30/11/15

STAIRWAY TO HEAVEN

Todo parece indicar que la civilización humana no va tan mal como creíamos; esto de acuerdo a los argumentos de Steven Pinker.


Texto por: Juan Pablo Delgado Cantú

¿Es usted optimista o pesimista sobre el futuro de la humanidad? Yo, debo aceptar, perdí hace tiempo la esperanza por el porvenir de nuestra especie: suelo ser optimista en lo personal, pero no por el futuro colectivo.

Esto no se gana gratis. Diariamente, los medios de comunicación ofrecen panoramas terribles donde el mundo parece carcomerse en violencia, corrupción, misoginia, superstición y barbarie. ¿Cómo carajos ser optimistas?

Por esto llamó mi atención el reciente debate organizado por Munk Debates. La controversia era muy clara: “Que se compruebe que los mejores días de la humanidad están por llegar…”A favor de la moción estaba el afamado científico Steven Pinker, quien expuso un caso sumamente sólido que merece transcribirse en parte:

• Esperanza de vida: Hace un siglo y medio, la esperanza de vida era de 30 años; hoy vivimos 70 años en promedio y la cifra sigue avanzando.

• Salud: Hemos logrado grandes avances en medicina y erradicación de epidemias. En Wikipedia, conceptos como “viruela” están escritos en pretérito: “La viruela fue una enfermedad infecciosa…”. Lo mismo pasará pronto con el polio, la malaria, la rubéola, etcétera...

• Prosperidad: Hace 200 años, el 85% de la población vivía en extrema pobreza; hoy la cifra es 10%, y la ONU dice que para el 2030 podríamos erradicarla.

• Paz: La guerra entre naciones poderosas se ha vuelto inexistente. Los países desarrollados llevan 70 años sin luchar entre ellos. Las guerras civiles existen, pero son más escazas y menos violentas. Si las cifras de muertes eran de 300 por cada 100,000 habitantes en la Segunda Guerra Mundial, hoy son de 0.2 por cada 100,000.

• Seguridad: Las estadísticas de crímenes violentos se desploman en todo el mundo; y es posible que en 30 años se reduzcan a la mitad de las cifras actuales.

• Libertad: El Índice de Democracia Global se encuentra en su nivel más alto. Actualmente, el 60% de la humanidad vive en sociedades abiertas: el mayor porcentaje en la historia.

• Conocimiento: En 1820, el 17% de la población mundial tenía educación básica; hoy la cifra asciende al 87%, y rápidamente nos acercamos a la cobertura total.

• Derechos Humanos: Gobiernos y ONG han luchado contra el trabajo infantil, el tráfico de personas, la pena de muerte, la violencia contra la mujer... Pronto, estos temas seguirán el camino de los sacrificios humanos, el canibalismo, la esclavitud… 

• Igualdad de Género: Las mujeres hoy tienen más educación, mejores ingresos, más control de su reproducción, y más acceso a puestos de poder e influencia.

• Inteligencia. En todo el mundo, cada década se registra un incremento de tres puntos en el IQ de las personas.


Pinker dice que a excepción de la guerra, ninguno de estos indicadores son proclives a estallar como burbujas caóticas: estas categorías son acumulativas y se sustentan entre ellas. Aún así, advierte que no debemos tener esperanza ciega hacia el futuro, pues aún quedan peligros por resolver. No obstante, entre mayor riqueza e igualdad haya en el mundo, más sencillo será limpiar nuestro ecosistema, evitar guerras estúpidas, y lograr educar, sanar y proteger a los ciudadanos.

Debo aceptar que no dejaré de ser un amargado en esta vida, pero reconozco que el señor Pinker tienen un excelente punto: la verdad es que no vamos tan mal como creímos.



Este artículo fue publicado originalmente en Vértigo.

26/11/15

WE ARE THE CHAMPIONS

México parece ser campeón en las peores cosas; pero lo más terrible es nuestro segundo campeonato seguido en el número de adolescentes embarazadas.


Texto por: Juan Pablo Delgado Cantú

No existe duda que uno de los mayores triunfos del movimiento feminista en particular -y del progreso humano en general- haya sido el invento de la píldora anticonceptiva. 

Con su entrada al mercado hace 55 años, la píldora prometía una nueva era para las mujeres, en donde podrían ser libres de ejercer su sexualidad responsablemente; de forjar su propio futuro sin temor a embarazarse; y en donde un proyecto de familia pudiera aplazarse de manera controlada y sin caer en los infiernos de tener a un chamaco cuando no se planea. Para México, más honroso todavía resultaba que un compatriota nuestro, el químico Luis Ernesto Miramontes, haya sido la mente maestra detrás de este descubrimiento médico.  

¡Ah, si tan sólo la realidad no fuera tan necia, y permitiera ser reales a nuestros paraísos imaginados! Porque medio siglo después de la llegada de la píldora, nuestro país se encuentra aún muy alejado de esa utopía humanista. 

