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1/9/19

¡QUÉ CALOR, OH EH OH!

Ya hice un recuento de las acciones tomadas para combatir al calentamiento global desde que el IPCC publicó un ominoso informe, donde advertía que en 12 años podría iniciar el apocalipsis climático. Mi veredicto entonces fue negro como el smog. Así que hoy -a medio año de esa columna- valdría la pena actualizar el diagnóstico. No se acongojen… ¡Avancemos!


Texto por: Juan Pablo Delgado Cantú


Los ávidos lectores de El Árbol de Moras sabrán que estoy inmerso en una Cruzada para salvar al mundo, predicando a los cuatro vientos la mayor amenaza contra nuestra civilización: el espectro del cambio climático. ¡Oh sí! 

En otra columna (“El Ganso Verde”) hice un recuento de las acciones tomadas para combatir al calentamiento global desde que el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) publicó un ominoso informe, donde advertía que en 12 años podría iniciar el apocalipsis climático.

Mi veredicto entonces fue negro como el smog. Así que hoy -a medio año de esa columna- valdría la pena actualizar el diagnóstico. No se acongojen… ¡Avancemos!

03 de abril: El gobierno de Canadá indica que la zona ártica de su país se está calentando al doble de velocidad que el resto del mundo. ¿Por qué? Porque la pérdida de nieve y hielo aumentan la absorción de la radiación solar y causan un mayor calentamiento de la superficie. ¡Poutine con queso!

08 de abril: El World Glacier Monitoring Service de la Universidad de Zurich informa que los glaciares del mundo se están derritiendo más rápido de lo previsto, reduciendo 1% de su masa cada año. Las consecuencias: nos quedamos sin agua dulce y se incrementa el nivel de los océanos. ¡Ay nanita!

11 de junio: El Proceedings of the National Academy of Sciences advierte que de seguir contaminando, la vida marina podría colapsar en un 17% para el año 2100, debido a la reducción del oxígeno en el agua y la acidificación de los mares. ¿Y mi aguachile, apá?

09 de agosto: El mentado IPCC sale con otro reporte para decirnos que si queremos salvar al mundo ya no basta con reducir las emisiones de carbono, sino que debemos transformar profundamente la producción de alimentos, el uso de suelo y nuestra dieta. Dice la raza del IPCC que sólo el desperdicio de alimentos causa un 10% de todos los gases de efecto invernadero. ¡Papaya de Celaya!

22 de agosto: Se arma la gorda a nivel mundial por los incendios en el Amazonas, donde se han registrado 74,155 incendios desde enero, un incremento del 85% comparado con el año anterior. Todos culpan al presidente brasileño Jair Bolsonaro y su política anti-ecologista, pero él dice que existe una “psicosis ambiental”. ¡Merda, caralho idiota!


Es muy claro: vamos de mal en peor. Pero ahora una pregunta: ¿Podemos hacer algo al respecto?

Aunque no lo crean, sí existen acciones para limpiar este muladar. Así que antes de que abracen al nihilismo, van tres ideas al aire:

1. La ignorancia no es felicidad. Hacerse gueyes no ayudará a mejorar la situación. Es por eso que debemos estar bien informados para saber a qué nos enfrentamos y cómo poder ayudar. ¡Cada acción individual cuenta!

2. Somos lo que comemos. ¡Se fregaron, raza! Nuestras dietas son gran parte del problema y cada taco y torta de carnitas empeoran la situación. Una solución es la de mi compadre Paul McCartney (el mismísimo exBeatle) quien propone los “Lunes Libres de Carne”. ¡Un buen inicio!

3. ¡VOTAR! Nuestra mayor contribución para arreglar este congal es votar por la gente adecuada. Estoy hablando de diputados, senadores, alcaldes y presidentes que tengan una agenda inteligente, realista y pragmática para enfrentar el cambio climático. Votar por aquellos que favorecen a los hidrocarburos por encima de las energías renovables es contraproducente.

En México hay elecciones en el 2021. Así que hagan su tarea: infórmense, cambien su dieta y voten con su cerebro. Ningún proyecto político importa si nuestro país está en llamas.


Publicado originalmente en Vértigo

18/8/19

MONINA: MOVIMIENTO DE NIPONIZACIÓN NACIONAL

Quiero invitarlos a ser parte de la Quinta Transformación de México por medio de Monina: el Movimiento de Niponización Nacional.


Texto por: Juan Pablo Delgado Cantú

¡Escuchen la Palabra, hombres y mujeres de poca fe! He viajado a Oriente Lejano para traerles la buena nueva: ¡hay solución a nuestras desgracias!

Ya sin dramatismo bíblico les cuento que tras un periodo de vacaciones por Tokio regreso con una nueva visión del mundo y algunas respuestas para México. Pero vamos por partes.

De entrada decirles que Tokio no es la ciudad futurista que tenía en mente. No está repleta de pantallas parpadeantes con anime; ni hay una presencia heterogénea de personajes extraños o de robots haciendo la chamba de todos.

La realidad fue más mundana: una ciudad normal y funcional donde solo una minoría de los ciudadanos vive en su realidad paralela. Los robots brillaron por su ausencia.

Si algo resultó sorprendente fue que en un área metropolitana con 38 millones de habitantes la constante en todo lugar y momento fuera la misma: seguridad, tranquilidad y orden.

Aquí en la CDMX nos quejamos de vivir con 20 millones de mexicanos y donde el pan cotidiano son bloqueos, manifestaciones, desorden, basura y delincuencia. Pero Japón logró crear una ciudad cuasi-utópica con el doble de personas: ¿qué es lo que ellos hicieron bien y nosotros hacemos mal?



Les comparto cuatro ideas:

1. ¡Detalles, detalles, detalles! Somos un país con maestría en el “ingue su” y doctorado en el “ahí se va”. Cuando alguien quiere hacer bien las cosas se le instiga a dejarse de fregaderas y terminar rápido para ir a echar la chela.

En Japón la mentalidad es la opuesta. Todo, ¡absolutamente todo!, se hace con el mayor de los cuidados, lo cual termina por modificar el vínculo entre personas y objetos. Incluso la comida se presenta de manera tan exquisita que hasta da coraje comerla. En resumen: a mayor detalle, mayor cuidado.

2. El respeto al espacio ajeno es la paz. Algo intolerable para los japoneses es que te entrometas en su vida. Esto incluye bloquear el lado derecho de la escaleras eléctricas, hacer ruido en el Metro, contestar el teléfono en público, o incluso abuchear al equipo rival en los estadios. Si como mexicanos dejáramos de echar relajo en todo lugar podríamos crear espacios más amenos y menos tóxicos. O sea: el respeto al espacio ajeno es la paz.

3. ¡Es la basura, estúpido!  En Tokio los basureros son casi inexistentes en la vía pública pero la ciudad es una de las más limpias del mundo. ¿La respuesta? Cada pelado debe cargar con su basura hasta tirarla en su casa. Esta relación ciudad-persona-basura incrementa la responsabilidad personal, el cuidado hacia los espacios públicos e incluso te hace consciente de lo que consumes y los desechos que generas.

4. Mascotización. En México existe un escepticismo profundo hacia las autoridades, donde la policía es vapuleada e ignorada. En Japón esto no sucede, en parte porque los mensajes que emite la “autoridad” se expresan mediante “mascotas” o caricaturas, creando una comunicación cálida y empática.

En México tenemos muchos héroes populares que podrían ayudarnos. Si Juan Gabriel te pide que no tires basura en la calle o la Virgen de Guadalupe te pide que no fumes en espacios públicos… ¿seremos más obedientes? Yo creo que sí.

Lo anterior me lleva a pensar que con algunos pequeños cambios podríamos solucionar gran parte de las broncas que nos afligen como nación. Para esto quiero invitarlos a ser parte de la Quinta Transformación de México por medio de Monina: el Movimiento de Niponización Nacional.

¿Qué es lo mejor de Monina? Que su programa político puede resumirse en un solo mandamiento: “No joderás a tu prójimo”.

¡Problema resuelto!

Publicado originalmente en Vértigo

4/8/19

LOS RECUERDOS DEL OLVIDO

Nuestros recuerdos son prácticamente lo único que nos permite tener una narrativa coherente y cohesionada de nuestra vida. Es por medio de la remembranza de eventos que podemos crearnos una historia personal y, por consiguiente, un mínimo sentido de identidad.


