O sea que vamos hacia adelante para regresar al principio. ¡Pues no! Las sociedades ya no están dispuestas a tolerar esta situación y las consecuencias aparecen ahora frente a nosotros. ¿Todos a las calles a celebrar? ¡No tan rápido!

Regresemos a las hermanas repúblicas latinoamericanas para ver que no todo es euforia idílica. Dado: Al igual que el resto del mundo, nadie duda que la situación en el Sur sea crítica (corrupción, falta de crecimiento, desigualdad). Pero en vez de hacer una fuga hacia adelante, nuestros primos se enredan en espirales. Ejemplo clave es Argentina, que el 27 de octubre hizo lo impensable... ¡Volver a poner al Peronismo en la presidencia! ¿Estamos idiotas o sólo parecemos?

Lo peor es que lo ocurrido en Argentina podría replicarse en otros países. En Chile y Ecuador las protestas han mutado de una reacción por la eliminación de subsidios a un repudio total del modelo económico liberal. ¿Qué queremos entonces? ¿Populismo, demagogia y despilfarro? ¡No es por ahí, raza! ¡Eso fue lo que precisamente nos trajo hasta este lugar!

Acepto que el capitalismo no siempre entrega los resultados esperados. Pero pido prestada una frase de Winston Churchill: “El libre mercado es el peor sistema económico, a excepción de todos los demás que se han inventado”. Y la solución es mejorar este sistema, no tirarlo a la basura y volver al populismo.

Es que en serio... ¡Están viendo y no ven!

Publicado originalmente en Vértigo

27/10/19

EL REGRESO DEL CHINO, CHINO, JAPONÉS

Cerraba mi columna anterior acongojado de que no había más que resignarnos y comenzar a recitar el libro rojo de Mao y esperar clemencia de los chinos, los nuevos amos y señores del mundo. Pero quizás exageré un poco, ¡porque aún existe esperanza! Y el Nuevo Imperio Chino podría derrumbarse incluso antes de alcanzar su infancia tardía.


Texto por: Juan Pablo Delgado Cantú

Lo confienzo: algunas veces puedo ser hiperbólico en mis comentarios. ¿Por qué digo esto? Porque en mi columna anterior prácticamente concluí que todos deberíamos correr a aprender mandarín porque los chinos estaban a punto de conquistar el mundo y convertirse en nuestros jefes supremos. ¡Ni más ni menos!

No me faltaban argumentos: en los últimos 20 años, la economía de la República Popular de China (RPC) se multiplicó por casi 12 veces, pasando de tener un PIB de 1.09 billones en 1999 a 12.24 billones en 2017 (Banco Mundial). El presupuesto que dedica a sus fuerzas armadas también se quintuplicó entre el 2000 y el 2018, de 41 mil millones de dólares anuales (6to lugar mundial) a 239.2 mil millones de dólares (2do lugar).

A todo esto hay que agregarle el éxito abrumador que tuvieron para sacar a cientos de millones de personas de la pobreza; su capacidad para convertirse en la fábrica global de todos productos que consumimos; su dominio en tecnologías de la información, inteligencia artificial y aeronáutica espacial; y su proyecto global conocido como el Nuevo Camino de la Seda, que conectará a Europa con Asia a través de una red de carreteras, puertos, aeropuertos y otros mega-proyectos de infraestructura. Como les digo… andan bravos esos chinos. 

En esa nota cerraba mi columna anterior, acongojado de que no había más que resignarnos y comenzar a recitar el libro rojo de Mao y esperar clemencia de los nuevos amos y señores del mundo.

Pero quizás exageré un poco, ¡porque aún existe esperanza! Y el Nuevo Imperio Chino podría derrumbarse incluso antes de alcanzar su infancia tardía. 



La primera señal aparece en Hong Kong. Para cuando lean esto, las protestas masivas contra Beijing que iniciaron en repudio a una ley de extradición habrán superado los 210 días. Nadie sabe cómo terminará este congal, pero una reacción violenta de la RPC (ver: Plaza Tianamen) sería un devastador golpe para el “ascenso pacífico” que China quiere proyectar en el escenario mundial.

En economía, la realidad tampoco es color de rosa. El 18 de octubre se publicaron últimos datos y sorprendieron por su mediocridad: un crecimiento de 6% en el tercer trimestre, la peor cifra en los últimos 27 años. Numerosos analistas consideran que esto se pondrá peor, ya que la guerra comercial con Estados Unidos -causa principal del desaceleramiento- no parece tener un final.

Pero como indica el periodista Tom Mitchell en The Financial Times, quizá el mayor peligro para el ascenso de China venga de su mismo sistema autoritario que -irónicamente- dio origen a su éxito. 