¿Por qué tanto pesimismo? Pues basta con ver la realidad reflejada en el último informe de la OCDE titulado “¿Cómo va la vida?” (La respuesta a esa pregunta para México sería: va muy mal) 

Porque más allá de que seamos el primer lugar en obesidad, el primer lugar en agresión y robos, o tengamos los peores salarios de la OCDE; ostentamos también otro deshonroso primer puesto que es indudablemente uno de los más graves: la mayor tasa de embarazos entre adolescentes.

Lo interesante es que la mayoría de nuestros rivales de la OCDE ni siquiera se acercan a nuestras cifras (excepto Chile). Esto nos ha permitido mantenernos como campeones indiscutibles de embarazos adolescentes por dos años consecutivos. Y si consideramos las cifras del 2014, este primer lugar se traduce a medio millón de embarazos adolescentes al año; mil 252 partos por día; o un embarazo no deseado cada minuto. ¡Viva México campeón!


A diferencia de los otros terribles indicadores de la OCDE, los embarazos adolescentes son probablemente los más trágicos para una sociedad. Porque el daño colateral se desborda a múltiples esferas: desde un incremento en las tensiones familiares, hasta la falta de educación y oportunidades para el muchacho que nacerá en nueve meses.

¿Y qué diablos está sucediendo en México? Pues es indudable que los embarazos adolescentes son consecuencia de múltiples variables: desde la marginación, desinformación, pobreza, machismo y otros tantos etcéteras. No es casualidad que los estados con mayores cifras en este rubro sean Chiapas, Oaxaca y Guerrero. Pero un segundo grupo de estados con alta incidencia de embarazos no deseados (Guanajuato, Puebla y Aguascalientes) apuntan a quien yo considero otro sospechoso común: la arraigada religiosidad en nuestra sociedad.

Hace apenas unos días, el Sínodo de Obispos reunidos en el Vaticano se rehusó a realizar cambios a su postura sobre el uso de anticonceptivos: toda relación sexual deberá estar abierta a la vida. ¿Pues así cómo, señores?

Es irrefutable que en cualquier sociedad del mundo, una mujer sólo podrá empoderarse si cuenta con seguridad económica y el control absoluto de su sexualidad y reproducción. Pero en el caso de México, parece que seguimos todavía tan cerca de Dios y tan lejos de Luis Miramontes. Sigamos así, y ya tendremos en el 2016 nuestro tercer campeonato en la OCDE.

¡Ánimo, señores!

Este artículo fue publicado originalmente en Vértigo.

¿Vive la France? Por qué los ataques en París no deben sorprender a nadie

A nadie debería sorprender lo que pasó en la Ciudad de la Luz el viernes 13 de noviembre: desde hace tiempo, Francia venía buscando pleito con el Estado Islámico.


Texto por: Juan Pablo Delgado Cantú

Es indudable que los ataques terroristas en París no sólo fueron un acto de inmensa cobardía sino también algo realmente barbárico. Mas no debería sorprender lo que pasó en la Ciudad de la Luz: desde hace tiempo, Francia venía buscando pleito con el Estado Islámico.

En los últimos días, todo el mundo se ha volcado a las redes sociales para rendir tributo a las víctimas inocentes que murieron en los ataques del viernes por la noche. Dichos actos fueron calificados por el presidente Francois Hollande como “actos de guerra”. Pero que a nadie engañe esto: la realidad es que la guerra ya había comenzado desde hace varias semanas, y esto es solamente la última reacción en una larga cadena de eventos.

¿Por qué atacar a Francia, se preguntarán ustedes? La respuesta más sencilla es que el Estado Islámico está atacando a todos aquellos que se interpongan en su objetivo de conquistar el Medio Oriente, en concreto la región de Siria e Irak.

Hace unas semanas, el Estado Islámico realizó ataques similares a los de París en la ciudad de Beirut, en la República Libanesa. ¿La razón de esto? Pues que el grupo militar Hezbollah, una fuerza preponderante en Líbano, ha estado atacando al Estado Islámico junto con Irán.

Después, una bomba derrumbó a un avión comercial de Rusia mientras sobrevolaba la región del Sinaí, en Egipto. ¿Y esto por qué pasó? Pues fue la respuesta del Estado Islámico a los bombardeos que Vladimir Putin inició hace unas semanas para apoyar a Bashar Al-Assad, el presidente de Siria.
Y ahora le tocó el turno a Francia, quien lleva bombardeando los campos de entrenamiento del Estado Islámico desde hace tiempo: a los ojos del Estado Islámico, Francia es solamente otro de los enemigos a derrotar.