Texto por: Juan Pablo Delgado Cantú

Este texto no debía empezar así pero dejen que les presuma: me encuentro escribiendo esta columna en una clásica taberna de Málaga, bebiendo un magnífico vino tinto, acompañado de unas tapas. ¡Viva la Austeridad Republicana!

Lo interesante es que, aun cuando el ambiente del lugar es agresivamente ibérico (cabeza de toro en la pared, patas de cerdo colgando del techo, etcétera), la música de fondo se compone de boleros mexicanos, todos hablando del mismo desamor hiriente de algún desdichado.

¿Cuál es la importancia de esto? Pues que entre más caigo en la melancolía de las letras, más me percato de que en el fondo todas las canciones, irremediablemente, exploran un mismo tema: el olvido y la memoria.

Ah, compañeros… ¡el olvido y la memoria! Dos conceptos de importancia mayúscula aunque, debido a las furiosas corrientes del caos cotidiano, olvidamos siempre hablar de ellos; excepto —quizá— cuando se trata de pensar en desamores envenenados como el de los boleros.

Durante años el tema de la memoria me ha cautivado. Consideren esto: nuestros recuerdos son prácticamente lo único que nos permite tener una narrativa coherente y cohesionada de nuestra vida. Es por medio de la remembranza de eventos que podemos crearnos una historia personal y, por consiguiente, un mínimo sentido de identidad.

Los recuerdos y la memoria son la única brújula que podemos utilizar para dar dirección a nuestra existencia; para lograr contarnos —y contarles a otros— de dónde venimos y quiénes somos en este momento. Si lo queremos resumir: somos lo que recordamos. O en un plan Cartesiano: “Recuerdo, luego existo”.



Si todo esto es cautivador, más fascinante resulta saber que nuestra memoria (la tuya, la mía, la de todos) es —de hecho— la peor garante de confianza. Nuestros recuerdos no solo son cosas tergiversadas sino que podrían clasificarse como mentirosos, farsantes y embusteros.

Para el ciudadano común la memoria se presenta como carretes de celuloide perfectamente preservado que sacamos de un archivero para luego proyectar y revivir su contenido. ¡Oh, no! La realidad no podría ser más distinta.

De hecho, como explica Andre Fenton —neurocientífico de la Universidad de Nuevo York—, cada memoria que invocamos debe ser reconstruida desde cero, en un complejo proceso químico y eléctrico al interior de las marañas de nuestras neuronas.

En este proceso de reconstrucción toda clase de modificaciones suceden, cambiando gradualmente el recuerdo hasta que queda irreconocible y, por lo tanto, se convierte en un evento falseado.

¿Qué significa todo esto? ¡Una calamidad! Porque de seguir el hilo de consecuencias hasta su final, caemos en cuenta de que todo lo que recordamos muy probablemente es erróneo; que todas las historias que nos cuentan los amigos son una farsa, y que todas las memorias que dan sentido a nuestra esencia individual son ficciones.

Bien dice el inigualable Malcolm Gladwell en su podcast Revisionist History que el autoengaño del que somos víctimas con los errores de memoria es asombroso: desde no recordar si estuviste en un tiroteo con unos nazis (ver el caso de Larry Adler), hasta creer firmemente que el helicóptero donde volabas fue derribado por tropas de Saddam Hussein (ver el caso Brian Williams, error que le costó su chamba en NBC).

Al final la culpa no es nuestra: nuestro cerebro es por naturaleza falible (y engañable). Y contar una historia asombrosa sobre nuestro pasado como si fuera real no nos convierte en egotistas: nos hace simplemente humanos.

Y bien ¿a qué quería llegar con todo esto?

La verdad es que ya no me acuerdo.

¡Salud!


7/7/19

LIVIN' LA LIBRA LOCA

Podrían suponer (y acertarían) que mantengo una relación distante y desconfiada con las criptomonedas. Por esto, los planes de Facebook de crear una nueva moneda digital -“Libra”- hizo que mi escepticismo regresara con furia y venganza.


Texto por: Juan Pablo Delgado Cantú

Les confieso: hace poco más de un año, un amigo me persuadió para que invirtiera algo de lana en criptomonedas. Así que invertí y tras unos meses… mi moneda perdió la mitad de su valor. ¡A tragar camote, compadres!

Frente a mi candidez económica, podrían suponer (y acertarían) que mantengo una relación distante y desconfiada con las criptomonedas. Por esto, los planes de Facebook de crear una nueva moneda digital -“Libra”- hizo que mi escepticismo regresara con furia y venganza. Les explico... 



Primero lo primero... ¿Qué onda con el nombrecito ese de Libra? Matt Stoller en The New York Times explica que Mark Zuckerberg y sus secuaces se inspiraron en la medida de peso de la Antigua Roma conocida como “libra” la cual... pues eso... es la que aún se usa en el mundo anglosajón. Para los romanos era el peso estándar para hacer monedas.

Ahora bien... ¿Por qué tanto rollo? Mike Issaac (también del NYT) nos dice que la Libra es simplemente una nueva criptomoneda que podrá usarse en comercios físicos o digitales y enviarse de manera instantánea a cualquier persona, prácticamente sin comisiones. La moneda vivirá en una cartera digital (subsidiaria de Facebook) llamada Calibra a la que se accederá a través de Messenger y WhatsApp.

Esto la hace muy atractiva para quienes no tengan acceso a bancos o servicios financieros (unos 1,700 millones de adultos en el mundo), y la hace una fuerza disruptiva para el envío de remesas entre países. 

¿Y la seguridad, apá? Pues según los que saben, Libra será mucho más estable que otras criptomonedas porque estará respaldada por cash de verdad (euros, yenes, dólares). Así que cuando compres una Libra, en teoría estará respalda en alguna reserva bancaria, validándola cuando quieras venderla.

Sumado a esto, Libra no estará bajo el control exclusivo de Zuckerberg. El business será controlado por la flamante Libra Association, que incluye a 27 heavy-weights del mundo digital y financiero, incluyendo a VISA, Uber, Mastercard, eBay, Spotify y PayPal. Nuestro amigo Mark sólo tendrá un voto en este consejo general .

¿Suena bien? Pues antes de que se emocione, consideren primero la magnitud del congal que puede armarse si Libra llega a ser realidad.

Primero lo obvio: hablamos de Facebook, una empresa que ha sido antítesis de la transparencia y rendición de cuentas. En su corto historial sobresalen su escándalo de Cambridge Analytica; el robo masivo de información privada; y facilitar un genocidio en Myanmar causado por las fake news. 

Pero ni se apuren, porque Kevin Weil, alto funcionario en Calibra, nos asegura: “Tu información financiera jamás será utilizada por los anunciantes en Facebook”. Chi como ño… ¿alguien quiere atole?

Sumado a esto, ¿Cómo controlará el “cártel de Libra” cuestiones como el lavado de dinero, o el uso de su moneda para actividades ilegales? ¡Ve tú a saber!

¿Y qué pasaría si hay una crisis y todos quiere sacar su dinero de madrazo? Esto ya sucedió en el 2008 con consecuencias fatídicas para los bancos gringos. Ahora imaginen un evento a escala mundial, pero con países teniendo que “rescatar” a una empresa privada y a su criptomoneda. ¡Gracias, pero no gracias!

Por ahora, Zuckerberg y su pandilla nos aseguran que no hay peligro alguno y que su intención es ayudar al mundo (y ganar un montón de dinero en el proceso). Pero ante los peligros como el robo de identidad, la pérdida de privacidad, una catástrofe financiera y otorgarle aún más poder e influencia a Facebook, mi única reacción es pedirle al Cosmos: ¡Líbranos de este mal!

23/6/19

BIENVENIDOS AL FUTURO: PORNO, GATOS Y FAKE NEWS

¿Cómo sobrevivirán millones de personas con escasa educación digital al entrar de madrazo al universo digital repleto de juegos, porno, y videos idiotas? ¿Cómo se adaptarán con su escasa preparación a este mundo que ni siquiera nosotros entendemos o controlamos?


Texto por: Juan Pablo Delgado Cantú

¿Les ha pasado que van tranquilos por la vida cuando de pronto una pieza de información les cambia su visión del mundo? Pues algo así me sucedió hace poco. Iba yo campante leyendo mi dotación diaria de artículos cuando me sale The Economist con este dato: ¡La mitad de la población mundial ya se encuentra conectada a Internet!