Para Mitchell, todas las broncas de China tienen algo en común: “surgieron porque el sistema autoritario puede ser excelente para construir infraestructura, reprimir a la disidencia y censurar el Internet, pero a menudo es inútil cuando se trata de pasar malas noticias por la cadena de mando”.

Esto genera una situación perversa, donde los altos cuadros del gobierno buscan proteger al presidente Xi Jinping , pero terminan traficando con mentiras, datos falsos y cifras maquilladas: una terrible manera de gobernar cualquier país, mucho más a la segunda potencia del mundo. 

Pero haiga sido como haiga sido, lo indudable es que los problemas que afligen a la RPC -particularmente la falta de crecimiento económico- tendrán repercusiones similares en otras las latitudes del planeta. Pero mientras los chinos navegan sus galeones impulsados por un 6% de crecimiento, aquí sorteamos la tormenta en una panga que presume un 0.2% de expansión económica.

No somos nada… o quizás sí: un sueño extraviado.


Publicado originalmente en Vértigo

13/10/19

CHINO, CHINO, JAPONÉS

Mientras aquí continuamos batallando con la CNTE, con escasez de medicinas, y con resolver Ayotzinapa; los chinos ya se comieron el mandado del mundo.


Texto por: Juan Pablo Delgado Cantú

Desde que tengo memoria, el imaginario colectivo en torno a los chinos ha sido uno demasiado cruel y despectivo. 

Aquí en México creemos que si un producto es “chino” significa que es de bajísima calidad. Por igual, cualquier reparación que se realice de manera improvisada es considerada un arreglo “chinote”. Y cómo olvidar el adoctrinamiento que recibimos como buenos niños (los de mi generación, por lo menos) que nos daba igual diferenciar a los chinos de otras culturas asiáticas, factor ridiculizado en la cancioncilla: “chino, chino, japonés, come caca y no me des”. 

¡Oh sí! ¡Los viejos tiempos de la insensibilidad cultural! Pero ahorita que terminen de carcajearse harían bien en recordar el clásico que dice: “Quién ríe al último, ríe mejor”.

Porque igual y les pasó de noche, pero el 01 de octubre la República Popular de China (RPC) celebró 70 años de existencia; superando así oficialmente a la Unión Soviética que implosionó con más pena que gloria allá en 1991, a sus 69 años.

La celebración fue una bacanal, y el presidente Xi Jinping -con justa razón- decidió tirar la casa por la ventana: hizo un enorme desfile militar, presumió sus misiles y armamentos ultramodernos, nos habló de la solidez política de su régimen comunista y de cómo son bien fregones en términos económicos. Pa’ pronto, fue una saturnalia desenfrenada de patriotismo y nacionalismo desbocado. 

¿Y por qué no? Si basta con echar un vistazo a los chinos para ver que tienen todo para salir a presumir. Porque mientras era fácil burlarse de ellos hace 50 años; hoy la RPC puede mirar al horizonte con arrogancia, soberbia y condescendencia, incluso a países como México, que a inicios de 1990 teníamos un PIB similar al de China. 

Hoy las cosas son muy distintas...


Pasando de largo la época de Mao (1949-1976) donde millones de personas murieron de hambre con su genialidad llamada “Gran Salto Adelante”, el progreso de China a partir de la década de 1980 ha sido simplemente extraordinario.

En 1978, al 90% de la población de China vivía en pobreza extrema. En las siguientes tres décadas, lograron sacar a más de 700 millones de personas de esta situación, y se espera que para el 2020 puedan haber eliminado la pobreza extrema al 100%. ¡Ni hablar! A 108 años de nuestra Revolución, aquí en México ya vamos en la 4T y seguimos con la misma bronca.

En cuestiones de producción mejor ni entrar, ya que las cifras son realmente exorbitantes. Basta decirles que en 2018, China produjo el 90% de los teléfonos celulares en el mundo, el 90% de las computadoras y el 70% de las televisores en color. También son líderes en la producción de barcos, aires acondicionados, zapatos y paneles solares. 

En cuanto al consumo de materias primas, ahí les va un datito: tan sólo entre 2011 y 2013, China consumió 6.6 gigatoneladas de concreto... ¡Más de lo que Estados Unidos consumió en todo el siglo XX! En 2015 consumieron el 54% del aluminio global, el 48% del cobre, el 45% de acero, y así una lista enorme.

Hoy los chinos pueden presumir que son la segunda potencia económica a nivel mundial; la fábrica del mundo y la segunda potencia militar.