Claramente lo que ocurrió en París es algo desgarrador, pero hay que entender que hay razones claras que los hacían inminentes: estos ataques no surgieron de la nada. El Estado Islámico ha demostrado que son una banda de salvajes que quemaron hace tiempo el manual de Derechos Humanos. Basta recordar que hoy en día están vendiendo esclavas sexuales en los mercados, torturando a la comunidad homosexual, y asesinando a todos los apóstatas que no comulgan con su oscura versión del Islam. Les aseguro que poco le importan los estatutos de la Convención de Ginebra o la Carta de las Naciones Unidas. Ellos van a responder de la única manera que conocen y saben que es efectiva: el terrorismo.

El presidente francés debió saber que estos ataques eran prácticamente inminentes. Porque de hecho, Francia ha sido uno de los países que más activamente ha participado en la llamada “guerra global contra el terrorismo”. Desde que tomó el poder en 2012, Hollande ha intervenido o mantenido la presencia militar de Francia en Libia, Siria, la República Centroafricana, Afganistán, Malí y Siria: todos centros terroristas en el Medio Oriente o África. Naturalmente, ha hecho muchos enemigos en el camino.


Que algo quede muy claro: nada de esto justifica los actos que quitaron la vida a más de 120 personas en París; y personalmente aplaudo a todos los países que buscan eliminar a esa secta barbárica que es el Estado Islámico. Pero como bien dice el refrán: el que se pone a bailar entre nopales, termina espinado.



Este artículo fue publicado originalmente en Púrpura

19/11/15

EL DICTADOR SÍ TIENE QUIEN LE ESCRIBA

El tirano del siglo XXI no requiere de monumentales campañas de propaganda para crear realidades alternativas. Basta con crear un estado de desinformación masiva para paralizar a la sociedad. ¿Para qué luchar contra la era de la información si puedes usarla a tu favor?



Texto por: Juan Pablo Delgado Cantú

Al hablar de los dictadores del pasado, es fácil dejarnos llevar por las grandes monstruosidades del siglo XX: Stalin mandó al Gulag a millones de sus compatriotas; Hitler se regodeaba pensando en la Solución Final; Mao envío al camposanto a enormes secciones de su población; mientras que Pol Pot enterró al 25 por ciento de su gente buscando la utopía socialista. ¡Faltaba más!

Una característica que definía a estos regímenes era su fascinación por imponer grandes narrativas ideológicas a sus ciudadanos. Todos los sociópatas mencionados -y otros tantos que siguieron su ejemplo- buscaban un mundo nuevo basado en la estrafalaria ideología que trajeran en boga en ese momento. Eso sí, para crear esa realidad ilusoria, se requería de una enorme maquinaria de propaganda y censura, así como un aparato de persecución para aplacar a disidentes que quisieran pasarse de listos. Nada bueno resultó jamás de esto…

Hoy el mundo es distinto al de aquellos tiempos, y ahora encontramos a una nueva camada de tiranillos que poco tienen que ver con sus antecesores. Todavía sobreviven algunos ejemplos del dictador-genocida (te estamos viendo Corea del Norte y Siria) pero la realidad es que nuestros tiranos contemporáneos son mucho menos sanguinarios, aunque sí más astutos para controlar a sus pueblos.

A diferencia de los antiguos dictadores, los tiranos de hoy han tomado el arma más poderosa de las democracias liberales –la masificación de la información- y la han usado a su favor. Con la libre circulación de opiniones en Internet y el poder de las redes sociales, el tirano del siglo XXI no requiere de monumentales campañas de propaganda para crear realidades alternativas. Basta con desplegar una simple estrategia para lograr esto: crear un estado de desinformación masiva que confunda y paralice a la sociedad.


Tomemos el caso de Rusia, gobernada por el régimen neozarista de Vladimir Putin. Aquí, los medios han creado un mundo distópico donde Europa y Estados Unidos conspiran activamente para desestabilizar a su inocente país; y en donde la invasión de Crimea fue un triunfo anti-imperialista y no un atropello a la diplomacia internacional. El periodista Peter Pomerantsev menciona que para los ciudadanos rusos, la exposición simultánea a medios europeos y a los mensajes del Kremlin los han llevado al borde de la esquizofrenia. ¿El resultado? Una incomprensión absoluta de la realidad que los rodea.

Cosa similar sucede en China o Venezuela, donde el gobierno permite la disidencia en redes sociales, sólo para detectar a posibles líderes “revoltosos” y después arrestarlos. ¿Para qué luchar contra la era de la información si puedes usarla a tu favor?

Esto apunta a un escenario terrible, resumido por el analista Vassily Gatov: si la batalla más grande del siglo XX fue contra la censura y en pro de la libertad de información, la batalla del presente será contra el uso de información como arma de los regímenes autoritarios.

La solución a todo este embrollo es muy complicada. Pero un inicio sería comenzar por analizar nuestro propio comportamiento en Internet. Porque muchas veces, no necesitamos a un tirano que nos engañe y nos confunda: solemos hacer esto nosotros mismos, al inundar cada día a nuestras mentes con información ridícula, tonta o llanamente inútil.

¿A poco no?


Este artículo se publicó originalmente en Vértigo