¿No les parece sorprendente? Pues entonces ahí les va otro dato igual de fregón: la humanidad tardó 5,000 años en volverse mayoritariamente urbana, pero sólo nos tomó 25 años para que la mitad de la raza esté conectada al Internet.

No los juzgaría si permiten que su imaginación fantasee con utopías. ¡Imaginen el potencial de incluir a la segunda mitad de la población en el infinito proyecto civilizatorio del Internet! ¡Los millones de nuevos comercios que se van a crear! ¡El vasto conocimiento para mejorar incontables vidas! ¡Millones de nuevas historias y cosmovisiones que se compartirán con todo el planeta!

¡Ah, qué muchachos tan cándidos! ¡Como si las cosas fueran tan bonitas! Pero al igual que todo en la vida, las consecuencias de esto son más bien ominosas y turbias. Les explico, pero vamos por partes.


De entrada, The Economist menciona un gran problema: que incluso si surgen miles de nuevas empresas digitales, éstas difícilmente podrán competir contra los enormes conglomerados consolidados (Amazon, Google, Facebook, et. al). El peligro es una expansión agresiva y brutal de estos hegemones, en detrimento de la pluralidad de opciones en el mercado digital.  

Segundo problema: la creencia de que el Internet mejorará a la segunda mitad de la humanidad puede ser exagerada. ¿Por qué? Porque probablemente no entrarán al universo digital para profundizar en teorías filosóficas o científicas y harán lo mismo que nosotros en Occidente: buscar porno, socializar en Facebook o ver videos por Youtube. Si les va bien, quizás revisen de vez en cuando la Wikipedia.

¿No me creen? Hagan entonces una búsqueda en Google Trends y verán que en los últimos 12 meses, las palabras más buscados en Google a nivel global son las siguientes: Facebook, Google (¿?), Youtube, Sex y XXX. Pocos conceptos se acercan remotamente a estas búsquedas.

Un peligro mayor al porno son las fake news. Si nosotros en Occidente -dizque con mucha experiencia en Internet- seguimos siendo víctimas fáciles de desinformación y mentiras… ¿Cómo reaccionarán los novatos que ingresan por primera vez a este mundo de espejismos? Nada bueno se presagia: ya hemos visto cómo mensajes de texto enviados por Whatsapp o Facebook han causado oleadas de pánico y violencia contra minorías étnicas en diversos países de Asia; incluido el genocidio en Myanmar.

Y por si fuera poco, numerosos estudios han ligado el uso intensivo de redes sociales con el incremento de ansiedad y depresión en amplios sectores de la población. 

Van las preguntas espinosas: ¿Cómo sobrevivirán millones de personas con escasa educación digital al entrar de madrazo al universo digital repleto de juegos, porno, y videos idiotas? ¿Cómo se adaptarán con su escasa preparación a este mundo que ni siquiera nosotros entendemos o controlamos?

Yo no apostaría por un panorama optimista.

Así que en vez de una comuna global viviendo en armonía y compartiendo sabiduría, la segunda mitad de la humanidad probablemente nos dará sólo más pornografía de la India; más videos de gatos de Uganda; fotos de bebés de Paquistán; millones de selfies de peruanos; y fotos de comida uzbekistana.

A los nuevos integrantes del Internet les digo: “Bienvenidos al futuro: ¡Dios los agarre confesados!”

9/6/19

EL PUNTO 5G

El resultado final de esta guerra será un mundo polarizado tecnológicamente, con distintos países viviendo en alguno de los dos “ecosistemas tecnológicos amurallados”: uno dominado por Washington y el otro por Beijing. Esta división erosionará al libre mercado, detendrá la globalización y destruirá enormes cadenas globales de producción.


Texto por: Juan Pablo Delgado Cantú


Así no se puede, raza. Por más que uno intenta no hablar de los chinos nada más levantas una piedra ¡y aparece otro chino!

Los he mantenido aquí al tanto de las últimas monerías del gobierno en Beijing, en particular sobre el espionaje masivo que ha instaurado tanto al interior de su país como en el exterior.

Pero las cosas se ponen peores. Porque si el auge de las nuevas dictaduras digitales es un problema tremendo, lo que se ha gestado en las últimas semanas podría subir a la categoría de una nueva Guerra Fría. Y al igual que la guerra original contra los soviets este spin-off también será una batalla por la supremacía ideológica, comercial y tecnológica en el mundo. ¡Ni más ni menos!

Al centro del escenario está Huawei: la empresa de tecnología más grande de China, con ganancias de 105 mil millones de dólares (tipo Microsoft), la segunda productora de celulares en el mundo (Samsung gana) y líder indiscutible en el desarrollo de la tecnología 5G. Y es justo aquí —en las marismas del 5G— donde está el detalle, tal como diría Cantinflas.

¿Cuál detalle? Pues con decirles que aquel que controle el poderoso 5G controlará el futuro del internet y del mundo. ¡Ay, güey!

El presidente Donald Trump parece haber entendido esto (¡milagro!) y comenzó a batir los tambores de guerra. En diciembre de 2018 pidió a Canadá el arresto de la hija del fundador de Huawei y CEO de la empresa. Hace unas semanas prohibió a todas las empresas gringas comerciar con Huawei sin una licencia emitida por el gobierno. Google anunció que restringirá el acceso de Huawei a su sistema operativo y aplicaciones Android. Poco después Intel, Qualcomm y Micron dejaron de venderles microchips. ¡Gancho al hígado a los chinos!

Si buscan una razón para tanta agresividad The Economist nos explica de manera clara: los gringos creen que los teléfonos y la interfaz de Huawei “pueden servir como un caballo de Troya para los espías chinos”. ¡Ah, claro, cómo olvidar al bellísimo espionaje de los chinos!

La situación es extremadamente frágil para el mundo. Más allá de las disrupciones comerciales a escala planetaria lo que esta ofensiva significa es que EU ha llegado a un punto de no retorno en la guerra comercial con China.


Pero a diferencia del conflicto contra los soviets hoy los gringos difícilmente pueden considerarse el papá de los pollitos. De entrada, Trump ha debilitado sus alianzas históricas, por lo que su antiguo barrio (Europa, América Latina, etcétera) ya no lo respalda. Para empeorar la cosa, aún no dominan la tecnología 5G, por lo que pueden ofrecer muy poco a sus amigos. Y en tercer lugar los chinos estarán en la lona pero no están noqueados.

Porque durante años Beijing venía esperando este momento crítico y desde entonces ha comenzado a desarrollar sus propios sistemas operativos, aplicaciones y chips.

De acuerdo con el especialista Fareed Zakaria el resultado final de esta guerra será un mundo polarizado tecnológicamente, con distintos países viviendo en alguno de los dos “ecosistemas tecnológicos amurallados”: uno dominado por Washington y el otro por Beijing. Esta división erosionará al libre mercado, detendrá la globalización y destruirá enormes cadenas globales de producción.

Como suele suceder, aquí en México nadie parece inmutarse ante el tsunami tecnológico que se aproxima con furia y violencia. Pero será muy pronto cuando la 4T tendrá que elegir su sistema 5G, con todo lo que esto acarrea. Algo sí les aseguro: de no ponernos truchas, o nos van a fregar los gringos o nos van a fregar los chinos. ¡Me canso ganso!
Publicado originalmente en Vértigo

26/5/19

STALIN UPDATE 3.0

 Los chinos no solo han estado ocupados espiando a su gente sino que han direccionado su atención a exportar y compartir su tecnología dictatorial con el resto del mundo.


Texto por: Juan Pablo Delgado Cantú
Pues bien, muchachos, tras un tortuoso camino llegamos al tercer acto de esta tragicomedia sociopolítica que bien pudo haberse titulado “Big Brother fue un taquero o de cómo aprendí a despreocuparme y amar a los chinos”.

En dos columnas anteriores les hablé del autoritarismo digital impulsado por China; en concreto sobre el Sistema de Crédito Social (SCS) y la Plataforma de Operaciones Conjuntas Integradas (IJOP, en inglés).