¿Y entonces? Pues eso. Que mientras aquí continuamos batallando con la CNTE, con escasez de medicinas, y con resolver Ayotzinapa; los chinos ya se comieron el mandado del mundo.

Así que en vez de nos preocupamos por el demente de Trump, deberíamos ocuparnos por hablar bien mandarín y aprendernos una canción que ahora es muy famosa en China: “Mexa, mexa, surinamés, come frijoles y no me des”.

¡Qué pesados!

Publicado originalmente en Vértigo

29/9/19

EL IMPOPULAR POPULISMO

¿Qué creen, chatos? ¡Parece que por fin logramos escapar de un remolino! Y citando a la gran poeta peruana Juana Judith Bustos, (mejor conocida como La Tigresa del Oriente): ¡Tendremos un nuevo amanecer!


Texto por: Juan Pablo Delgado Cantú

Ahora sí, compañeros: ¡Tenemos buenas noticias!

Los ávidos lectores de “El Árbol de Moras” recordarán que en mi columna anterior descendimos a las oscuras profundidades de la geopolítica contemporánea. Argumenté en aquel momento a favor de la teoría del “Eterno Espiral”, apuntando que nos encontramos dando vueltas en remolinos históricos, y cómo -por lo mismo- el mundo parecía estar atascado. Como ejemplos mencioné a Colombia y las FARCs; al Reino Unido y el Brexit; al muro fronterizo de Trump; a la guerra en Afganistán; a la crisis de Argentina; y al espectro de una nueva recesión económica global.

¿Pero qué creen, chatos? ¡Parece que por fin logramos escapar de un remolino! Y citando a la gran poeta peruana Juana Judith Bustos, (mejor conocida como La Tigresa del Oriente): ¡Tendremos un nuevo amanecer!

¿A qué me refiero? Pues que de acuerdo con diversos analistas, la era del populismo que ha asolado a las democracias liberales de Occidente durante una década parece estar llegando a su final.

Las señales están en todas partes: en la Gran Bretaña, el gobierno populachero de Boris Johnson se tambalea por su terrible actuación con el Brexit. En Israel, la reciente elección parece haber arrebatado el poder a Benjamin Netanyahu, quien se encaminaba a crear una especie de teocracia ultra-nacionalista. En Italia, el xenófobo Matteo Salvini fue sacado a patadas del gobierno de coalición que tenía con el Movimiento 5 Estrellas, el cual prefirió una alianza con los liberales moderados del Partido Democrático.

En España, el presidente Pedro Sánchez le cerró las puertas a Pablo Iglesia y sus camaradas bolcheviques de Podemos. En Francia, Emmanuel Macron sorteó la tormenta anti-establishment de los “Chalecos Amarillos” y detuvo el auge en las encuestas de la racista Marine Le Pen.

En Austria, la coalición entre los conservadores y los ultra-derechistas colapsó cuando se reveló una trama de corrupción entre el líder del Partido de la Libertad y unos empresarios rusos. En Alemania, todos los partidos tradicionales se aliaron contra los neo-nazis de Alternative für Deutschland. En Polonia, se especula que Jaroslaw Kaczynski y su partido Ley y Orden puedan perder su mayoría en las elecciones del 13 de octubre.


Nada de esto significa que hemos llegado a un puerto seguro. En Europa, Hungría sigue bajo el yugo de Viktor Orban; en Brasil, Jair Bolsonaro apenas empieza su régimen de destrucción; en India, Narendra Modi avanza su agenda en contra de las minorías religiosas; en Filipinas, Rodrigo Duterte sigue con su estrategia asesina; y si el destino nos juega una cruel broma, el año próximo podría reelegirse Donald Trump.

De igual manera, como bien explica Paul Taylor en POLITICO, las fuerzas subyacentes que motivaron el auge populista siguen presentes: existe una erosión generalizada en los cimientos democráticos y persiste “la creciente desigualdad de ingresos, las preocupaciones sobre la migración y la desaparición de empleos poco calificados por la globalización”.

Aún así, yo sí quisiera detenerme por lo menos un segundo para celebrar el evidente progreso. Porque después de 10 años de transitar por turbulencia, parece que el mundo comienza nuevamente a recobrar su sentido, razón y cordura. 

Pero no durmamos sobre laureles: el populismo aún no está derrotado, y no hemos ni mencionado a los regímenes verdaderamente autoritarios como China y Rusia que tienen en jaque al orden liberal. Pero bien dice el clásico: “vámonos despacio porque vamos lejos”.

Por lo pronto, yo empiezo la semana celebrando con un whiskito en las rocas.

¡Salud, amigos!

15/9/19

¡ATÁSQUENSE QUE HAY LODO!