¿Qué aprendimos en el camino? Pues que en ambos casos el gobierno utiliza aplicaciones en los celulares de sus ciudadanos para monitorear sus actividades privadas: el SCS otorga una calificación o nivel de confianza mientras que el IJOP puede llevarte a terminar en las mazmorras de un campo de “reeducación” (léase: concentración).

Ahora entramos al tercer —y quizá más oscuro— acto de esta obra. Porque de acuerdo con un oportuno reportaje de The New York Times (Made in China, exported to the world: the surveillance state) nos enteramos que esos chinos no solo han estado ocupados espiando a su gente sino que han direccionado su atención a exportar y compartir su tecnología dictatorial con el resto del mundo.

El reportaje se centra en Ecuador, donde el gobierno del ex presidente Rafael Correa se fue al lado oscuro siguiendo los cantos de sirena del autoritarismo digital chino. De acuerdo con el reporte durante el mandato de Correa se instalaron cuatro mil 300 cámaras en todo el país para monitorear a sus ciudadanos bajo el argumento de combatir al crimen cotidiano.

Sin embargo la perversidad del sistema ecuatoriano radicaba en que toda la información la compartía con la temida Secretaría Nacional de Inteligencia (Senain), que utilizaba los datos para perseguir a opositores del gobierno y profundizar las tendencias autoritarias de Correa.

Pero aquí no acaba la bronca. Bien indica el NYT que sistemas prácticamente idénticos se instalaron también en Venezuela, Bolivia y Angola (puras fichitas). Otros sistemas similares los compraron 18 países, incluyendo a Zimbabwe, Uzbekistán, Kenia, Alemania y Pakistán. Por si fuera poco se capacitó a cerca de 40 naciones en temas como “direccionamiento de opinión pública”, lo cual —dice el NYT— no es más que un eufemismo de “censura”.

Ahora la pregunta obligada: ¿qué diablos pretende China al propagar este tipo de tecnología por el mundo?

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24/5/19

LA IGLESIA Y SUS PREJUICIOS CONTRA LA ADOPCIÓN HOMOPARENTAL

Ante el extenso y opaco currículum de abuso sexual contra miles de infantes, ¿qué clase de autoridad moral tendría la Iglesia para sermonear sobre este tema?


Texto por: Juan Pablo Delgado Cantú

[FROM THE ARCHIVES: Publicado originalmente en agosto 2015]

Siempre he sido muy escéptico cuando una institución tan desprestigiada como la Iglesia Católica quiere opinar sobre derechos humanos. Más sospechoso aún (y mucho más perverso) resulta cuando la Iglesia aconseja sobre los derechos de los niños.

Recientemente, el infame cardenal Norberto Rivera decidió expresar su rechazo al derecho de adopción homoparental –es decir, la que se lleva a cabo por parejas homosexuales–, como respuesta a la decisión de la Suprema Corte de permitir precisamente esto en el estado de Campeche. En un editorial para el semanario Desde la Fe, nuestro ilustradísimo cardenal volvió a mostrar lo más oscuro y retrógrado de la institución que representa: acusa al lobby gay (sic) de querer destruir a las familias mexicanas “normales”, y de buscar imponer “una dictadura ideológica en cuyo trasfondo actúa el mismo maligno”. ¿¡El maligno!? Parecería broma, pero esas fueron sus palabras exactas. No conforme con esto, agrega que la decisión de la Corte vuelve a los niños en simples “objetos”. ¡Mira quién habla!

Sobra decir que nos encontramos frente a un tema que no tendría por qué causar polémica. Las parejas del mismo sexo, al igual que el resto de la sociedad, poseen una serie de derechos humanos enlistados desde el primer artículo de la Constitución, comenzando por la igualdad de todos ante la ley sin importar las preferencias sexuales. Por lo tanto, no existe controversia alguna al hablar de la adopción: si una pareja heterosexual tiene este derecho, una pareja homosexual lo posee también.

Después vienen los miedos citados constantemente por las conciencias moralistas. Aquí se aboga que un niño con padres homosexuales crecerá para convertirse también en un homosexual (¡faltaba más!). Estos argumentos, sobra decirlo, no sólo son completamente absurdos, sino igualmente infundados. No creo tener que explicárselos a ustedes.

Sin embargo, llama la atención la forma tan holgada con el que este tipo de ideas –claramente discriminatorias– se siguen vociferando sin consecuencia alguna. La Iglesia argumenta que su objetivo es tratar el tema de la adopción desde la moralidad, y no la legalidad. ¿Pero cómo calificar una acción de “moral” si despoja los derechos de las personas?


Y recuerden que estamos hablando de LA Iglesia Católica, aquella que persiguió durante siglos a judíos y blasfemos con la Inquisición; suprimió la libertad de las mujeres (nada más el 50% de la población mundial); otorgó su bendición al comercio de esclavos africanos; y detuvo el avance científico por varios siglos. Me queda claro que la moralidad no es precisamente su fuerte.

A esta lista de atropellos habría que agregarle el extenso y opaco currículum de abuso sexual contra miles de infantes, que sigue sucediendo actualmente y por el que sólo se han ofrecido medias disculpas y pocas acciones. ¿Qué clase de autoridad moral tendría la Iglesia para sermonear sobre este tema? Ve tú a saber…

En todo este debate se olvida siempre que la homosexualidad no es solamente una forma de sexo, sino una forma de amor, y sólo por eso debe merecer nuestro respeto. Y en el caso particular de los niños, se ha comprobado numerosas veces que poco importa la preferencia sexual de sus padres; lo fundamental es que exista un ambiente de cariño y respeto en su hogar.

Me queda claro que la Iglesia Católica ha mantenido siempre un interés especial en los niños, quizá demasiado especial. Pero como bien lo dijo en su momento el gran Christopher Hitchens: cualquier día permitiría que un amigo homosexual cuidara a mis hijos; pero si un sacerdote me pidiera lo mismo, no sólo me negaría, sino que llamaría a la policía inmediatamente.

¿A poco no?

12/5/19

STALIN UPDATE 2.0

Es un hecho: comparado con los chinos, el Big brother de Orwell era un taquero.


Texto por: Juan Pablo Delgado Cantú

Los fieles lectores de El árbol de moras sabrán que mis columnas tienen un claro objetivo: salvar a nuestra civilización de las penumbras. ¡Oh, sí!

Pero como nadie sigue mis consejos el mundo sigue siendo un desastre. De hacerme caso ya habríamos solucionado el cambio climático, vencido al populismo y salvado al planeta de la sobrepoblación. Pero bueno, si quieren vivir en un muladar vivan en un muladar.

Entre los temas planteados (y aún irresueltos) sobresale uno por la amenaza inmediata que representa para las democracias liberales y las libertades individuales. Me refiero al auge de las dictaduras digitales.

Si pusieron atención sabrán de esta inquietante realidad por una columna anterior (Stalin update,en Vértigo No. 921). Ahí les conté sobre el Sistema de Crédito Social (SCS) de China: un algoritmo que monitorea las actividades que realizas en tu celular y otorga una calificación que determina si eres un ciudadano confiable. Un puntaje alto otorga privilegios y uno bajo castigos.

Pero nadie hizo nada y desde la publicación de mi ominosa columna los méndigos chinos han estado muy ocupados ampliando su sistema de represión al interior de su país y exportándolo al resto del planeta.

De acuerdo con un reciente reporte de Human Rights Watch (HRW, China’s algorithms of repression) las autoridades gubernamentales en la provincia de Xinjiang (oeste) han construido una enorme base de datos con la información personal de sus 13 millones de ciudadanos musulmanes: la Plataforma de Operaciones Conjuntas Integradas (IJOP, en inglés).

El IJOP es la última monería sacada de la caja de Pandora de la vigilancia masiva; y si el SCS es apenas un programa piloto en algunas ciudades el nuevo IJOP es una herramienta de represión absoluta y total para una minoría étnica y cultural.

La premisa del IJOP es similar al SCS: requiere que todos los ciudadanos utilicen una aplicación en su celular (ligada a su tarjeta de identificación nacional) que después se usa para monitorearlos y espiarlos: “Alerta a las autoridades cuando una persona cruza ‘cercas’ virtuales al pasar por puntos de control o registrarse en un hotel. Realiza un seguimiento de los teléfonos inteligentes, las tarjetas de identificación nacional y los dispositivos GPS en los vehículos instalados por el gobierno”, explica el periodista Gerry Shih en The Washington Post.

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28/4/19

EL CLIMA DE LA DESESPERANZA

Las razones de la crisis humanitaria de los migrantes que buscan llegar a la frontera norte han sido tratadas hasta el cansancio: violencia y pandillerismo, falta de oportunidades económicas, corrupción rampante. Pero hay un factor ausente de este panorama. ¡Oh, sí, señores! El ominoso espectro del calentamiento global.


Texto por: Juan Pablo Delgado Cantú

¡Así no se puede, raza! Ni en vacaciones puede uno escapar de las furiosas corrientes de los espirales noticiosos: que si Notre Dame se incendió; que si amarraron como puerco al Julian Assange; que si los científicos “revivieron” cerebros de cerdos muertos, que ya se publicó el reporte de Robert Mueller...

Yo quise huir de todo y como buen periodista fifí de Monterrey pasé mis vacaciones en el imperio yanqui, disfrutando de una playa en Texas. Algo modesto, no crean que los regios somos presumidos.

Pero no encontré la paz. En territorio gringo caí en oscuras reflexiones sobre los cambios que causó la llegada de Donald Trump: la polarización del electorado; el creciente odio hacia los latinos; la agudización de la crisis fronteriza; la “emergencia nacional”; la separación de familias en la frontera, y un caos diplomático no visto en décadas.

Lo más preocupante es la crisis humanitaria de los migrantes que buscan llegar a la frontera norte (103 mil personas solo en marzo). Las razones de este éxodo masivo han sido tratadas hasta el cansancio: violencia y pandillerismo, falta de oportunidades económicas, corrupción rampante.

Pero hay un factor ausente de este panorama. ¡Oh, sí, señores! El ominoso espectro del calentamiento global.

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14/4/19

HISTORIAS DE ULTRATUMBA

Tergiversar la historia no es ningún juego. En los últimos años hemos visto cómo la manipulación histórica puede ser usada para justificar los actos más atroces o fomentar actitudes de odio y xenofobia entre las sociedades.


Texto por: Juan Pablo Delgado Cantú
¡La historia vuelve con venganza! Cuando uno creía que por fin un evento había quedado sepultado bajo el peso de los siglos de pronto levanta su mano moribunda y podrida para atormentar a las buenas conciencias del mundo.

Yo sé, yo sé... reconozco que llegué muy tarde a la polémica causada por las misivas que el presidente AMLO envió a España y la Santa Sede. Por eso mismo no criticaré el tropiezo diplomático y me enfocaré en algo que me parece más relevante: el papel que juega la Historia en el discurso político contemporáneo a nivel global.

No hay ninguna duda, compañeros, en pleno siglo XXI la Historia se presenta como un líquido hirviente en todas las latitudes, y basta con que surja un líder mínimamente perverso para ver cómo los hechos pasados son retorcidos y utilizados como arma política para dividir y polarizar a la sociedad.

Que quede claro: tergiversar la historia no es ningún juego. En los últimos años hemos visto cómo la manipulación histórica puede ser usada para justificar los actos más atroces o fomentar actitudes de odio y xenofobia entre las sociedades.



31/3/19

Y, ¿DÓNDE ESTÁ EL PILOTO?

Tras la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos se robó el libreto de la Historia y lo transformó, nombrándose el gran héroe del liberalismo; el inextinguible faro de la democracia; el “Líder del Mundo Libre”.  Hoy sucede algo extraño: ¡Nuestro cuento está incompleto! ¡El gran héroe se ha extraviado! 



Texto por: Juan Pablo Delgado Cantú

Primero una confesión: nunca logré escribir un buen texto de ficción, quizás ni siquiera uno malo. Todos han sido terribles. Pero según los expertos, toda buena historia (las populares, al menos) tienen una característica tan básica como obvia: la lucha entre el Bien y el Mal.

Esta narrativa también movió a la Historia mundial por siglos, y en todos lados encontramos narraciones repletas de héroes que vencieron (o en nuestro caso, casi vencieron) a sus perversos enemigos.

Pero tras la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos se robó el libreto y lo transformó, nombrándose el gran héroe del liberalismo; el inextinguible faro de la democracia; el “Líder del Mundo Libre”.

Hoy sucede algo extraño: ¡Nuestro cuento está incompleto! ¡El gran héroe se ha extraviado!

Todo porque Trump claudicó a su rol como paladín de la libertad y llevó a EUA al lado oscuro, celebrando y promoviendo ideologías de dudosa procedencia.

Aquí los mafiosos son conocidos: Xi Jinping en China; Putin en Rusia; Trump en EUA. Debajo de ellos, actores secundarios: Bolsonaro en Brasil; Erdogan en Turquía; Orban en Hungría, y otros patiños ruidosos. Más abajo, dictadorzuelos con impacto reducido.

Pero en el equipo de la democracia liberal hay un abismo; y como indica el periodista Adam Taylor, los cuatro posibles candidatos para ser el “líder del mundo libre” -Canadá, Alemania, Francia o Gran Bretaña- están empantanados en sus propias broncas políticas.

Justin Trudeau se encuentra enrollado en un escándalo de corrupción, y si el Partido Liberal pierde la mayoría en las elecciones de octubre… ¡pues adiós Nicanor!

Angela Merkel anunció ya su jubilación. Nuestra Dama de Oro -un peso pesado del liberalismo, sin duda- no competirá en las elecciones del 2021. Así termina su dominio de Unión Europea por más de 13 años. Auf wiedersehen, Doña Merkel!

Su vecino también se las ve negras (no empiecen). Desde noviembre, Emmanuel Macron enfrenta a los “chalecos amarillos” que protestan contra la desigualdad. Monsieur Macron va mejorando, pero así no se puede ser el líder liberal del mundo. ¡C’est la vie!

Y del Reino Unido ni hablemos. El Brexit los dejó encuerados y si Theresa May no ha perdido su chamba es porque nadie la quiere.

Ante este ominoso panorama, sólo queda acudir al clásico: “¿Y ahora quién podrá defendernos?” ¿Cómo combatir a las fuerzas anti-liberales sin grandes héroes?

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18/3/19

EL SUTIL ARTE DEL PESIMISMO

Dentro del pesimismo se encuentra la clave para sortear los cantos de sirena de la falsa felicidad y llegar a un puerto seguro.


Texto por: Juan Pablo Delgado Cantú

Vivimos en tiempos ominosos donde la felicidad y el optimismo se presentan como los valores supremos.

En este torbellino escritores charlatanes se vuelcan a vendernos libros de “autoayuda”, políticos nos prometen imposibles paraísos y líderes económicos nos piden entregarnos al trabajo con amor para lograr no únicamente el éxito sino una felicidad holística perpetua. En pocas palabras, el mantra de moda parece ser: “Mereces cosas buenas, así que sé optimista y conseguirás lo que deseas”.

A nadie sorprenderá mi sospechosismo hacia las oscuras intenciones del optimismo desbordado. Creo que una de las mayores trampas de la cultura moderna fue vendernos la idea de que todo tiende a mejorar y que estamos en la ruta del progreso ininterrumpido. ¡Nada más falso!

Bien lo indica el filósofo Alain de Botton: la única verdad es que el caos y la crisis son la modalidad estándar del mundo. La vida es teatro del absurdo sin libreto; la felicidad, escurridiza y fugaz, y la Diosa Fortuna impone su voluntad, barriendo a un lado nuestras buenas intenciones. ¡Así las cosas, muchachos!

¡Pero no se depriman! Porque dentro de este pesimismo se encuentra la clave para sortear los cantos de sirena de la falsa felicidad y llegar a un puerto seguro. Les explico.



24/2/19

EL GANSO VERDE

Desde el ominoso informe publicado en octubre por el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), el cual dice que tenemos hasta 2030 para evitar el apocalipsis, no había dedicado atención al tema del cambio climático, quizá por preferir los espirales hedonísticos de las vacaciones navideñas. Así que tomemos un tiempo para analizar el panorama y ver si vamos por buen camino. (Spoiler: ¡No vamos!). ¿Listos, chatos? ¡Avancemos!



Texto por: Juan Pablo Delgado Cantú

En mi sesión freudiana de la columna anterior apunté que uno de mis diez mayores miedos (el número dos en la lista, para ser exactos) era mi temor al cambio climático.