 ¡Estamos atascados, raza! A donde sea que volteen, el mundo parece estar empantanado e inmovilizado. Nada avanza. Todo permanece estático o se mueve de lugar sólo para regresar a su posición original. Si Nietzsche hablaba de una repetición eterna de la historia humana, yo propongo un addendum: “La Doctrina del Eterno Espiral”. Les doy varios ejemplos.


Texto por: Juan Pablo Delgado Cantú

En uno de los diálogos más fascinantes de la serie True Detective, el personaje de Rustin Cohle (interpretado por el irrepetible Matthew McConaughey) nos ilumina con una de sus reflexiones: "El tiempo es un círculo plano. Todo lo que hemos hecho o haremos, lo haremos una y otra y otra vez... para siempre".  

Resulta que esta idea la popularizó Nietzsche cuando habló de su “Doctrina del eterno retorno” en The Gay Science y Así habló Zarathustra. No se apuren… no vamos a entrar en la maleza filosófica del bigotón alemán, pero sí quiero usar sus ideas para realizar un análisis de nuestra realidad contemporánea.

La versión resumida es esta: ¡Estamos atascados, raza! A donde sea que volteen, el mundo parece estar empantanado e inmovilizado. Nada avanza. Todo permanece estático o se mueve de lugar sólo para regresar a su posición original. Si Nietzsche hablaba de una repetición eterna de la historia humana, yo propongo un addendum: “La Doctrina del Eterno Espiral”. Les doy varios ejemplos.



Primero, el interminable e insoportable Brexit. Los méndigos británicos llevan tres años girando sobre su propio eje y cuando por fin parecía que el primer ministro Boris Johnson daría un golpe de timón para salir de este impasse, ¡pues nada! El Parlamento tomó control de la agenda política y Boris tendrá que pedir oootra extensión a Bruselas. De vuelta al punto inicial. Patear la lata y seguir con la danza gatopardista donde todo cambia para que todo siga igual. ¡Ya estoy harto! 

Más cercano a nuestro México el psicópata de Donald Trump habla nuevamente de su muro fronterizo. ¡Como en los buenos tiempos del 2016! Ahora el güero le quitó cash al Pentágono para construir su barda, y si todo sale bien, tendrá 800 kilómetros de muro para finales de 2020. ¡Sí cómo no! ¡El cuento de nunca acabar!

Por si fuera poco, Trump también decidió cancelar las negociaciones de paz con el Talibán, lo que pudo haber finalizado una guerra que por 18 años ha destrozado a Afganistán. Giran los espirales…

Al sur de México vemos toda clase de remolinos latinoamericanos. En Colombia, las FARC dicen que volverán a las armas; en Venezuela, la catástrofe política y humanitaria sigue sin señal de mejoría; y en Argentina… pues como siempre están las cosas allá, salir de una crisis para inmediatamente entrar en la siguiente. 

Pero en todo este congal hay un espiral que sobresale por encima del resto: el remolino económico. Si no recuerdan, la última década ha estado marcada por la catástrofe económica del 2008. No es por hacerme la víctima, pero bien dice la periodista Annie Lowrey en The Atlantic, que “para los adultos que tienen entre 22 y 38 años, la última recesión en realidad nunca terminó”, y a los Millennials -como yo- nos “tocó enfrentar el peor mercado laboral en los últimos 80 años”. 

Y adivinen con qué novedad nos salen ahora los economistas: ¡Que ya viene la siguiente recesión global! Las señales están en todos lados: crecimiento negativo en Alemania; el peor desempeño de China en 27 años; la aparición de la ominosa curva de rendimiento invertida en EUA; crecimiento paupérrimo en México; y la interminable guerra comercial entre entre los gringos y el mundo. ¡No hay tregua!  

Es un hecho: vivimos en un mundo de espirales, pantanos y remolinos. No tengo espacio para enumerar todos los casos, pero imagino que ya agarraron la onda.

Y entonces… ¿Qué consuelo nos queda a nosotros, los pobres Millennials? Si de algo les sirve, saber que a las nuevas generaciones probablemente les irá peor. 

¡Lástima, chavos!

Publicado originalmente en Vértigo

1/9/19

¡QUÉ CALOR, OH EH OH!

Ya hice un recuento de las acciones tomadas para combatir al calentamiento global desde que el IPCC publicó un ominoso informe, donde advertía que en 12 años podría iniciar el apocalipsis climático. Mi veredicto entonces fue negro como el smog. Así que hoy -a medio año de esa columna- valdría la pena actualizar el diagnóstico. No se acongojen… ¡Avancemos!