Pero desde el ominoso informe publicado en octubre por el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), el cual dice que tenemos hasta 2030 para evitar el apocalipsis, no había dedicado atención al tema, quizá por preferir los espirales hedonísticos de las vacaciones navideñas.

Así que tomemos un tiempo para analizar el panorama y ver si vamos por buen camino. (Spoiler: ¡No vamos!). ¿Listos, chatos? ¡Avancemos!

Empezamos este recorrido en noviembre, cuando el gobierno de EU publicó el National Climate Assessment. En mil 600 páginas 13 agencias federales advierten sobre los daños que el cambio climático causará en su país, incluyendo amenazas a la salud pública, climas extremos, peor calidad del aire, propagación de enfermedades por plagas, y falta de alimentos y agua. Al final, el costo de este congalito podría representar 10% del PIB para finales de siglo. Ahí nomás...

Saltamos a enero con un estudio publicado en Science que muestra cómo los océanos se están calentando a una velocidad más rápida de lo previsto. Este detallito tiene consecuencias aterradoras: más calor aumentará el nivel del mar y provocará inundaciones en las costas; conducirá a una mayor pérdida del hielo en los polos (lo que calienta aún más a los mares), y crea tormentas y huracanes más intensos. ¿Ahí la dejamos o le seguimos?

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4/2/19

DIEZ COSAS QUE ME ASUSTAN

Hoy el Árbol de Moras se convierte en un diván freudiano y nos adentramos a los rincones más oscuros de nuestra mente para escudriñar esas sombras que nos persiguen diariamente.


Texto por: Juan Pablo Delgado Cantú


Mencioné en la columna anterior que por más que quisieran cumplir los propósitos de año nuevo a estas alturas del juego la mayoría de ustedes fracasaron y se encuentran en el fondo del despeñadero de la angustia y el odio personal. Pero así es la vida, chatos… ¡Avancemos!

Porque la realidad es que nada de eso debe quitarnos la motivación en este 2019. Aun cuando sus propósitos sean restos de un naufragio existen otras estrategias para mejorar este año.

Recientemente descubrí un podcast llamado 10 things that scare me. En él la periodista Amy Pearl entrevista a toda clase de personas para conocer sus diez principales miedos.

¿Para qué hacer esto?, preguntará algún escéptico. Pues en palabras de Brooke Gladstone (magnífica conductora de On The Media) la mayoría de las decisiones que tomamos en la vida son motivadas por nuestros miedos. Así que al enlistarlos y conocerlos podemos tener una mayor claridad de dónde estamos parados y (quizá) tomar decisiones más acertadas.

Así que hoy El árbol de moras se convierte en un diván freudiano y nos adentramos a los rincones más oscuros de nuestra mente para escudriñar esas sombras que nos persiguen diariamente.

Sin más rodeos aquí están las diez cosas que asustan a Juan Pablo Delgado.

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20/1/19

COMO GORDOS EN TOBOGÁN

Por más idealistas que sean las promesas de tener un “próspero año nuevo” la realidad es que los próximos doce meses se verán repletos de nubarrones oscuros y ominosas señales. Pero no tengamos temor… ¡Avancemos!


Texto por: Juan Pablo Delgado Cantú

¡Muy bien, damas y caballeros! Se acabaron las parrandas, concluyó el Guadalupe-Reyes y a pesar de nuestras heroicas promesas todas serán fútiles: este 2019 arribamos más gordos y endeudados. ¡Oh, sí!

Pero más allá de nuestra tragedia personal me aventuro a decir que la misma situación se replica en el escenario internacional. Ya que por más idealistas que sean las promesas de tener un “próspero año nuevo” la realidad es que los próximos doce meses se verán repletos de nubarrones oscuros y ominosas señales. Pero no tengamos temor… ¡Avancemos!

El principal espectro que recorre al planeta hoy es el de una recesión económica. Las señales aún son tenues pero no por eso menos amenazantes. 

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12/11/18

STALIN UPDATE

Yuval Noah Harari argumenta que la diferencia entre democracias y dictaduras no es la pugna entre dos sistemas éticos opuestos, sino entre dos sistemas de “procesamiento de información”


Texto por: Juan Pablo Delgado Cantú

Mientras aquí en México soñamos con trenes mayas, nuevos aeropuertos y refinerías innecesarias, los gobiernos con un mínimo de previsión política y social enfocan su atención en la revolución tecnológica que sacudirá la vida de millones de ciudadanos: el imparable auge y desarrollo de la Inteligencia Artificial (IA).

En un futuro donde la IA dominará nuestras vidas se prevén dos grandes problemáticas.

La primera afectará al mundo laboral. Existen numerosas estimaciones sobre el tamaño del impacto, pero las cifras varían entre un 14% de los empleos siendo reemplazados por máquinas (OCDE, 2018), hasta un 30% de los trabajos siendo eliminados por robots inteligentes (McKinsey Global Institute, 2017).

Sin embargo, el escritor Yuval Noah Harari identifica algo aún más perverso en el auge de la IA. Para él, la misma tecnología que hará económicamente irrelevantes a masas de ciudadanos podría también eliminar sus libertades políticas y civiles, facilitando a los gobiernos el monitoreo, control y manipulación de sus gobernados.

Harari argumenta que esto ya sucede en China, con su Sistema de Crédito Social (SCS). El SCS es un algoritmo que monitorea las actividades que realizas en tu celular (las páginas que visitas, las compras que haces, la pornografía que ves, los pagos a tu tarjeta de crédito...) y otorga una calificación que indica si eres un ciudadano “confiable”. Un puntaje alto otorga privilegios, mientras que uno bajo impone castigos, incluyendo evitar la compra de pasajes de tren o avión, estudiar en escuelas privadas, trabajar en ciertas empresas, etcétera.

Ésta es la segunda problemática que traerá la irrupción de la IA: el surgimiento de un autoritarismo digital inteligente. Una “Smart Dictatorships”, si usted gusta, donde los gobiernos serán más eficientes para reprimir, controlar y castigar a sus ciudadanos cautivos. 

Harari argumenta que la diferencia entre democracias y dictaduras no es la pugna entre dos sistemas éticos opuestos, sino entre dos sistemas de “procesamiento de información”. Las democracias distribuyen la información entre numerosos agentes, mientras que los regímenes autoritarios la concentran en un círculo reducido de personas. 

Con la tecnología arcaica del siglo XX, los sistemas autoritarios inevitablemente colapsaban: al no poder procesar tanta información, la ineficiencia incrementaba, se estancaba la innovación y el crecimiento económico, y al final el sistema implosionaba.


Pero la IA soluciona todos estos problemas. Hoy es posible procesar miles de millones de datos de manera inmediata. De hecho, dice Harari, la IA “podría hacer a los sistemas centralizados aún más eficientes que los sistemas difusos”, porque una computadora trabaja mejor entre más datos concentra en un solo lugar. Así, la mayor desventaja de las dictaduras pasadas -concentrar el poder e información en un lugar- podría ser hoy su ventaja definitiva.

Por desgracia, nosotros mismos alimentamos esta pesadilla, al entregar diariamente -y sin chistar- nuestra información personal a empresas con poco interés por salvaguardar nuestra privacidad.

Harari advierte que una posible solución para detener a las dictaduras inteligentes sería crear nueva legislación que prohíba a las empresas de tecnología usar nuestra información personal a su gusto, y prohibirles entregarla a los gobiernos.

Pero… ¿Tendrán los arquitectos de la Cuarta Transformación de México la mínima idea de cómo resolver esta problemática? ¿O será el “pueblo sabio” quien nos defienda de la inteligencia artificial?

Porque si esto es así… ¡Estamos perdidos!

Publicado originalmente en Vértigo

1/8/18

EL SUICIDIO DE LAS NACIONES

Así como ciertos individuos exitosos optan por terminar con su vida, quizá sea posible establecer un paralelismos (en sentido figurado) con las naciones más desarrolladas, las cuales toman decisiones político-electorales tan desafortunadas que inevitablemente llevarán al debilitamiento y decadencia de sus sociedades.


Texto por: Juan Pablo Delgado Cantú


“No hay más que un problema filosófico verdaderamente serio: el suicidio”.
- Albert Camus

Los suicidios entre personas consumadas y exitosas resulta paralizante. Para el resto de los mortales, nos pone en claro que una vida de éxitos, fama y dinero no es lo que todos idealizamos; y que obtener más premios o reconocimiento no necesariamente lleva a la felicidad. 

Con lo anterior parafraseo las palabras de Andrew Solomon en The New Yorker, escritas tras la muerte del legendario Anthony Bourdain. En su texto, Solomon busca una respuesta al enigma del suicidio entre las personas más destacadas en sus particulares esferas. Naturalmente, no extrañará saber que sobresalen los contextos de vida complicados o padecer de algún problema neurológico grave.

La exposición de Solomon me lleva a cuestionar si este fatídico acto individual no podría tener una proyección más amplia, afectando a una sociedad entera o incluso llegar a los escenarios de la geopolítica.

¿A qué me refiero con esto? De entrada, clarificar que no estoy hablando de suicidios en masa o algo similar. Me refiero que así como ciertos individuos exitosos optan por terminar con su vida, quizá sea posible establecer un paralelismos (en sentido figurado) con las naciones más desarrolladas, las cuales toman decisiones político-electorales tan desafortunadas, desesperadas o nefastas, incluso cuando resulta obvio prever que dichas acciones inevitablemente llevarán al debilitamiento y decadencia de sus sociedades.

¿Qué ocurre entonces? ¿Por qué países como el Reino Unido, Estados Unidos, Israel, Italia, Alemania, Austria, Dinamarca, Holanda, Francia o España abrazan cada día más los ideales radicales o fatalistas de ciertos políticos que ponen en riesgo directo al mismo sistema que los llevó a tener todas las garantías que disfrutan?

De acuerdo con el académico alemán Yascha Mounk, existe entre la juventud europea y norteamericana una evidente pérdida de fe en la democracia. Como indicó en entrevista con The Atlantic: “las personas en Europa y también en Estados Unidos son mucho más propensas que hace 20 años a decir que apoyan ‘a un líder fuerte que no tenga que molestarse con los políticos o las elecciones’”.

Pero esto no es exclusivo de los jóvenes, explica Mounk. En todos los países mencionados, la sociedad no solo está descontenta con sus gobiernos, sino que cada vez está más “encabronada” (pissed off, diría él) con el sistema político en general. Esto vuelve a los ciudadanos más propensos a elegir gobiernos populistas o aceptar políticas públicas radicales que erosionan el funcionamiento de sus democracias, poniendo en peligro su prosperidad económica, y debilitando el Estado de Derecho que les garantiza libertades civiles, políticas y los derechos humanos.

Volvamos a la pregunta central de esta temática: ¿Qué es lo que ocurre entonces?


El primer error sería enfocarnos en la economía. Numerosos estudios han demostrado que el populismo no surgió tras la crisis del 2008, y tampoco que hayan sido los más desafortunados quienes votaron por Donald Trump, optaron por el Brexit o dan cada vez más votos al extremismo de izquierda o derecha en Europa.

Una hipótesis atractiva parece ser la del académico Macario Schettino. Él indica que la respuesta se encuentra en los modelos de comunicación que imperan y definen a la sociedad contemporánea.

¿A que se refiere Schettino? Simplemente que los modelos de comunicación son los que moldean la forma en la que se transmiten la mayoría de las ideas entre un público masivo, haciendo que algunas de estas ideas crezcan y se expandan, mientras otras se marchitan o simplemente se olvidan.

Schettino habla de la muerte de la llamada edad de la razón, sepultada hace mucho tiempo por los medios masivos de comunicación que colocaron las emociones y sensaciones al centro de nuestra comunicación.  Pero incluso ahora es este modelo el que se derrumba, siendo sustituido por la transmisión y recepción de ‘información bruta’. “No es que ya no estemos pensando racionalmente, sino que ni siquiera lo hacemos sentimentalmente”, apunta Schettino. 

Hoy, la manera en la que recibimos información en el presente nos divide como sociedad. Nos volvemos partes de tribus que aceptan o rechazan visceralmente la información que nos llega “en bruto” a través de redes sociales u otras TIC. “Hemos hecho equiparables todos los sentimientos, de forma que ahora lo único que importa es lo que nos interesa, que es lo que nos hace pertenecer a un grupo, virtual, que junto con centenares de otros impulsa esos intereses en una agenda pública absolutamente inmanejable”, indica el académico.

Andrew Solomon también hace eco de esta idea, al decir que existe un factor subestimado que podría acentuar la decisión por el suicidio: que el discurso público se encuentra hoy dominado por el rencor, el prejuicio, la intolerancia y la agresividad; plasmados diariamente en cientos de titulares de noticias y en miles de comentarios en las redes sociales.

Para un individuo, esto causa una mayor sensación de alienación, depresión, ansiedad, miedo e incertidumbre que lo coloca al límite del abismo. Para una sociedad entera, este tipo de comunicación se convierte en un arma terrible que desgarra el tejido social y corroe al espíritu democrático. 

Considerando la extrema polarización que vivimos en nuestras elecciones presidenciales, no estaría de más preguntarnos: ¿Si esto está ocurriendo en los países más desarrollados… qué podríamos esperar en el futuro para nuestro pobre México? 

Publicado originalmente en Revista Líder México

1/6/18

LA DEMOCRACIA CONTRA LAS CUERDAS

"Uno de los mayores problemas de la democracia, de cualquier democracia, es la facilidad con la que puede ser subvertida y saboteada desde adentro”.


Texto por: Juan Pablo Delgado Cantú

El pasado mes de marzo inició un periodo sin precedentes en la historia de la humanidad. Un periodo en el cual el mayor número de personas estarán llamadas a las urnas para ejercer su voto; comenzando con la elección presidencial de Rusia y concluyendo casi un año después con las elecciones generales de la India en abril del 2019.

Si nos acotamos tan sólo al 2018, basta decir que cinco de los 10 países más poblados del mundo celebrarán elecciones presidenciales: Brasil, Pakistán, Bangladesh, Rusia y México, quienes juntos tienen una población de 800 millones de personas. Si sumamos a la India, hablamos ya de casi 1,800 millones de votantes en total.

Pero lo que a todas luces debería ser motivo para una celebración en pro de la democracia, rápidamente se ha transformado en un amargo drama político de escala planetaria.

La elección de Rusia (18 de marzo) fue poco más que una simple formalidad, un evento semi-democrático donde el presidente Vladimir Putin fue prácticamente el único candidato real en la boleta. 

La elección de Egipto (26 de marzo) fue todavía peor: el general Abdel Fattah el-Sissi arrasó en la elección que contaba con sólo un candidato opositor, el cual en realidad era aliado cercano del gobierno. Claro… todo esto tras haber encarcelado o amedrentado previamente al resto de los competidores. 

La elección de Hungría (08 de abril) ensombreció todavía más el panorama, pues en el corazón de la Unión Europea fue reelegido el primer ministro Viktor Orban con el 49% de los votos, dando legitimidad y continuidad a su régimen autocrático, racista, ultra-nacionalista y anti-migratorio.

Que nadie se equivoque: estamos frente a una panorama oscuro. Las democracias liberales pasan por un terrible momento en todo el mundo; y no sólo están recibiendo una paliza, sino que se encuentran prácticamente contra las cuerdas en una batalla a puño limpio contra el incipiente autoritarismo.

Por si fuera poco, nuestro futuro tampoco luce prometedor...


El pasado 07 de abril, el expresidente Luis Inácio “Lula” da Silva era encarcelado en Brasil -la mayor democracia en América Latina- diluyendo (por no decir eliminando) su muy probable victoria en las elecciones presidenciales de octubre. Esta acción abre el camino al populismo de derecha en el gigante latinoamericano, manifestada en la figura de Jair Bolsonaro, personaje que suele defender a la dictadura militar de su país de los años 60, entre otras monerías cuasi-autoritarias.

Ya ni hablar del resto de las elecciones planeadas para este año, pues tanto en Venezuela, como en Irak, en Afganistán o Pakistán, los procesos que se promueven como libres y transparentes seguramente dejarán mucho que desear en el ideario democrático.

Por si fuera poco, en el centro de este espiral tormentoso se encuentra México y nuestra elección del 01 de julio. 

La cuestión que surge inevitable en la mente de periodistas y electores es muy simple: ¿Seremos capaces de sortear la amenaza del populismo que recorre al mundo o seremos una víctima más de la epidemia autoritaria?