Texto por: Juan Pablo Delgado Cantú


Los ávidos lectores de El Árbol de Moras sabrán que estoy inmerso en una Cruzada para salvar al mundo, predicando a los cuatro vientos la mayor amenaza contra nuestra civilización: el espectro del cambio climático. ¡Oh sí! 

En otra columna (“El Ganso Verde”) hice un recuento de las acciones tomadas para combatir al calentamiento global desde que el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) publicó un ominoso informe, donde advertía que en 12 años podría iniciar el apocalipsis climático.

Mi veredicto entonces fue negro como el smog. Así que hoy -a medio año de esa columna- valdría la pena actualizar el diagnóstico. No se acongojen… ¡Avancemos!

03 de abril: El gobierno de Canadá indica que la zona ártica de su país se está calentando al doble de velocidad que el resto del mundo. ¿Por qué? Porque la pérdida de nieve y hielo aumentan la absorción de la radiación solar y causan un mayor calentamiento de la superficie. ¡Poutine con queso!

08 de abril: El World Glacier Monitoring Service de la Universidad de Zurich informa que los glaciares del mundo se están derritiendo más rápido de lo previsto, reduciendo 1% de su masa cada año. Las consecuencias: nos quedamos sin agua dulce y se incrementa el nivel de los océanos. ¡Ay nanita!

11 de junio: El Proceedings of the National Academy of Sciences advierte que de seguir contaminando, la vida marina podría colapsar en un 17% para el año 2100, debido a la reducción del oxígeno en el agua y la acidificación de los mares. ¿Y mi aguachile, apá?

09 de agosto: El mentado IPCC sale con otro reporte para decirnos que si queremos salvar al mundo ya no basta con reducir las emisiones de carbono, sino que debemos transformar profundamente la producción de alimentos, el uso de suelo y nuestra dieta. Dice la raza del IPCC que sólo el desperdicio de alimentos causa un 10% de todos los gases de efecto invernadero. ¡Papaya de Celaya!

22 de agosto: Se arma la gorda a nivel mundial por los incendios en el Amazonas, donde se han registrado 74,155 incendios desde enero, un incremento del 85% comparado con el año anterior. Todos culpan al presidente brasileño Jair Bolsonaro y su política anti-ecologista, pero él dice que existe una “psicosis ambiental”. ¡Merda, caralho idiota!


Es muy claro: vamos de mal en peor. Pero ahora una pregunta: ¿Podemos hacer algo al respecto?

Aunque no lo crean, sí existen acciones para limpiar este muladar. Así que antes de que abracen al nihilismo, van tres ideas al aire:

1. La ignorancia no es felicidad. Hacerse gueyes no ayudará a mejorar la situación. Es por eso que debemos estar bien informados para saber a qué nos enfrentamos y cómo poder ayudar. ¡Cada acción individual cuenta!

2. Somos lo que comemos. ¡Se fregaron, raza! Nuestras dietas son gran parte del problema y cada taco y torta de carnitas empeoran la situación. Una solución es la de mi compadre Paul McCartney (el mismísimo exBeatle) quien propone los “Lunes Libres de Carne”. ¡Un buen inicio!

3. ¡VOTAR! Nuestra mayor contribución para arreglar este congal es votar por la gente adecuada. Estoy hablando de diputados, senadores, alcaldes y presidentes que tengan una agenda inteligente, realista y pragmática para enfrentar el cambio climático. Votar por aquellos que favorecen a los hidrocarburos por encima de las energías renovables es contraproducente.

En México hay elecciones en el 2021. Así que hagan su tarea: infórmense, cambien su dieta y voten con su cerebro. Ningún proyecto político importa si nuestro país está en llamas.


Publicado originalmente en Vértigo

18/8/19

MONINA: MOVIMIENTO DE NIPONIZACIÓN NACIONAL

Quiero invitarlos a ser parte de la Quinta Transformación de México por medio de Monina: el Movimiento de Niponización Nacional.


Texto por: Juan Pablo Delgado Cantú

¡Escuchen la Palabra, hombres y mujeres de poca fe! He viajado a Oriente Lejano para traerles la buena nueva: ¡hay solución a nuestras desgracias!

Ya sin dramatismo bíblico les cuento que tras un periodo de vacaciones por Tokio regreso con una nueva visión del mundo y algunas respuestas para México. Pero vamos por partes.

De entrada decirles que Tokio no es la ciudad futurista que tenía en mente. No está repleta de pantallas parpadeantes con anime; ni hay una presencia heterogénea de personajes extraños o de robots haciendo la chamba de todos.

La realidad fue más mundana: una ciudad normal y funcional donde solo una minoría de los ciudadanos vive en su realidad paralela. Los robots brillaron por su ausencia.