Si tomamos como guía las palabras de Christopher Domínguez Michael (El Universal), veremos que “nada de lo que nos ocurre [en México] es indistinto al curso actual del mundo, donde los estudiosos anuncian el fin de la era democrático–liberal y su mutación en una época de turbulencia populista”.

¿No están convencidos? Vayamos entonces a los datos duros, los cuales apuntan también hacia el peor de los escenarios. 

De acuerdo con la última encuesta de Latinobarómetro (2017), el 82% de los mexicanos indica estar poco o nada satisfecho con la democracia; sólo el 56% considera que la democracia es el mejor sistema de gobierno; y el 43% responde que le da lo mismo tener un gobierno democrático o uno autoritario.

Por su parte el informe AmericasBarometer 2017 (realizado por la Universidad de Vanderbilt) muestra que cerca el 47.5% de los mexicanos apoyaría un golpe de estado militar si éste garantiza un descenso en las tasas de criminalidad; mientras que un 49.9% apoyaría un golpe para reducir los niveles de corrupción. 

Esto no debe tomarse a la ligera: ¡Hablamos de la mitad de la población de México que ha perdido toda esperanza en la soluciones democráticas para el país!

Y aquí encontramos el núcleo del problema. Pues resulta evidente que en países como China, Cuba, Egipto o Rusia, los electores tienen escasas o nulas posibilidades de lograr un cambio positivo a través de las elecciones, las cuales permanecen estrictamente controladas por el Estado.

El problema de fondo es con los países democráticos que eligen voluntariamente retroceder hacia diversos abismos anti-liberales. Países como Estados Unidos, Polonia, Hungría, Italia, Turquía y -cada vez más- el propio México. Electorados que conscientemente abrazan y aceptan a estos movimientos reaccionarios, ciudadanos que voluntariamente optan por colocarse cadenas y grilletes, quizá por creer en una difusa promesa de seguridad, estabilidad y orden.

El escritor Jorge Volpi lo dice de manera contundente: “uno de los mayores problemas de la democracia, de cualquier democracia, es la facilidad con la que puede ser subvertida y saboteada desde adentro”.

Porque no hay existe ninguna duda: en todo el mundo la democracia cruje y se despostilla. Pero quizá los monstruos a los que tanto tememos no sean los líderes autoritarios que corroen nuestras libertades. Quizá los monstruos seamos nosotros mismos, que invocamos a esos dictadores y mesías, dándoles vida, autoridad y poder.

Publicado originalmente en Revista Líder México

15/3/18

XI JINPING ES MI GRAN HERMANO

Pero uno tendría que ser muy ingenuo para creer que lo que pasa en China se queda en China. Es por esto que aquí en México no podemos bajar la guardia. Un día podríamos despertar con nuestro propio Sistema de Crédito Social Mexicano. Y lo que es peor todavía … ¡controlado por nuestra Secretaría de Gobernación! 


Texto por: Juan Pablo Delgado Cantú
@DelgadoCantu
Para los ciudadanos de México, la libertad es un concepto abstracto que suele encapsularse en la máxima de Don Benito: “el respeto al derecho ajeno es la paz”. Esto significa que podemos hacer prácticamente lo que nos plazca siempre y cuando no afectemos a terceros.

Desgraciadamente, esta certeza sobre la privacidad ha comenzado a erosionarse y fracturarse en el mundo. Oscuras fuerzas emanadas de las tecnologías digitales amenazan el frágil balance entre libertad individual y la intervención del Estado: balance sagrado en toda democracia liberal. 

Al frente de este ataque se encuentra la República Popular de China, donde el gobierno experimenta a nivel nacional con un proyecto a todas luces Orwelliano: el Sistema de Crédito Social (SCS). 


En esencia, el SCS es una operación de espionaje masivo contra cientos de millones de ciudadanos. Por medio del monitoreo de todas sus actividades económicas y sociales, el individuo recibe una calificación generada por un algoritmo; calificación que determina su estatus en la sociedad y le otorgará toda clase de beneficios o castigos.

Debido a las dificultades para establecer un sistema de semejante magnitud en un país de 1,200 millones de personas, el gobierno subcontrató a empresas privadas para idear programas pilotos que servirán como esquema del SCS óptimo. 

Uno de los principales arquitectos de este siniestro prototipo es Alipay, aplicación digital de Ant Financial que a su vez es apéndice del gigante comercial Alibaba Group. Contexto: en 2016 Alibaba se convirtió en la tienda minorista más valiosa del mundo operando en más de 200 países; también es una de las empresas más grandes y redituables en Internet. 

A través de su Sesame Credit, Alipay analiza el comportamiento de sus usuarios y les otorga una calificación de 350 a 950 puntos. Con esa puntuación, determina si un individuo es confiable para recibir un crédito financiero; un problema particularmente agudo en China, donde incluso siendo la segunda potencia económica, su sistema de crédito ha permanecido subdesarrollado. 

La manera en la que se desarrolla esta calificación es una obra de alquimia digital. Según explica la escritora Mara Hvistendahl, Sesame Credit es sólo una de las múltiples aplicaciones dentro del ecosistema de Ali Pay; apps que son utilizadas para realizar toda clase de actividades en Internet y en el mundo real, incluyendo el pago de servicios y productos en supermercados, centros comerciales y tiendas online. 

De esta manera, el algoritmo no sólo toma en cuenta si pagas tus deudas bancarias o tu cuenta de luz a tiempo; también sabe qué tipo de productos consumes, las páginas web que visitas (incluyendo pornografía y tu actividad en redes sociales), el tipo de amigos que tienes y las conversaciones que mantienes con ellos. “Es como si Amazon se hubiera tragado a eBay, Apple News, Groupon, American Express, Citibank, y Youtube, y pudiera absorber tu información personal de todos ellos”, indica Hvistendahl. 

Debido a que utilizar Alipay no es obligatorio (todavía), resulta extraño que alguien quiera formar parte de este perverso experimento social. Sin embargo, los beneficios para los usuarios con buena puntuación suelen ser atractivos. Una calificación alta te permite rentar bicicletas, paraguas, automóviles o cuartos de hoteles sin tener que dejar un depósito, por ejemplo.

De igual manera, tener una calificación baja no sólo elimina esos privilegios, sino que evita que puedas comprar boletos de tren o de avión, enviar a tus hijos a escuelas privadas e incluso podría afectar tus prospectos de trabajo y matrimonio. En pocas palabras, mantener una calificación alta te abre muchas puertas, mientras que una puntuación baja te convierte en la escoria digital de China.

El gobierno alega que su objetivo es crear un ambiente de honestidad generalizado, proporcionando beneficios a los ciudadanos ejemplares y disciplinando a los detractores. Sin embargo, Hvistendahl explica que para el Partido Comunista Chino (PCC) el SCS es realmente “un intento de establecer un autoritarismo más suave y menos visible”, garantizando la obediencia total hacia el Estado.

Como ejemplo de esto, el periodista Yoichi Funabashi explica que aquellos que busquen información crítica del gobierno en Internet o información sobre incidente de 1989 en la plaza Tiananmen sufrirán una reducción de 200 puntos al instante.

La cuestión ya no es si el SCS existirá, sino la ferocidad que tendrá una vez que esté activo. Todo indica que sean en el año 2020 cuando el sistema esté en completa operación. 

A muchos no sorprenderá que el PCC sea el pionero en esta perversa estrategia. Desde que subió al poder en 2012, Xi Jinping ha usado el poder duro y la coerción para controlar a sus ciudadanos. Bajo su mandato, la liberalización política se ha esfumado y el espacio de la sociedad civil se redujo exponencialmente. Ahora busca crear el sistema de seguridad más sofisticado en la historia de la humanidad.

Lo peor de esto es que son los ciudadanos los que ayudan a establecer esta nueva servitud Orwelliana. Al otorgar su información privada de manera voluntaria a grandes corporaciones transnacionales, colocan la piedra angular de su futura prisión digital.

Pero uno tendría que ser muy ingenuo para creer que lo que pasa en China se queda en China. Es por esto que aquí en México no podemos bajar la guardia. Un día podríamos despertar con nuestro propio Sistema de Crédito Social Mexicano. Y lo que es peor todavía … ¡controlado por nuestra Secretaría de Gobernación! 

¡Dios nos libre!

Publicado originalmente en Revista Líder México