Si algo resultó sorprendente fue que en un área metropolitana con 38 millones de habitantes la constante en todo lugar y momento fuera la misma: seguridad, tranquilidad y orden.

Aquí en la CDMX nos quejamos de vivir con 20 millones de mexicanos y donde el pan cotidiano son bloqueos, manifestaciones, desorden, basura y delincuencia. Pero Japón logró crear una ciudad cuasi-utópica con el doble de personas: ¿qué es lo que ellos hicieron bien y nosotros hacemos mal?



Les comparto cuatro ideas:

1. ¡Detalles, detalles, detalles! Somos un país con maestría en el “ingue su” y doctorado en el “ahí se va”. Cuando alguien quiere hacer bien las cosas se le instiga a dejarse de fregaderas y terminar rápido para ir a echar la chela.

En Japón la mentalidad es la opuesta. Todo, ¡absolutamente todo!, se hace con el mayor de los cuidados, lo cual termina por modificar el vínculo entre personas y objetos. Incluso la comida se presenta de manera tan exquisita que hasta da coraje comerla. En resumen: a mayor detalle, mayor cuidado.

2. El respeto al espacio ajeno es la paz. Algo intolerable para los japoneses es que te entrometas en su vida. Esto incluye bloquear el lado derecho de la escaleras eléctricas, hacer ruido en el Metro, contestar el teléfono en público, o incluso abuchear al equipo rival en los estadios. Si como mexicanos dejáramos de echar relajo en todo lugar podríamos crear espacios más amenos y menos tóxicos. O sea: el respeto al espacio ajeno es la paz.

3. ¡Es la basura, estúpido!  En Tokio los basureros son casi inexistentes en la vía pública pero la ciudad es una de las más limpias del mundo. ¿La respuesta? Cada pelado debe cargar con su basura hasta tirarla en su casa. Esta relación ciudad-persona-basura incrementa la responsabilidad personal, el cuidado hacia los espacios públicos e incluso te hace consciente de lo que consumes y los desechos que generas.

4. Mascotización. En México existe un escepticismo profundo hacia las autoridades, donde la policía es vapuleada e ignorada. En Japón esto no sucede, en parte porque los mensajes que emite la “autoridad” se expresan mediante “mascotas” o caricaturas, creando una comunicación cálida y empática.

En México tenemos muchos héroes populares que podrían ayudarnos. Si Juan Gabriel te pide que no tires basura en la calle o la Virgen de Guadalupe te pide que no fumes en espacios públicos… ¿seremos más obedientes? Yo creo que sí.

Lo anterior me lleva a pensar que con algunos pequeños cambios podríamos solucionar gran parte de las broncas que nos afligen como nación. Para esto quiero invitarlos a ser parte de la Quinta Transformación de México por medio de Monina: el Movimiento de Niponización Nacional.

¿Qué es lo mejor de Monina? Que su programa político puede resumirse en un solo mandamiento: “No joderás a tu prójimo”.

¡Problema resuelto!

Publicado originalmente en Vértigo

9/6/19

EL PUNTO 5G

El resultado final de esta guerra será un mundo polarizado tecnológicamente, con distintos países viviendo en alguno de los dos “ecosistemas tecnológicos amurallados”: uno dominado por Washington y el otro por Beijing. Esta división erosionará al libre mercado, detendrá la globalización y destruirá enormes cadenas globales de producción.


Texto por: Juan Pablo Delgado Cantú


Así no se puede, raza. Por más que uno intenta no hablar de los chinos nada más levantas una piedra ¡y aparece otro chino!

Los he mantenido aquí al tanto de las últimas monerías del gobierno en Beijing, en particular sobre el espionaje masivo que ha instaurado tanto al interior de su país como en el exterior.

Pero las cosas se ponen peores. Porque si el auge de las nuevas dictaduras digitales es un problema tremendo, lo que se ha gestado en las últimas semanas podría subir a la categoría de una nueva Guerra Fría. Y al igual que la guerra original contra los soviets este spin-off también será una batalla por la supremacía ideológica, comercial y tecnológica en el mundo. ¡Ni más ni menos!

Al centro del escenario está Huawei: la empresa de tecnología más grande de China, con ganancias de 105 mil millones de dólares (tipo Microsoft), la segunda productora de celulares en el mundo (Samsung gana) y líder indiscutible en el desarrollo de la tecnología 5G. Y es justo aquí —en las marismas del 5G— donde está el detalle, tal como diría Cantinflas.

¿Cuál detalle? Pues con decirles que aquel que controle el poderoso 5G controlará el futuro del internet y del mundo. ¡Ay, güey!

El presidente Donald Trump parece haber entendido esto (¡milagro!) y comenzó a batir los tambores de guerra. En diciembre de 2018 pidió a Canadá el arresto de la hija del fundador de Huawei y CEO de la empresa. Hace unas semanas prohibió a todas las empresas gringas comerciar con Huawei sin una licencia emitida por el gobierno. Google anunció que restringirá el acceso de Huawei a su sistema operativo y aplicaciones Android. Poco después Intel, Qualcomm y Micron dejaron de venderles microchips. ¡Gancho al hígado a los chinos!

Si buscan una razón para tanta agresividad The Economist nos explica de manera clara: los gringos creen que los teléfonos y la interfaz de Huawei “pueden servir como un caballo de Troya para los espías chinos”. ¡Ah, claro, cómo olvidar al bellísimo espionaje de los chinos!

La situación es extremadamente frágil para el mundo. Más allá de las disrupciones comerciales a escala planetaria lo que esta ofensiva significa es que EU ha llegado a un punto de no retorno en la guerra comercial con China.


Pero a diferencia del conflicto contra los soviets hoy los gringos difícilmente pueden considerarse el papá de los pollitos. De entrada, Trump ha debilitado sus alianzas históricas, por lo que su antiguo barrio (Europa, América Latina, etcétera) ya no lo respalda. Para empeorar la cosa, aún no dominan la tecnología 5G, por lo que pueden ofrecer muy poco a sus amigos. Y en tercer lugar los chinos estarán en la lona pero no están noqueados.

Porque durante años Beijing venía esperando este momento crítico y desde entonces ha comenzado a desarrollar sus propios sistemas operativos, aplicaciones y chips.

De acuerdo con el especialista Fareed Zakaria el resultado final de esta guerra será un mundo polarizado tecnológicamente, con distintos países viviendo en alguno de los dos “ecosistemas tecnológicos amurallados”: uno dominado por Washington y el otro por Beijing. Esta división erosionará al libre mercado, detendrá la globalización y destruirá enormes cadenas globales de producción.

Como suele suceder, aquí en México nadie parece inmutarse ante el tsunami tecnológico que se aproxima con furia y violencia. Pero será muy pronto cuando la 4T tendrá que elegir su sistema 5G, con todo lo que esto acarrea. Algo sí les aseguro: de no ponernos truchas, o nos van a fregar los gringos o nos van a fregar los chinos. ¡Me canso ganso!
Publicado originalmente en Vértigo

26/5/19

STALIN UPDATE 3.0

 Los chinos no solo han estado ocupados espiando a su gente sino que han direccionado su atención a exportar y compartir su tecnología dictatorial con el resto del mundo.


Texto por: Juan Pablo Delgado Cantú
Pues bien, muchachos, tras un tortuoso camino llegamos al tercer acto de esta tragicomedia sociopolítica que bien pudo haberse titulado “Big Brother fue un taquero o de cómo aprendí a despreocuparme y amar a los chinos”.

En dos columnas anteriores les hablé del autoritarismo digital impulsado por China; en concreto sobre el Sistema de Crédito Social (SCS) y la Plataforma de Operaciones Conjuntas Integradas (IJOP, en inglés).

¿Qué aprendimos en el camino? Pues que en ambos casos el gobierno utiliza aplicaciones en los celulares de sus ciudadanos para monitorear sus actividades privadas: el SCS otorga una calificación o nivel de confianza mientras que el IJOP puede llevarte a terminar en las mazmorras de un campo de “reeducación” (léase: concentración).

Ahora entramos al tercer —y quizá más oscuro— acto de esta obra. Porque de acuerdo con un oportuno reportaje de The New York Times (Made in China, exported to the world: the surveillance state) nos enteramos que esos chinos no solo han estado ocupados espiando a su gente sino que han direccionado su atención a exportar y compartir su tecnología dictatorial con el resto del mundo.

El reportaje se centra en Ecuador, donde el gobierno del ex presidente Rafael Correa se fue al lado oscuro siguiendo los cantos de sirena del autoritarismo digital chino. De acuerdo con el reporte durante el mandato de Correa se instalaron cuatro mil 300 cámaras en todo el país para monitorear a sus ciudadanos bajo el argumento de combatir al crimen cotidiano.

Sin embargo la perversidad del sistema ecuatoriano radicaba en que toda la información la compartía con la temida Secretaría Nacional de Inteligencia (Senain), que utilizaba los datos para perseguir a opositores del gobierno y profundizar las tendencias autoritarias de Correa.

Pero aquí no acaba la bronca. Bien indica el NYT que sistemas prácticamente idénticos se instalaron también en Venezuela, Bolivia y Angola (puras fichitas). Otros sistemas similares los compraron 18 países, incluyendo a Zimbabwe, Uzbekistán, Kenia, Alemania y Pakistán. Por si fuera poco se capacitó a cerca de 40 naciones en temas como “direccionamiento de opinión pública”, lo cual —dice el NYT— no es más que un eufemismo de “censura”.

Ahora la pregunta obligada: ¿qué diablos pretende China al propagar este tipo de tecnología por el mundo?

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12/5/19

STALIN UPDATE 2.0

Es un hecho: comparado con los chinos, el Big brother de Orwell era un taquero.


Texto por: Juan Pablo Delgado Cantú

Los fieles lectores de El árbol de moras sabrán que mis columnas tienen un claro objetivo: salvar a nuestra civilización de las penumbras. ¡Oh, sí!

Pero como nadie sigue mis consejos el mundo sigue siendo un desastre. De hacerme caso ya habríamos solucionado el cambio climático, vencido al populismo y salvado al planeta de la sobrepoblación. Pero bueno, si quieren vivir en un muladar vivan en un muladar.

Entre los temas planteados (y aún irresueltos) sobresale uno por la amenaza inmediata que representa para las democracias liberales y las libertades individuales. Me refiero al auge de las dictaduras digitales.

Si pusieron atención sabrán de esta inquietante realidad por una columna anterior (Stalin update,en Vértigo No. 921). Ahí les conté sobre el Sistema de Crédito Social (SCS) de China: un algoritmo que monitorea las actividades que realizas en tu celular y otorga una calificación que determina si eres un ciudadano confiable. Un puntaje alto otorga privilegios y uno bajo castigos.

Pero nadie hizo nada y desde la publicación de mi ominosa columna los méndigos chinos han estado muy ocupados ampliando su sistema de represión al interior de su país y exportándolo al resto del planeta.

De acuerdo con un reciente reporte de Human Rights Watch (HRW, China’s algorithms of repression) las autoridades gubernamentales en la provincia de Xinjiang (oeste) han construido una enorme base de datos con la información personal de sus 13 millones de ciudadanos musulmanes: la Plataforma de Operaciones Conjuntas Integradas (IJOP, en inglés).

El IJOP es la última monería sacada de la caja de Pandora de la vigilancia masiva; y si el SCS es apenas un programa piloto en algunas ciudades el nuevo IJOP es una herramienta de represión absoluta y total para una minoría étnica y cultural.

La premisa del IJOP es similar al SCS: requiere que todos los ciudadanos utilicen una aplicación en su celular (ligada a su tarjeta de identificación nacional) que después se usa para monitorearlos y espiarlos: “Alerta a las autoridades cuando una persona cruza ‘cercas’ virtuales al pasar por puntos de control o registrarse en un hotel. Realiza un seguimiento de los teléfonos inteligentes, las tarjetas de identificación nacional y los dispositivos GPS en los vehículos instalados por el gobierno”, explica el periodista Gerry Shih en The Washington Post.

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28/4/19

EL CLIMA DE LA DESESPERANZA

Las razones de la crisis humanitaria de los migrantes que buscan llegar a la frontera norte han sido tratadas hasta el cansancio: violencia y pandillerismo, falta de oportunidades económicas, corrupción rampante. Pero hay un factor ausente de este panorama. ¡Oh, sí, señores! El ominoso espectro del calentamiento global.


Texto por: Juan Pablo Delgado Cantú

¡Así no se puede, raza! Ni en vacaciones puede uno escapar de las furiosas corrientes de los espirales noticiosos: que si Notre Dame se incendió; que si amarraron como puerco al Julian Assange; que si los científicos “revivieron” cerebros de cerdos muertos, que ya se publicó el reporte de Robert Mueller...

Yo quise huir de todo y como buen periodista fifí de Monterrey pasé mis vacaciones en el imperio yanqui, disfrutando de una playa en Texas. Algo modesto, no crean que los regios somos presumidos.

Pero no encontré la paz. En territorio gringo caí en oscuras reflexiones sobre los cambios que causó la llegada de Donald Trump: la polarización del electorado; el creciente odio hacia los latinos; la agudización de la crisis fronteriza; la “emergencia nacional”; la separación de familias en la frontera, y un caos diplomático no visto en décadas.

Lo más preocupante es la crisis humanitaria de los migrantes que buscan llegar a la frontera norte (103 mil personas solo en marzo). Las razones de este éxodo masivo han sido tratadas hasta el cansancio: violencia y pandillerismo, falta de oportunidades económicas, corrupción rampante.

Pero hay un factor ausente de este panorama. ¡Oh, sí, señores! El ominoso espectro del calentamiento global.

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